– Cabálgame, lubov moya -le susurró y tironeó de sus pezones, sintiendo el torrente de calor que bañó su polla en respuesta.
Ella tenía el pelo despeinado y salvaje, de la manera en que a él le gustaba, las mechas besadas por el sol más oscuras por la humedad. Había un brillo sobre su piel ruborizada, y sus ojos estaban brillantes y vidriosos. Le encantaba poderle hacer aquello a ella, traerle ese cambio, el color intenso, la áspera respiración entrecortada y los suaves gemidos musicales.
Mantuvo el ritmo cambiante, sólo para oír su jadeo, oír esos pequeños susurros asombrados mientras la penetraba. Tenía las manos en sus caderas, conduciéndola hacia abajo para sentarla sobre él más y más profundo cada vez. Sintió el caliente apretón de su cuerpo mientras lo rodeaban los músculos sedosos, agarrándole como un torno. Ella se estremeció y la primera fuerte ola se movió sobre ella, tomándola. Él incrementó los empujes, yendo hacia arriba dentro de ella, sujetándola a él, queriendo explotar con ella. El éxtasis abrasador y ardiente lo cubrió, dejándolo sin sentido durante unos pocos y dulces instantes.
Rikki se llevó su pasado, tomando cada cosa mala y simplemente borrándola. Flotaba en ese mar de vacío. En algún lugar, en algún momento, cuando su mente empezó a funcionar de nuevo se dio cuenta que no era de vacío… era de amor y él lo tenía. Y lo estaba guardando.
Se estiró hacia arriba y le atrapó la cabeza con ambas manos, bajándola sobre él y así poder besarla larga y profundamente. Con mucha delicadeza la ayudó a salir de encima de él y la convenció de acostarse a su lado. Estaba exhausta, y ahora venía la parte en que ella se sentía incómoda e insegura. Arrastró su manta sobre ella y la envolvió.
– Me quedo, Rikki. Sólo para que lo sepas. -Podía decir que ella estaba a la deriva un poco por el peso de la manta y el sonido de la lluvia a través de la ventana abierta.
Ella sonrió con los ojos cerrados.
– Quiero que te quedes.
– Rikki -susurró, abrazándola cerca, con la boca en su oído-. Cuando mejore el tiempo, vamos a salir juntos en barca. Puedes bucear y yo descansaré y disfrutaré de las vistas.
Ella se agitó, sus pestañas revoloteando.
– No puedes salir en mi barco.
Él la besó desde la boca hasta el pecho, la lengua dando golpecitos en la apretada y pequeña protuberancia. Ella gimió y le puso una mano en el pecho como si protestara, pero giró el cuerpo hacia él, dándole un mejor acceso. Él chupó durante un minuto o dos, con la mano libre masajeándole las nalgas.
– Estaré tranquilamente sentado. No tocaré nada -le prometió.
Ella hizo un ruido gruñón, pero no lo miró y sus pestañas se calmaron. Le besó el pecho, atormentándolo con los dientes.
– Lev, puedes despertarme en una hora. -Su voz era tan somnolienta que su pene hizo un leve intento de despertarse a la vida de nuevo.
– Quiero verte trabajar. Tienes un aspecto caliente con tu equipo de buzo.
Ella suspiró.
– Si me despiertas en una hora, te dejaré ir en mi barco. Pero no toques nada mientras estés en él.
– ¿Ni siquiera a ti? -la provocó.
Ella sonrió sin abrir los ojos.
– Tal vez te deje tocarme.
Él la beso en el pecho y curvó el cuerpo alrededor de ella antes de poner el despertador. Pasó una hora.
Capítulo 14
– No puedo creer que haya caído en el truco más viejo del mundo -dijo Rikki, mirando a Lev de refilón antes de volver su mirada a la estrecha cinta de asfalto encima del océano.
La autopista 1 estaba desierta a esa hora temprana de la mañana, y generalmente tenía la carretera costera para ella sola. El mar chispeaba atractivamente con el sol apenas arriba y la alegría ya se esparcía por ella. El entusiasmo prestaba una nota de excitación a su tono, pero como siempre, conducía despacio, controlada, consciente de la velocidad.
Lev miró deliberadamente al velocímetro y asumió un aire inocente.
– No tengo la menor idea de lo que hablas.
– Sexo. Has logrado abrirte camino a mi barco utilizando sexo.
Él rió suavemente.
– Cualquier medio, lyubimaya moya. -No estaba para nada arrepentido-. No iba a dejarte salir al mar sin mí. ¿Quién sabe qué podrías encontrar en el océano?
Ella no pudo evitar reír ante la implicación.
– ¿Piensas que suelo sacar a hombres extraños del mar y llevarlos a mi casa?
– No voy a correr ningún riesgo.
Ella rió y sacudió la cabeza mientras giraba en el camino que llevaba al puerto.
– Me encanta el olor de los eucaliptos. El olor significa que estoy cerca de mi barco.
– Cuando lleguemos al parking, quédate atrás, Rikki, y déjame comprobar el barco.
La diversión se destiñó instantáneamente y se puso tiesa.
– El Sea Gypsy es mío. Soy el capitán. Si piensas que algo está mal, soy yo quien va a ir a bordo primero y comprobarlo, no tú.
– La protección es mi campo de experiencia. No te digo cómo hacer tu trabajo -dijo, y su voz se suavizó infundiendo miedo.
Ella lo miró a la cara. Él tenía la mandíbula apretada. No terco. Implacable.
– Sabía que ibas a ser así. Lo sabía. -Golpeó el volante con fuerza con la palma de la mano-. Te dije que no ibas a tomar el control.
Él se encogió de hombros de una manera fluida y casual que sólo lo hizo parecer más grande, más fuerte y más dominante. Consideró el tratar de echarlo del camión mientras conducía. Quizá rodara por la ladera escarpada directamente al río.
– Comparto tus pensamientos -le informó él.
Ella le envió su ceño más negro.
– Entonces sabes que no estoy de humor para perder el tiempo con nadie. Nadie toma el control de mi barco. Ni siquiera si es el mejor amante del mundo. Especialmente no el mejor amante en el mundo. Él ya piensa que es todo eso.
Lev se encontró riéndose. Ella hablaba en serio, eso era lo que le asombraba de ella. Ni siquiera pensaba que le estaba haciendo un cumplido. Estaba demasiado molesta con él para mimar su ego. Simplemente pensaba que él era el mejor amante del mundo, pero para ella, ella era el capitán y él no iba a adueñarse de su barco. Poco sabía ella que a él no le preocupaba tomar el control del barco, sólo de la capitana.
Se inclinó y besó el cuello vulnerable. Una vez hubo comenzado, fue un poco difícil resistirse a besarle la piel suave una y otra vez. Y dado que estaba allí, un pequeño pellizco estaba en el orden del día para poder utilizar la lengua para aliviar la picadura.
– Chocaré si sigues haciendo eso. Eres una distracción.
Él rió otra vez ante su observación práctica.
– ¿Soy una distracción? Obviamente debo esforzarme más.
Ella le dio un codazo y le echó un vistazo por debajo de las largas pestañas.
– ¿Vas a comportarte así todo el día? Porque probablemente te tiraré al océano.
Él flexionó los músculos.
– Estoy deseando que lo intentes. Quizás sea divertido.
Incluso mientras le tomaba el pelo, estaba en modo supervivencia, su mirada barriendo todo el Puerto Albion. Había una única caravana pequeña en los terrenos, aunque nadie a la vista. Ella condujo por el parking a la dársena. Eran los primeros, como habían esperado.
Antes de que pudiera salir del vehículo él le agarró de la muñeca, toda la diversión se había ido.
– Él podría haber estado aquí, Rikki. Es igual de fácil amañar un barco para incendiarlo como quemar tu casa. Es aquí donde yo elegiría golpearte, si quisiera matarte. Necesitaré comprobar el motor y tu compresor de aire antes de que tú toques nada. Y cuando te diga que te bajes del barco, te mueves. Capitán o no, tu vida es más importante que nada.
Ella se sentó muy quieta, la expresión ilegible. Las pestañas velaron sus ojos así que fue imposible ver sus oscuras profundidades, pero él sintió el pequeño temblor que la atravesó.