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– Sólo dame la idea general.

– Los auxiliares, por regla general, hacen todo por encima del agua y el buzo hace todo por debajo. Lo más importante es recordar ir despacio. No hay emergencia a menos que yo te lo diga. Un tender hace lo que se le pide, nada más. No te inventes nada mientras esperas.

Se echó champú de bebé en las manos y se enjabonó las piernas, caderas y nalgas. No llevaba más que un tanga. Trató de no quedarse hipnotizado por la vista de las manos fluyendo por toda esa piel.

– Si todo por encima del agua es mi trabajo, debería estar haciendo eso.

Ella parpadeó, como si saliera de un trance y entonces sonrió.

– No tienes más que una idea en la cabeza. Y para mí es importante mantener mi rutina. No puedo desviarme. Una sóla cosa me sacude y mi mente entra en caos, pero más que eso, es un asunto de seguridad aquí.

– Lo tengo, nada de sexo en el barco.

– Yo no he dicho eso, sólo que no interrumpas mi rutina antes de zambullirme.

– ¿Entonces qué hago?

– Absolutamente nada. -La sonrisa se le desvaneció y lo miró directamente a los ojos-. No puedes tocar ni una cosa en este barco.

– Rikki. -Su voz fue suave-. Eso es tonto. Permite que te ayude. No tocaré nada a menos que me lo digas. Confías en mí con tu cuerpo, puedes confiar en mí con tus cosas. -Podía ver ella se estaba empezando a agitar, alterada por el cambio en su rutina-. Dame algo que hacer. Una cosa. Zambullirse es un trabajo agotador. Puedo hacer el trabajo básico.

Ella se deslizó en la parte de abajo de su traje de neopreno mientras pensaba en eso.

– Engancharé la bolsa a mi manga y la enviaré arriba. Cuando golpee la superficie, puedes recoger la bolsa, lentamente, lo cual me empujará arriba a mí también. Cuando la bolsa llegue al barco, asegura el gancho a la bolsa de erizos y desconecta la manga. Yo también vendré a bordo a descansar y a comer, o desearé otra bolsa. Si pido una bolsa me lo das antes de que acarrees el equipo a bordo. Primero llena el agujero de erizos con las bolsas. Una vez que esté lleno cubre las bolsas de la cubierta con el alquitranado de plata, el lado plateado hacia arriba.

– Puedo hacer eso.

Rikki se quitó la camiseta por encima de la cabeza y la dobló pulcramente sobre los vaqueros, indiferente a estar con el pecho desnudo, el sol de la mañana jugueteando sobre sus curvas esbeltas con una mano amorosa. No parecía advertir su estado de desnudez, pero él no podía evitarlo, su mirada vagó de manera posesiva, bebiendo de ella. Rikki era suya. Esta mujer salvaje e independiente era una mezcla de vulnerabilidad y valor. Habría pocas personas en su vida que apreciarían su rápida mente y su valor frente a los desafíos de un mundo en el que ella había nacido demasiado sensible para funcionar apropiadamente, pero se las arreglaba, labrándose una vida para sí misma contra las probabilidades imposibles.

Lev se encontró con la boca seca y el corazón palpitando. La luz giraba en torno a ella, convirtiendo su piel en suave crema y haciendo que sus enormes ojos parecieran aún más negros, más misteriosos y exóticos que nunca. Tenía ese pequeño ceño adorable en la cara que él había llegado a saber que significaba que estaba concentrada, luchando con su incapacidad para enfrentarse a los cambios en su rutina. Le gustaba que él fuera una de las pocas personas en las que ella confiaba en su vida, y adoraba que fuera el único al que permitiría en su barco o en su cama. Le pertenecía a él exclusivamente, y había satisfacción e incluso orgullo en eso.

– Lentamente -se repitió cuando pudo encontrar la voz-. Recojo la bolsa lentamente. Los erizos en su agujero primero y entonces si están en la cubierta los cubro con el alquitranado de plata, el lado plateado hacia arriba. Nada más, nada menos y me tomaré mi tiempo.

Ella se frotó champú de bebé en la parte superior del cuerpo, los dedos se deslizaron sobre la piel, los senos, la pequeña cintura. Era más erótico que nada que hubiera visto jamás.

– Es posible que alguien nos vea por aquí, Pesca y Juegos, y comprobarán tu licencia. Un tender se asegura de que los otros barcos permanezcan fuera del territorio de un buzo. Sigue el rastro donde tu buzo ha ido para que los otros buzos no entren en su territorio.

Sonriendo burlonamente, él miró al cielo. Esa parte sería bastante fácil. Nadie se acercaría a su buzo.

– Y deja de mirarme de esa manera.

– ¿Cómo?

– Como si estuvieras a punto de comerme.

Ahora su sonrisa fue toda para ella.

– Puedo, ya lo sabes. Cada mañana para desayunar. Aquí mismo en el barco. No importa. Podía volverme tan adicto a tu sabor como tú a la mantequilla de cacahuete.

Ella le envió una mirada por debajo de las pestañas que le hizo querer besarla. Cruzó los brazos y la miró tranquilamente mientras se ponía el traje y luego se enganchaba el cinturón alrededor de la cintura. Tenía los ojos como los tenía en el dormitorio. Le gustaba la idea tanto como a él.

– Eres un pequeño pervertido, lo sabes, ¿verdad? -dijo ella.

Él se encogió de hombros, impenitente.

– Afortunadamente te gusto así.

La sonrisa de respuesta fue lenta, pero llego.

– Bueno -concedió-, quizá sea verdad. Tengo que ir a trabajar.

– ¿Te gusta esto, verdad?

Rikki asintió.

– Éste es mi mundo, Lev.

No lo miró otra vez, absorbida en su rutina repasó meticulosamente cada pieza del equipo. Él la miró prepararse para zambullirse, cada paso separado, guardándolo en la memoria, así podría anticipar algo que quizás necesitara si permitía alguna vez una asociación entre ellos. Notó que las mangas estaban enrolladas en un lazo, cada longitud del círculo exacta. El rastrillo tenía un cuchillo soldado, pero no llevaba ninguna otra arma en su persona, un concepto completamente extraño para su naturaleza.

Una vez más pudo ver que le había olvidado completamente. Se imaginó que los egos de la mayoría de los hombres sufrirían un golpe cuando se daban cuenta de que ella simplemente se los sacaba de la cabeza como si ya no existieran. Estaba muy concentrada mientras verificaba su cuerda salvavidas, el compresor de aire, la manga y su tanque de repuesto, el cual llevaba a la espalda. Tenía sus instrumentos atados a la muñeca y el equipo listo cuando de repente levantó la mirada y sonrió. A él.

El corazón de Lev saltó otra vez. Nunca había estado tan afectado por nadie en su vida.

– Diviértete, Rikki.

Ella se giró hacia el costado del barco y entonces vaciló.

– ¿Estarás bien?

Se acercó a ella y tomó su cara entre las manos, besándola larga y profundamente.

– No te preocupes por mí. Tengo muchas cosas que hacer.

Ella le frunció el entrecejo, lo besó otra vez y se deslizó fuera de sus brazos, avanzando al borde del barco. Entró en el agua y se agarró a la cadena del ancla, utilizándola para bajar a la profundidad a la que quería ir. De otro modo, el flujo de la corriente la habría arrastrado.

Lev la miró desaparecer con el corazón en la garganta. Se pasó la mano por el espeso pelo y miró al agua por donde había desaparecido. Iba a ser uno de esos hombres desagradables que se negaban a alejarse de su esposa. Quería estar allí abajo con ella, con lanzas y cuchillos y quizá un torpedo o dos, por si acaso. ¿Quién creería que él sería así?

Estudió el terreno en torno a ellos. Era hermoso, el aire fresco y limpio, la vista increíble. Los precipicios eran altos, y la larga extensión de piedra, señalando como un dedo desde la tierra, parecía salir directamente desde la carretera. Se encontró acomodándose. Esto era lo que deseaba. Este lugar. Esta mujer. Bucear con ella en el ambiente donde estaba más cómoda.

Tenía dinero, lo bastante para que ninguno de ellos tuviera que trabajar otra vez, pero ella nunca aceptaría eso, y él adoraba eso sobre ella. Ya estaba comprometido, su mente, su cuerpo, definitivamente su cuerpo. Ella era su vida ahora.