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– No tengas miedo, Rikki. No permitiré que nada te suceda.

Levantó las pestañas y el impacto de esos ojos oscuros le golpeó. No había temor, sólo una ira profunda que ardía allí.

– Quiero que venga tras de mí. Todos estos años que creí que quizás yo había matado a mis padres y a Daniel. Hizo que yo y todos creyeran que había algún monstruo acechando en mí que escapaba cuando dormía. Cuatro casas fueron destruidas, vidas de personas, todo lo que poseían y mis padres… -Sacudió la cabeza y los ojos destellaron con una promesa oscura-. Yo no huyo.

Él deslizó el brazo por el respaldo del asiento y curvó los dedos alrededor de su cuello.

– No, pero estaremos listos. Estaremos preparados y seremos cuidadosos. ¿Correcto?

Estuvo silenciosa un momento tenso, sentada recta y sin relajarse contra él. Lev esperó pacientemente. Le llevó unos minutos permitirse relajarse contra los dedos que le masajeaban. Él permaneció tranquilo, simplemente esperando, había aprendido paciencia hacía mucho. Quería que Rikki confiara en él y sabía que ella no se rendiría tan fácilmente. Se había hecho cargo de su propia vida y encontrado un modo de vivir dentro de un mundo que le era extraño. No confiaba o le gustaba la autoridad, que era la única razón por la que no le había entregado a la policía. No tenía que empujarla. Tenía que tomar sus propias decisiones y él deseaba que le escogiera a él todas y cada una de las veces.

Rikki suspiró suavemente y reclinó la cabeza, girando para mirarlo otra vez.

– Puedo cuidar de mi misma. ¿Lo sabes, verdad? Me he construido una buena vida aquí, Lev. Me gusta estar contigo, pero no quiero que pienses que necesitas cuidar de mí. Puedo ser diferente, pero puedo pensar por mí misma.

Él trató de no respingar ante la palabra “gustar”. Quería que ella amara estar con él. No podía imaginarse no despertar con su suave cuerpo a su lado, o su cara con esos increíbles ojos y la boca sexy y generosa. Reconoció que quizás la necesitaba un poco más de lo que ella le necesitaba a él, pero no estaba tratando de poseerla. Sólo protegerla. Y había una diferencia.

– ¿Te he hecho sentirte así?

Ella se mordió el labio, el ceño había vuelto.

– No realmente. Sólo creo que es importante que sepas que puedo cuidar de mí misma y tomar mis propias decisiones.

– Te respeto, Rikki. Si te he hecho pensar de otra forma, de cualquier manera, entonces me disculpo. Tengo una cierta pericia que espero escogerás utilizar, eso es todo. Estás tan acostumbrada a hacerlo todo sola que puedes olvidar que puedo ayudarte. -Iba a localizar y a matar al bastardo, pero ahora no parecía el momento oportuno de decirlo.

Ella asintió.

– Entonces está claro. No me gusta utilizarte. Estás comenzando una nueva vida. La última cosa que necesitas hacer es tratar con algún loco que ha decidido matarme por algo que hice cuando tenía trece años. -Abrió la puerta y se deslizó fuera.

Lev hizo lo mismo, rodeando la parte trasera del camión para ayudar con el equipo.

– ¿Recuerdas a alguien terriblemente molesto contigo?

Ella se echó a reír.

– Odio decirte esto, Lev, pero casi todos estaban molestos conmigo. No los miraba. Me negaba a hablar la mitad del tiempo. Sólo quería que todo el ruido se fuera. Si era demasiado malo, tenía rabietas violentas. Mis padres eran los únicos que me gustaban. No tengo la menor idea de si desairé a alguien o herí sus sentimientos. Pasé gran parte del tiempo tratando de sobrevivir sin perder el juicio.

La siguió por la dársena hasta que llegaron al Sea Gypsy. Agradeció que no saltara a bordo. Ella estudió el barco primero, mirando cuidadosamente antes de dar un paso a bordo.

– No creo que nadie haya subido. Generalmente, puedo decir si alguien ha estado fisgando. Aunque verificaré el motor y el compresor de aire, sólo para estar segura. He desarmado el motor yo misma y sabré si alguien lo ha tocado.

La creyó. Ella ya había asumido un aire de suprema confianza y autoridad, como si en el momento en que sus pies tocaron la cubierta fuera una persona diferente y quizá lo era. La había visto primero bajo el agua, los ojos fieros y decididos, sosteniendo su vida en esas profundidades oscuras, y había estado igual de fiera a bordo del barco.

– Vamos, entonces. Me gustaría salir de aquí antes de que alguien más aparezca. Cuantas menos personas me vean, mejor. -Se frotó la mano sobre la barba de la cara. Nunca había usado barba y la sentía extraña, pero le cambiaba la apariencia.

– Deberías haberte quedado en casa como te dije.

– ¿Y ser un hombre mantenido? Creo que no. Tengo mi orgullo.

Ella se detuvo mientras efectuaba su comprobación rutinaria del equipo para dirigirle un bufido burlón.

– Tienes más dinero del que yo tendré en toda mi vida. Sólo querías venir a bordo de mi barco. -Entrecerró los ojos-. Y si estás considerando un motín en alta mar, no vacilaré en tirarte por la borda.

– Estaba considerando la idea de sexo en el mar. Mucho sexo. Pienso que el aire fresco me da ideas.

Ella rió y sacudió la cabeza, dando un paso por delante de él para escudriñar el compresor de aire.

– Aquí trabajamos, no jugamos.

Adoraba mirarla, especialmente allí con el sol temprano de la mañana brillando sobre ella. El día era fresco pero limpio, con poco viento, y el agua parecía estar chispeando dondequiera que el sol la golpeara. Estaba perdida otra vez, atrapada por el agua, pero esta vez estaba bien. Él podía contemplarla, mirarla sin estorbos, ver la manera suave y eficiente con que se movía a bordo, escuchar el modo en que tarareaba, dudaba que ella advirtiera que estaba tarareando. Sí, estaba en su elemento y él se había convertido en parte del barco.

Sonrió, dándose cuenta de que lo había aceptado a bordo tanto si lo sabía como si no. Sería agudamente consciente de él, sintiéndose como si él estuviera fuera de lugar, en su espacio, si no lo hiciera. Como fuera, ella se movió del compresor de aire al motor, él miraba su rutina, memorizando con cuidado, agregándolo como un esquema a los mapas y a los cianotipos almacenados en su cerebro. Se mantuvo fuera de su camino y cambió la atención puesta en ella a la seguridad de ambos.

Ella obviamente sabía lo que hacía con respecto a su motor y compresor de aire, y los repasó a ambos con cuidado, dejándolo a él para que volviera a revisar que no tenían a ningún acechador. Él se estiró con su mente, expandiéndose fácilmente, enviando su llamada a los pájaros arriba y abajo del río, en el puerto y en los islotes del mar que se alzaban por encima del agua. En respuesta, salieron volando en una gran migración. Había tantos que Rikki rompió su concentración para mirar como el aire se llenaba de variadas especies. Estaban a la vista, trazando círculos sobre los precipicios y el puerto, sobre la carretera e incluso sobre la playa de arena.

Los pájaros se llamaron mutuamente y llenaron la cabeza de Lev con información sobre la ubicación de cualquier hombre solitario en la vecindad circundante. Uno parecía ser un pescador y el otro estaba sentado en un peñasco sobre la playa. Lev distinguió al cormorán que había empujado la imagen de la figura oscura en su cabeza, luchó por controlarlo y lo logró, elevándose alto con el pájaro, dirigiéndole para que rodeara el peñasco y poder ver al hombre por sí mismo. Ropa vieja, barba blanca y una botella vacía de whisky daban la clara impresión de que el observador había pasado la noche en el risco. A su lado había una manta harapienta y acurrucado sobre ella, un perro. Liberó al pájaro y esperó, respirando hondo para orientarse.

Sintió los ojos de Rikki sobre él y levantó la mirada para fijarla en esas profundidades oscuras. Ella tenía cuerdas en las manos y una expresión extraña en la cara.