– El hombre en la plataforma ese día. Le llamaste Ralph. Me vio.
– Tu cara no. Dije que estabas de visita. ¿Y por qué lo recordaría?
– ¿Honestamente no lo sabes, verdad? -Estaba un poco sorprendido por su ingenuidad-. Trataba de coquetear contigo y tú no le diste ni la hora.
– Eso es tonto. Es amistoso con todos los buzos. Y tú tenías una conmoción e imaginaste cosas.
– Es mi trabajo captar cada pequeño matiz, Rikki. Es la diferencia entre la vida y la muerte. Créeme, el hombre coqueteaba. Te encuentra intrigante. Y probablemente es la primera vez que te ha visto con un hombre.
Ahora su ceño alcanzó las cejas y él tuvo que trazarlas también porque no podía resistirse.
– Me vio. Y cuando vengan a mirar, y lo harán, mencionará que estuviste fuera en el mar ese día y que yo estaba contigo. Eso dirigirá a algunas personas muy malas directas a ti. -No estaba seguro de si la estaba advirtiendo, pidiéndole permiso para matar a Ralph o si necesitaba ver su reacción al saber que Ralph había estado interesado.
– Quizás seas un poco paranoico, Lev. ¿Por qué demonios hablaría él con unos perfectos extraños sobre vernos a cualquiera de los dos?
– Porque mi gobierno enviará a su mejor limpiador y él sabe cómo conseguir información.
Ella sonrió de repente.
– Bien, adivino que debemos tener un plan para cuando eso suceda.
Él la miró fijamente a la cara durante mucho tiempo, preguntándose cómo la había encontrado. El agua estaba tan fría, tan oscura, los pulmones ardían y sus oídos casi habían implosionado, su cuerpo y la cabeza habían sido golpeados contra las rocas, hundiéndose hasta que sólo estaba la muerte esperando. Había visto la muerte. No había sido mejor para él que la vida. Y entonces Rikki. La tocó con reverencia.
– Sabes que tengo la intención de hacerte el amor.
Ella se quedó muy quieta, como él había sabido que haría.
– No lo has intentado.
Él no estaba seguro de que quería decir eso, si estaba decepcionada o sólo indicaba la verdad. Se figuró que era probablemente lo último. Ella era muy aficionada a la realidad.
– Tiene que estar bien para ti, Rikki. Eres diferente. Eres real, no un trabajo. Tú importas. Yo nunca he estado con una mujer que me importara.
– No puedo imaginarte no consiguiendo a ninguna mujer que desees, Lev.
Él sonrió, el corazón de repente más ligero mientras le besaba el muslo derecho sobre una de esas gotas de agua brillantes. Estaba muy encariñado con esos culottes. Los que ella llevaba tenían pequeñas rayas rosas, envueltas en torno a ella como si fuera un regalo para ser abierto.
– Gracias, pero nunca deseé a una mujer para mí mismo. Ha habido mujeres. Demasiadas. Trabajos. Las utilicé para conseguir lo que quería. Eso no va a pasar jamás contigo. Esto va a ser acerca de hacer el amor contigo.
Acarició los dedos sobre el muslo de raso, sobre las gotas. ¿Eran lágrimas? ¿Cómo podía ser ella tan suave cuándo pasaba tanto tiempo en el agua? Había siempre un perfume débil, justo fuera de alcance, sutil, pero así era Rikki.
– Tengo que advertirte, Lev -su voz tembló, y por primera vez cuando la miró, ella apartó la mirada-, no soy muy buena en las relaciones sexuales. No es como si tuviera mucha experiencia, y cuando alguien me toca, a veces duele.
Él se sostuvo sobre un codo y la deslizó hacia abajo para que se tumbara debajo de él.
– Bien, tendremos que ir lento y ver lo que te gusta y lo que no, ¿verdad?
Capítulo 13
Las mariposas acudieron en grandes cantidades, levantando el vuelo en la boca del estómago de Rikki. Alzó la mirada hacia el rostro de Lev. Tan dominante. Tan maravillosamente masculino. ¿Por qué él? ¿Por qué ponía Lev cada terminación nerviosa de su cuerpo en máxima alerta? ¿Por qué esperaba el roce de sus dedos sobre su piel cuando apenas toleraba el toque de otra gente? El centro de su palma izquierda pulsó y cerró los dedos sobre la calidez hormigueante.
Sus ojos eran increíbles. Un azul de aguas profundas en el que ella se perdió inmediatamente. Si hubiera tenido un pensamiento de auto conservación, éste desapareció en el instante que miró en sus ojos. Allí había deseo ardiendo a fuego lento, una intensidad abrasadora que directamente quemó a través de ella. Sus ojos no mentían, de hecho la deseaba mucho, ¿y cómo podía ella resistirse?
Rikki le tocó el rostro con vacilación. La mano masculina puesta sobre su estómago desnudo, los dedos bien extendidos abarcando tanto territorio como fuera posible. Ella era sumamente consciente del contacto piel con piel; parecía marcarla a fuego a través de la superficie y profundizar en el interior de su cuerpo. Nunca se había sentido así con nadie. Su toque era tan real y tan vívido como el mundo marino o la lluvia.
Se dio cuenta que la música en la lluvia cambiaba, no a través de ella, si no a través de él, como si ahora él dirigiera. Etéreo, sensual, un exótico y erótico tempo siguiendo el ritmo con el movimiento de sus dedos. Cada caricia enviando pequeños temblores a través de su cuerpo. Estaba hipnotizada por él, por su visión y su tacto, por la manera en que la miraba, como si fuera la única mujer en el mundo. Estaba allí, en su cabeza, la convicción de que no habría otra para él. Fue casi un afrodisíaco embriagador cuando había pasado tanto tiempo sola, cuando nadie jamás había visto en realidad quién era ella y lo que quería.
Sintió la verdad en todo lo que él había dicho. La conexión entre ellos era tan fuerte que dudaba si de hecho podría engañarla. Por alguna razón desconocida, y estaba agradecida por esa razón, Lev la había elegido como la única. En realidad ella nunca había sido la única de nadie.
Daniel la había amado a su manera. Fue una buena compañera para él, una buceadora que entendía su mundo. Ella le exigió poco. Él sentía cariño y le gustaba el sexo con ella, pero nunca pensó en sacar tiempo para intentar complacerla. Le había costado tanto el contacto que Daniel había creído en terminar las cosas tan rápido como fue posible, sin intentar encontrar una solución.
¿Había utilizado a Daniel? Frunció el ceño, dando vueltas y más vueltas a la pregunta en su mente. Habían sido convenientes el uno para el otro, pero había sentido afecto por él… lo amó. No había tenido el mismo nivel de atracción física por él que el que tenía por Lev, pero había sido un buen hombre y lo amó por la manera en que la trataba, nunca como una paria. Como su igual. Como una compañera. Jamás la habían tratado así antes y siempre tendría un lugar especial en su corazón para él.
Lev bajó la cabeza y dejó una ristra de besos subiendo por su pierna, probando cada gota de lluvia.
– Guarda tus pensamientos para este hombre, lyubimaya moya. -Posándole un beso en la barriga.
– Suenas un poquito celoso -observó.
Su boca cálida siguió moviéndose sobre el estómago y los dientes le dieron un pequeño mordisco de reprimenda. La picadura pegó una sacudida a través de su cuerpo, directamente a su núcleo, extendiendo una ráfaga de calor por su cuerpo. La lengua hacía espirales sobre su piel, un roce aterciopelado de placer.
Rikki apenas podía respirar, le ardían los pulmones mientras su corazón martilleaba fuera de control. Respiró profundamente y le rozó con los pechos el torso desnudo. Al instante los pezones se pusieron de punta, sentía los pechos hinchados y le dolían, tan sensibles que cuando él alzó la mirada, diminutas chispas de electricidad corrieron desde sus pezones directamente a su matriz. Se tocó los labios con la lengua, temblando por las sensaciones desconocidas.
¿Cómo lo hacía para que su cuerpo tomara vida de esta manera? Una mirada. Un toque. Alargó la mano hacia arriba para tocar el pecho considerablemente musculoso. Absorbiendo la textura y el tacto con la yema de sus dedos, ese exquisito calor fluyendo de él hacia ella. Sus ojos buscaron los de él, tratando de encontrar consuelo. Estaba tan nerviosa. Anteriormente, practicar el sexo había sido una función corporal; ahora era una necesidad, sabía por instinto que una vez lo experimentara, siempre tendría ansias de aquello.