Nunca había estado en una situación en la que estuviera poco seguro de sí mismo. Sabía que se sentía atraída por él y que su conexión se fortalecía, pero ella todavía era reacia a pensar en compartir su tranquilo refugio con alguien más. No la podía culpar; entregarle la tan difícilmente conseguida paz a alguien como él era mucho pedir.
Permaneció de pie junto al maletín, mirando fijamente su contenido. Demasiados nombres. ¿Cuál, si es que había alguno, era realmente él? Había nacido como Lev Prakenskii, pero ese niño había desaparecido hace mucho tiempo. Nunca debería haber dado un nombre como Lev, un nombre claramente extranjero. Le había dicho a Rikki la verdad, que podían enviar a alguien a confirmar su muerte y había dejado un cabo suelto. Alguien, Ralph, había visto a Rikki meterle en su camioneta el día que el yate se hundió. Podría tratar de “empujar” los recuerdos, pero por regla general, los buceadores son rebeldes, libre pensadores, inconformistas y eso dificultaba la sugestión. Rikki no había respondido a su empujón ocasional.
Ralph trabajaba en la plataforma para la compañía de procesamiento. Si no fuera buceador, entonces Lev hubiera tenido la oportunidad de hacerlo funcionar. O simplemente podría haberlo matado. Se presionó los ojos con los dedos. ¿Cómo puede uno despojarse de la antigua vida comenzando la nueva con la muerte de un inocente? Juró por lo bajo. El portafolio traía consigo un montón de recuerdos que prefería olvidar. Si fuese un hombre del tipo amable, entonces se alejaría de ella y la dejaría sin que la tocara la vida que él llevaba, pero había tenido el sabor de la libertad, un vistazo de una clase de paraíso y lo deseaba tanto que no podía encontrar la fuerza para marcharse.
Había escondido montones de dinero en muchas partes y pasaportes secretos y carnets en cada escondite. Su radar se disparó mientras metía los pantalones vaqueros en su armario. Alguien se aproximaba a casa. Se asomó a la sala de estar.
– ¿Rikki? Estamos a punto de tener compañía.
Ella se tapó las orejas con las manos y no lo miró, continuó meciéndose lentamente de acá para allá. Siguió mirando fijamente el gran caleidoscopio construido en la pared. Estaba moviendose, un ondulante océano, olas cayendo y agitándose. Era una de las cosas más frescas que alguna vez había visto y tenía que preguntarle cómo funcionaba. Ella estaba completamente concentrada y evidentemente necesitaba estarlo. Él se encogió de hombros, comprobó su pistola y se dirigió afuera.
La noche caía y prefería estar entre las sombras desde donde podía ver quién venía. Lo más probable es que fuera una de sus hermanas. No se sentía en absoluto amenazado, pero como siempre, mantuvo la cautela, dando un paso atrás en la oscuridad, justo fuera del porche. La situación le ofrecía una buena vista de los alrededores así como también de la carretera. Estudió la colina. No había nadie allí arriba por el momento, pero suponía que pronto tendrían compañía. Las pequeñas chispas nerviosas le decían a Lev que el acosador de Rikki no era un hombre paciente.
Reconoció a Blythe, la hermana mayor de Rikki. Supo instintivamente que Blythe tenía mucho poder en la vida de Rikki. No sólo había amor en los ojos de Rikki, sino también un profundo respeto. Su mirada a menudo se desviaba a la nariz de las otras hermanas, pero no con Blythe. Ella miraba de frente a Blythe, lo que para él quería decir que creía que Blythe la podía aceptar tal como era.
Guardó la pistola en la espalda metida en la cinturilla y salió de las sombras antes de que ella apareciera en el camino circular. Se inclinó como si estuviera comprobando una manguera y se enderezó lentamente, observando cómo salía del coche. Ella le lanzó una rápida sonrisa.
– Traje comida. Decidimos que hasta que estuvieras levantado y bien, cocinaríamos en turnos para ti. De no ser así, vivirías a base de mantequilla de cacahuete.
– Eso es muy generoso de tu parte pero no es necesario. Puedo cocinar…
– Créeme, Levi, es necesario -lo interrumpió Blythe-. Rikki no puede asumir un montón de cambios a la vez. Necesita mucho tiempo para procesarlos y hacerse a la idea. Su cocina es sagrada para ella. Me llevó meses conseguir entrar para hacerme un café, y cuando me marcho, apuesto a que pasa un paño sobre todas las huellas digitales imaginarias en los armarios y el fregadero.
– En eso tienes razón. La he visto hacerlo. -Miró hacia la casa-. Está molesta ahora mismo. Está sentada en su silla favorita con la mirada fija en el caleidoscopio. Meciéndose.
Blythe asintió.
– Eso la calma. Pusimos suelos de madera para que no tuviera que usar aspiradora. El ruido la hiere y no puede hacerle frente en absoluto. Con las luces fluorescentes pasa lo mismo, aunque ella dice que es distinto. Y nunca lleva pana, le lastima la piel. Es sumamente inteligente, nunca creas que no, pero cuándo no quiera hablarte, no lo hará y nada de lo que digas o hagas le hará cambiar de parecer. Rikki tiene su propia forma de ser y lleva una buena vida así. Ha sido difícil para ella.
– Capto tu advertencia.
– ¿Estás escuchando lo que te estoy diciendo de Rikki? Antes de que pongas su mundo al revés, tienes que estar muy seguro de estar preparado para lo que es su mundo. Tú tienes elección. Ella no. Ciertas cosas tienen que estar en su sitio para que ella se las arregle.
– ¿Tales cómo? -apuntó Lev.
– Cocinar. Nunca va a ser capaz de arreglárselas en un supermercado o cocinando. Jamás. No va a mejorar milagrosamente y hacerlo por ti cuando tengas un mal día.
– Me hizo sopa -apuntó él.
– Calentó la lata afuera, no en la cocina.
– Entonces encontró un modo ¿verdad? -contestó Lev con un leve encogimiento de hombros-. Tal vez no tenga tanta elección como tú te crees que tengo. Rikki es importante para mí. No te puedo decir por qué o ni siquiera cómo ha ocurrido, pero nunca he sentido por una mujer lo que siento por ella. No estoy jugando con ella, Blythe.
Nunca daba explicaciones sobre sí mismo, pero sintió que Blythe merecía algo. Obviamente amaba a Rikki y quería protegerla.
Blythe apoyó la cadera contra el coche.
– Yo no planearía ninguna fiesta. A ella no le gusta más que una persona en su casa. Y la razón por la que sale a inmersiones peligrosas es porque piensa que no contribuye tanto como el resto de nosotras, incluso aunque hace toda la siembra con Lexi. No podría soportar el ruido de la carpintería. No la llevaría nunca cerca de una obra.
– Así es que los ruidos pueden causar problemas -murmuró él.
Blythe se encogió de hombros.
– Entre otras cosas. -Mantuvo los ojos en él-. Nunca va a cambiar, Lev.
Él le sonrió, más una muestra de dientes que el auténtico humor.
– Me estás diciendo que es autista pero yo ya lo sospechaba ¿verdad?
Una vez más Blythe se encogió de hombros, observándole todo el tiempo, esperando claramente que él saliera corriendo o le explicara porqué no corría.
No había explicación para su misteriosa conexión con Rikki o cómo le hacía sentirse, aceptado totalmente sin reservas, una libertad que nunca había experimentado. O cómo las cosas que Blythe le decía le estremecían el corazón. No sentía emociones, se suponía que había mucho que habían desaparecido de su vida. Sus entrenadores estarían horrorizados por la forma en que su corazón se derretía con Rikki. La imaginaba como una muchachita en un mundo que no entendía, acechada por un asesino y sin nadie a quién acudir, pero de alguna forma, contra todas las probabilidades, se había labrado una vida propia. Miró a Blythe. Con esta mujer. Blythe había respaldado a Rikki. Había creído en ella. La fiera protección que sentían ella y las demás por Rikki era auténtica.