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Utiliza tus palabras, Rikki. Aconsejó la voz de una mujer.

Su madre, y esto era un recuerdo que a menudo la consolaba. Meció su cuerpo un poco, mientras el recuerdo de su madre sujetándola con fuerza, poniendo presión en su pecho cuando ella sentía el cuerpo flotando, salió a la superficie.

– No sé qué se supone que debo hacer.

Sonó tan desesperada, que el corazón de él dio un vuelco, pero permaneció en silencio. Ella abrió los ojos para mirarlo. En el momento que su mirada conectó con la de él, éste oyó sus pensamientos. Ese rostro, de facciones duras, fuertes y tan hermosas. Sus ojos. Tan azules como su querido mar. Su tierna expresión. Se sintió aliviado que ella se consolara con su presencia y no deseara que se fuera.

Le envolvió el brazo alrededor de la cintura y movió su cuerpo con su tranquila fuerza, poniéndola cerca de él.

– Aquí no hay reglas, Rikki.

Abrió los ojos de par en par y un pequeño jadeó escapó.

– No. No, tiene que haber reglas. Siempre hay reglas. ¿Qué hago? No lo sé.

– Antes, ¿qué hacías con Daniel? -No quería traer el recuerdo del hombre a su mente, no después de lo que habían compartido, pero tenía que encontrar la manera de calmarla.

– Me iba. Me levantaba y me iba, rápido, volvía a mi casa. -Miró alrededor-. Pero esta es mi casa, tú también vives aquí y no sé qué hacer.

Sonaba tan confundida y vulnerable que le dolía el corazón.

– ¿Recuerdas lo que nos prometimos? -le preguntó, arreglándole los mechones de pelo alrededor de la cara-. Que haremos nuestras propias reglas. Digo que nos abracemos y hablemos hasta que estemos demasiado cansados para permanecer despiertos, o lo suficientemente recuperados para hacer el amor de nuevo.

Ella parecía genuinamente conmocionada pero también más que un poco interesada.

– ¿Otra vez?

– ¿No te atrae la idea? -Deslizó la mano bajo la manta y le acunó el pecho, deslizando el pulgar sobre el pezón, atormentándolo hasta ponerlo de punta.

Le ofreció un oscuro ceño.

– Por supuesto que me atrae la idea, pero nunca me leí las reglas del sexo. ¿Hay un número determinado de veces al día o a la semana?

Le sonrió y tomó posesión de su boca. La besó larga y profundamente y con suficiente maestría para mantener la lengua de ella bailando con la suya. Adoraba el modo en que se entregaba a él. Sin vacilaciones cuando la tocaba. Le mordisqueó los labios y le pellizcó la barbilla antes de responder:

– Dos individuos al compartir sus vidas juntas tienen sexo cuando lo eligen. Puede ser lento y tierno o salvaje y loco. Pero debería ser una expresión de amor. Y en esto confía en mí, Rikki. Te quiero. Cuando te estoy tocando, te estoy amando.

Descendió a besos por su garganta hacia el lateral del cuello. Su pulso revoloteó como las alas de un pájaro y luego empezó a palpitar con alarma bajo sus labios. Él le acarició el pelo suavemente, el temor se deslizó en su mente ante el pensamiento de lo que ella significaba para él. Sabía que se estaba comprometiendo del todo con ella, a una nueva vida, pero todavía estaba captando vistazos fugaces del mundo de ella, del interior de su mente.

Ella era frágil y vulnerable de maneras en que los otros no eran, y aún así sorprendentemente valiente y fuerte. Él sabía que nunca querría estar sin ella. Y no quería dar un traspié, disgustarla sin saber lo que estaba haciendo.

– ¿Así que simplemente nos quedamos en la cama? -Su mirada buscó la de él.

– Está bien, laskovaya moya, nos quedaremos juntos en la cama. ¿Te importa si me doy el gusto?

Ella le ofreció ese adorable pequeño ceño de concentración de nuevo.

– ¿No sé qué significa eso?

– Quiero explorar lo que es mío. Me gusta tocarte.

– No creí que me gustara -le reconoció-, pero hazlo.

– ¿Te gusta tocarme?

Una pequeña sonrisa tironeó de las comisuras de la boca de ella.

– Te doy un masaje casi cada noche.

– Me has tocado por todas partes excepto en el pene, Rikki. ¿Tienes miedo de tocarme allí?

Se tocó con la lengua el labio inferior.

– Tal vez. Un poco. No quiero hacerte daño. Sabes, podría hacerlo mal.

– Soy tuyo, Rikki. Mi cuerpo es tuyo. Quiero sentirte tocándome. Quiero tus manos y tu boca sobre mí. Dándome el mismo placer que te he dado.

Ella se impulsó hacia arriba sobre un codo, la manta se deslizó bajo el pecho.

– Quieres decir que si te toco…

– O me chupas -la interrumpió.

– ¿Puedo hacerte sentir fuera de control por el placer?

Él asintió con solemnidad. La idea de su boca de ensueño sobre él ya lo estaba haciendo sentir un poco fuera de control y su cuerpo ya estaba despertándose a la vida ante el pensamiento.

– ¿Cómo es que no sabes eso? -Su prometido no se tomó nada de tiempo con ella.

Ella se encogió de hombros.

– Nunca me interesó el sexo. No aprendo cosas que no me interesan. Pero ahora estoy interesada. -Se giró hacia él.

Lev todavía estaba tendido encima de las sábanas arrugadas. Las otras mantas habían caído al suelo hacía mucho rato. Ella dejó que su manta de consuelo hiciera lo mismo, arrodillándose sobre él, estudiando su cuerpo. Conocía íntimamente cada centímetro, ya que le había dado masajes cada noche, pero nunca había explorado su virilidad. Era larga, fuerte y gruesa, y ella se había visto atraída por la visión de él desnudo y henchido muchas veces. Nunca intentó ocultarle una erección, y ella se había acostumbrado a verlo duro y empalmado.

Rikki pasó una caricia experimental sobre la amplia y henchida punta de su polla y el cuerpo de Lev se agitó. Él jadeó. Ella sonrió. Intentó estar tendido inmóvil para ella. Sus manos acunaron el peso de sus pelotas. Ella fue con mucho cuidado, rodándolas, acostumbrándose a sentir la textura. Él apenas podía respirar esperando lo siguiente que vendría. Rikki estaba muy concentrada en lo que estaba haciendo, igual que hacía a menudo cuando estaba fascinada con algo. A Lev le gustaba que su cuerpo la fascinara.

Al principio, era Rikki, completamente cautivada y envuelta en su exploración así que, durante un rato, estuvo enteramente concentrada en sentir y en el mecanismo de su experimentación. Él apretó los dientes e intentó simplemente dejarle tener el control. Tenía una sensualidad natural que lo conmocionaba, y cuando empezó a utilizar la boca y la lengua, la respiración abandonó su cuerpo en una ráfaga explosiva.

Todo su entrenamiento no parecía funcionar con ella. No importaba que no tuviera experiencia; lo compensaba con su fruición, en la manera que disfrutaba del gusto y textura, en la manera que se sumía en hacerle pulsar y agitarse bajo sus servicios. Al final cedió con un gemido y le guió la cabeza con las manos, los ojos completamente abiertos, observándola. Sin duda alguna la encontraba la mujer más sexy que jamás había conocido. No pasó mucho rato antes de que pudiera decir que no iba a durar mucho más.

Con mucha delicadeza la detuvo, necesitando sentir la seda caliente y apretada de su calor abrasador.

– Móntame a horcajadas -le ordenó.

Rikki le obedeció, y respiró profundamente, Lev empujó hacia arriba cuando ella bajaba sobre él. Notó desplegarse su entrada, un fuego exquisito lo rodeó. Empujó y ella tembló, brindándole ese suave y sexy gemido que él tanto adoraba. Necesidad. Estaba viva. Respirando en él, clavándole las garras, robándole el corazón y la mente. Necesitaba a esta preciosa mujer entregada. Era tan malditamente sexy, entregada y generosa.

Él levantó las caderas incluso mientras alargaba la mano hacia arriba cubriéndole los pechos, reclamándola. Reclamando su cuerpo. Queriendo sentir su corazón latiendo en la palma de la mano.