Выбрать главу

Lev podía ver lo nerviosa que estaba, había una pizca de temor en esos ojos misteriosos, sin embargo también había hambre… y confianza. Dejó caer la cabeza para girar la lengua alrededor del ombligo.

– No haremos nada con lo que no estés cómoda, Rikki, y si algo duele o no te gusta, me lo dices.

Ella le apretó el puño en el pelo.

– Esto contigo está yendo rápido. Demasiado rápido. Si lo hacemos y cambias de opinión, no sé, Lev. Tengo una buena vida. Soy feliz tal y como es. No quiero que me dejen hecha un desastre.

Deseándote. Muriéndome por ti. Necesitándote.

Él captó sus pensamientos. Estaba asustada. Su valiente Rikki asustada de hacer el amor con él. Le había entregado su cuerpo a Daniel porque eso era lo que hacían las parejas cuando se comprometían el uno al otro. No tenía duda que habría permanecido fiel al hombre, pero estaba comprometiendo más que su cuerpo con Lev, y eso era aterrador para una mujer que necesitaba un equilibrio absoluto en su vida.

– Está bien -susurró contra la suavidad de su piel-. Estás a salvo conmigo.

Lo decía en serio. Ella era tan inocente. Tan inteligente. Tenía una núcleo de acero, aunque era frágil y vulnerable… demasiado. Los que la amaban lo reconocían. Él no se acordaba de la inocencia, el resplandor o la vulnerabilidad, pero ella de alguna manera se lo devolvía. Había leído su archivo y sabía que era capaz de ser violenta, sabía de otros que habían interpretado mal su incapacidad de arreglárselas con los sonidos y su entorno. Había necesitado ayuda y nadie se la ofreció hasta que Blythe y las otras intervinieron. Por esa razón, siempre… siempre… las protegería y vigilaría. Por esta mujer.

Ascendió a besos por la estrecha caja torácica hasta la parte inferior de los pechos, subiendo el fino top mientras lo hacía de manera que quedó remangado sobre los pezones. Sintió el temblor que la recorría y su corazón respondió con una extraña sensación emotiva. Su cuerpo estaba duro y lleno, más de lo que había estado jamás. Sentía una urgente necesidad de alivio, pero sabía que era su alma haciéndole el amor a ella. Su alma necesitaba su resplandor e inocencia. Sabía que estaba tan atado a ella como Rikki lo estaba al agua.

El centro de su palma izquierda latía y dolía, enviando una reacción en cadena a través de su cuerpo de manera que su erección aumentó aún más. Estaba agradecido de no llevar ropa, porque la manta ya le molestaba sobre la piel. La quitó, levantándola para sacarla de debajo de ella, así podría apartarla de él y tan sólo quedarían las sábanas frescas y la lluvia en el exterior.

Deslizó el muslo sobre los de ella, inmovilizándola mientras subía la mano desde el brazo hasta el hombro, simplemente para memorizar su tacto. Cerró los ojos para saborear su suavidad. La mano siguió subiendo hacia el cuello, el rostro, y se quedó quieta, agarrando con la mano el espeso y salvaje cabello. Capturó el suspiro entrecortado cuando sus labios la tomaron. Había practicado el sexo, pero ésta era la primera vez que haría el amor y quería experimentar cada sensación.

La deseaba tanto que sus pulmones ardían por falta de aire y sentía el pecho oprimido. Tenía miedo de que le explotara el corazón, y si no el corazón, definitivamente el pene. Sus besos eran como una droga enviando fuego a través de sus venas. Nunca tendría bastante de esa suave y perfecta boca. La besó una y otra vez hasta que estuvo fundida con él, los débiles jadeos se convirtieron en pequeños ruegos.

Sólo entonces la besó en el cuello, ese cuello vulnerable con el que había fantaseado más de una vez. Su piel tenía ese aroma de lluvia recién caída que había llegado a relacionar con ella y se alimentó de ello, utilizando la lengua y los dientes, mordisqueando y atormentando, dándose el gusto mientras ella se movía contra él incansablemente, sus pechos subiendo y bajando contra su torso.

La necesidad era un monstruo rabioso en él, clavando las garras en su vientre e ingle, mientras el amor mantenía su toque suave. ¿Los otros hombres se sentían así? Nunca había creído en el amor hasta Rikki. Ella borró cada mal lugar en el que había estado… cada cosa mala que había hecho. Ella tomó todas las piezas rotas y de alguna manera las encajó juntas. Pensaba de sí misma que estaba dañada, pero en realidad, él era el único perdido.

La besó hasta la parte superior del top, descansando posesivamente una mano sobre su estómago. Sintió los músculos contraerse, y se tensó mientras él descendía la boca hacia el pezón a través de la delgada tela. Movió las caderas bruscamente y se estremeció, envolviendo los brazos alrededor de su cabeza.

– Lev. -Tenía la voz rota, una mezcla de placer, temor y hambre.

Él succionó durante un instante, y luego retrocedió, mordisqueando con los dientes, sintiendo la contestación a la pregunta en los temblores que recorrían el cuerpo de ella.

– Nunca soñé tener una mujer como tú, Rikki. Nunca. Jamás imaginé que pudiera querer o tener una mujer propia y mucho menos que se sentiría así.

Le susurró las palabras. Ella le había dado un regalo que no tenía precio y todo lo que él tenía para devolverle era su fidelidad, su amor y sus palabras. Ni siquiera podía darle su nombre de verdad, no sin ponerla en peligro a ella y a sus hermanos. Tendrían que vivir con Hammond, no Prakenskii, y si Dios existía, Lev esperaba que Él lo entendiera. Lev le quitó el top por la cabeza y lo arrojó a un lado, bajando la cabeza inmediatamente hacia el pecho tentador. El placer lo estremeció cuando ella se arqueó hacia él, empujando el pecho más dentro de la calidez de su boca. Empezó a succionar el pezón sensible, utilizando el filo de los dientes con delicadeza mientras ella ondulaba las caderas contra él.

Con mucho cuidado le bajó los pantaloncitos cortos de chico por las largas piernas. Ella cooperó, levantando las caderas, casi sollozando, haciéndolos a un lado, y su cuerpo se puso más caliente bajo la deambulante mano y la pericia de su boca. Ella era increíblemente suave, su cuerpo terso como la seda y cada vez que gritaba su nombre, se hundía más profundamente en su hechizo.

Le atormentó el pezón con la lengua, un roce aterciopelado que la hizo gritar y agarrarle el pelo con ambas manos. Abrió los ojos para mirar en el interior de los de ella. Esos enormes ojos eran negros como el mar más profundo, donde había estado tan perdido. Todavía andaba perdido, pero estaba a salvo con ella. Parecía un poco aturdida, como si él la pudiera drogar con su toque. Inclinó la cabeza, todavía observándola, y le lamió el pezón como a un helado de cucurucho. El cuerpo entero de Rikki se estremeció y alzó las caderas para empujar fuertemente contra él.

Deslizó la mano arriba y abajo por el muslo de ella con cortas pinceladas, acariciando esa piel sedosa, alrededor de la cadera subiendo hacia la parte inferior de sus nalgas. Ella abrió los ojos de par en par y la respiración se le atascó en la garganta. Él tomó un pezón entre los dientes y lo mordió muy suavemente, todo el tiempo mirando las negras e inconmensurables profundidades de sus ojos.

Le encantaba observar su reacción. Se estaba entregando a él, poniéndose en sus manos y ofreciéndole una respuesta genuina que valía todo el dinero del mundo. Deslizó la mano alrededor del calor húmedo entre sus piernas, cubriendo el sedoso triángulo de su montículo con la palma de la mano. El color le subió lentamente por el cuerpo, ruborizando sus pechos, su cuello y el rostro. La respiración se le volvió irregular y entrecortada.

¡Lev!

Ahí estaba otra vez, su nombre susurrado dentro de su cabeza. Un gemido de necesidad, un sonido embriagador que le hizo vibrar la polla y sacudirse de necesidad.