– Nos dirigimos fuera del puerto, podrías querer poner atención.
– Dame otro minuto.
Ella sabía que él tenía algo que ver con los pájaros. Probablemente sentía el aumento sutil de poder sin darse cuenta de lo que era. Permaneció muy quieta, su cuerpo oscilando con el barco inconscientemente, como si estuviera ya mar adentro y cabalgara las olas. Él adoraba esa calma en ella, la falta de preguntas, la aceptación. Ella le miró sin parpadear. Le tomó un poco más enviar su mente a lo alto y encontrar al otro pájaro que había visto al pescador.
Una vez más, el hombre parecía suficientemente genuino, sentado en un pequeño barco en el borde del risco. Pero parecía que no era lo bastente bueno. Puso a sus observadores a espiar al hombre y les ordenó que fueran a contarle si el hombre se movía de su lugar y se dirigía tras ellos. Le sonrió. Ella no se había movido, aparentemente hipnotizada por él.
– ¿Nos vas a sacar de aquí? -Hizo gestos hacia el parking donde otro camión había aparcado.
Ella se giró bruscamente sin una palabra y agarró el timón. Parecía formar parte del barco, una mano en el timón, el pelo flotando en la brisa mientras avanzaban lentamente por las aguas tranquilas del río hasta pasar bajo el puente Albion al océano. Él sabía que debería haber estado admirando toda esa madera y metal que atravesaba la boca del río, y era una hermosa vista en las horas tempranas de la mañana, pero todo lo que podía ver era a Rikki.
Estaba transformada. Había pensado que estaba hermosa en la cama, piel suave ofrecida como un sacrificio, pero aquí formaba parte del mar, salvaje y libre y muy segura de sí misma. Tanto como adoraba a Rikki por su inexperiencia y buena voluntad por complacerle, estaba intrigado por este lado de ella, tan segura, desde los rápidos movimientos fluidos al idioma de su cuerpo, a la mirada absorta en la cara cuando miraba fijamente al agua.
Todo lo que podía pensar era en acercarse detrás de ella y tomarla allí mismo, mientras les llevaba sobre el agua. La próxima vez, le haría llevar una larga falda sin ropa interior, así podría simplemente levantar el dobladillo y enterrarse profundamente. Podrían moverse con la subida y la caída del barco, un ritmo apacible, o si golpeaban una pequeña ola, con fuerza y…
Ella giró la cabeza y lo miró por encima del hombro, la especulación en los ojos.
– No estoy segura de que puedas con la tarea. -La risa se derramó antes de girarse para volver a mirar al mar.
El corazón se le contrajo con violencia en el pecho, la emoción por ella tan fuerte que era casi dolorosa. Era agradable saber que él no era parte del paisaje y que ella había escogido permanecer conectada a su mente. Necesitaba la intimidad, incluso si ella no. Rikki era brillante y chispeante, como si la luz estuviera en su interior, mostrándole la salida de las sombras.
– Pienso que eso es un desafío -logró contestar, pero más que anhelo físico por ella, era el conocimiento de certeza en su decisión. Estaba arriesgándolo todo, tirando por la borda todo lo que había sido, quién era en esencia, pero ella lo valía.
Otra vez ella le echó un vistazo por encima del hombro antes de girarse para mirar directamente al agua mientras aceleraban hacia su destino.
– Eso no es exactamente la verdad, Lev.
Se estaba volviendo experta en telepatía; tendría que ser más cuidadoso en proteger sus pensamientos. Sabía que ella estaba allí, pero se estaba volviendo familiar, ya parte de él, como si se hubieran absorbido de algún modo el uno al otro.
– Sí, lo es. Bien vales el riesgo.
Ella le envió una pequeña sonrisa, sus ojos terciopelo suave.
– Tonto. Por supuesto que lo valgo. No esa parte. Quién eres es lo mismo. Esto siempre ha sido quién eres realmente, sólo que nunca te permitiste sentir nada. Eras un niño cuando te tomaron y te entrenaron. Eres un buen hombre, Lev, tanto si lo crees como si no. Estoy dentro de tu cabeza y yo veo quién eres. Siempre has sido bueno.
Él miró la costa mientras la seguían, alzando la mirada ocasionalmente al cielo, a los pájaros, mientras le daba vueltas a esas palabras una y otra vez en su mente. Ya no sabía la verdad, ¿y realmente, importaba? Le habían dado una segunda oportunidad y la estaba agarrando con ambas manos.
Permanecieron silenciosos, disfrutando del sol de la mañana brillando sobre el agua. Desde la atalaya de un barco, la vista de la costa era muy diferente. Vio agujeros atravesando grandes masas de piedra, islotes en el mar donde todo tipo de pájaros hacían sus casas, descansaban o anidaban. Los pájaros se zambullían en el mar para pescar, y las focas sacaban ocasionalmente las cabezas o descansaban sobre sus espaldas, mirando al Sea Gypsy con curiosidad.
Algo grande se movía al costado de ellos, cortando fácilmente el agua, y vio a Rikki sonreír y echar un vistazo. Un géiser de agua erupcionó al lado del barco, haciendo caer gotas sobre ellos. Se rió en voz alta.
– Nos acaba de hacer una invitación para jugar.
Él levantó una ceja.
– ¿Invitación a jugar? ¿Con eso? -Miró el cuerpo inmenso y aerodinámico moviéndose fluidamente por el agua. La ballena gris tenía que medir sus buenos trece metros de largo y pesar aproximadamente de treinta a cuarenta toneladas. La cola se alzaba fuera del agua. Medía de tres a cuatro metros y estaba profundamente cortada en el centro.
La ballena desapareció bajo el agua otra vez. Localizó más sombras en el agua. Rikki ralentizó el barco y luego lo permitió andar al ralentí mientras se agachaba sobre el agua, hundiendo la mano ahuecada y disparando el líquido en un largo arco sobre la superficie. Mientras lo hacía, comenzó a cantar suavemente, para que las gotitas de agua se cernieran en el aire, formando una larga cadena.
Lev contuvo la respiración, consciente de que estaba a punto de presenciar algo que probablemente nadie más que Rikki había visto jamás. Sintió que la energía crecía bajo ellos. El barco se meció. Se estiró para tocarla, colocando la mano suavemente en su nuca, queriendo la conexión física incluso mientras empujaba su mente en la de ella.
La conexión íntima, tan profunda, tan fuerte, le sacudió, la sensación era tan grata como hacer el amor con ella. Su calor le rodeaba, femenino y suave, sin ningún borde afilado. Fundirse no era exactamente la misma cosa que leer sus pensamientos. Estar dentro de ella, compartir su mente, trajo un fuerte dolor y una necesidad que siguió creciendo más fuerte. Por un momento el aliento ardió en sus pulmones y el corazón palpitó con fuerza. Imágenes eróticas jugaron por su mente compartida y permitió que las ondas de placer se vertieran sobre él.
Todo el tiempo mantuvo la mirada fija en esa cadena de agua sostenida a treinta centímetros por encima de la superficie del mar. Sin advertencia, la cola se disparó por el agua, golpeando la cadena. Riéndose, Rikki la hizo bailar fuera de su alcance. Él podía sentir el modo en que ella anticipaba los movimientos de la ballena por la fuerza de la energía que se vertía desde debajo de ellos. Ella no hacía trampas, mantenía la cadena a la misma distancia de la superficie. Lev divisó varias ballenas espía, saltando fuera del agua con esas cabezas estrechas y rematadas en punta, mirándole como si sonrieran. Las manchas grises y blancas cubrían la piel más oscura junto con percebes blancos. Las ballenas eran criaturas inmensas y elegantes, emigrando por la costa del pacífico desde las aguas árticas hasta las lagunas de Baja, donde estaban las zonas de apareamiento y cría.
Miró como varios miembros de la manada jugaban al juego, tratando de ser la primera en golpear la cadena de agua con sus colas. Podía oír la risa encantada de Rikki, pero más, sentía el mismo placer, unido como estaba con ella. La conexión al mar era tan profunda en sus venas que podía jurar que la sangre de Rikki fluía con el ritmo de las olas. La alegría estalló por él, un extraño concepto tan raro que, al principio no tuvo la menor idea de qué era ese sentimiento indescriptible. Ella le había dado eso, el regalo de la felicidad.