– Empezaré una investigación interna -dijo.
Dance sonrió.
– No hay prisa. No creo que desaparezca.
– ¿Y usted? -preguntó Potter-. Ahora que todo ha terminado, ¿va a reaparecer?
Dance exhaló una bocanada de humo.
– Todavía no sé lo que haré -dijo con tristeza-. Eve era lo único que me importaba. Y la he perdido.
– Todavía queda Sarah.
El hombre movió la cabeza.
– Ya le he causado bastante dolor -viró la vista hacia la ventana-. Su informe de balística probará que a Magus no lo mató su rifle sino una bala disparada a cierta distancia. Prométame que no se lo dirá a Sarah.
– Si es lo que usted quiere…
– Lo es.
– ¿No se despedirá de ella?
– Será más amable no hacerlo. El señor O'Hara parece un buen hombre -dijo con suavidad-. Creo que serán felices juntos.
Potter asintió. Sí, tenía que admitir que O'Hara no era tan malo después de todo.
– Dígame. ¿Alguna vez quiso a Sarah?
Dance movió la cabeza.
– En este trabajo amar es un error. No, no la amé. Pero no quiero que le pase nada -miró a Potter con dureza-. La próxima vez no utilice inocentes en sus operaciones. Ya causamos bastantes desgracias en este mundo sin hacer sufrir también a los que no tienen nada que ver.
Potter apartó la vista con incomodidad.
– Creo que es hora de que me vaya -dijo Dance, apagando su cigarrillo-. Tengo mucho que hacer.
– ¿Volverá a los Estados Unidos? Puedo buscarle una nueva identidad…
– No será necesario. Siempre me he arreglado mejor solo.
Potter no podía discutir aquel punto. La breve relación de Dance con la CIA no podía haber sido más desastrosa para él.
– Creo que me apetece un cambio de clima -dijo Simon desde la puerta-. Nunca me han gustado la lluvia y el frío.
– ¿Pero cómo podré localizarlo si lo necesito?
Dance se detuvo en el umbral.
– No podrá -dijo con una sonrisa.
Cuando Sarah se despertó, era ya por la tarde. Lo primero que vio fueron las cortinas blancas moviéndose al lado de la ventana abierta. Después, vio las macetas de tulipanes amarillos y rojos colocadas en hilera sobre la mesa. Y luego, en una silla al lado de la cama, a Nick con otra maceta en el regazo. Dormía profundamente. Su camisa era un mapa de arrugas y sudor. Su cabello tenía más tonos grises de los que recordaba. Pero sonreía.
Extendió el brazo y le tocó la mano. Se despertó con un sobresalto y la miró con ojos enrojecidos.
– Sarah -murmuró.
– Pobrecito Nick. Creo que necesitas esta cama más que yo.
– ¿Cómo te sientes?
– Rara. A salvo.
– Estás a salvo -dejó la maceta y le tomó las manos-. Ahora ya sí.
La joven señaló la mesa.
– ¡Vaya! ¡Cuántas flores!
– Creo que he exagerado. No sabía que dos docenas de macetas ocuparían tanto.
Los dos soltaron una risita. Nick la observó en silencio, esperando.
– Lo vi -dijo ella con suavidad-. Estoy segura.
– No importa, Sarah…
– A mí sí. Yo lo vi…
– Cuando tienes miedo, la mente puede gastarte malas pasadas.
– Tal vez.
– Yo no creo en fantasmas.
– Yo tampoco creía. Hasta hoy.
Nick se llevó una mano de ella a los labios.
– Si fue un fantasma, estoy en deuda con él por dejarte conmigo.
Parecía tan cansado que Sarah sintió una fuerte ternura hacia él. En sus grises ojos veía, además, el amor que nunca había visto en los de Geoffrey.
– Te quiero -dijo-. Y tienes razón. Puede que imaginara cosas. Tenía mucho miedo y nadie podía ayudarme. Solo un fantasma.
– Está muerto, Sarah. El hecho de que lo vieras en ese momento era tu modo de decirle adiós.
Hubo una llamada a la puerta. Potter asomó la cabeza por ella.
– Veo que estáis los dos despiertos -dijo animoso-. ¿Puedo entrar?
– Por supuesto -sonrió Sarah.
El hombre miró las macetas de tulipanes y lanzó un silbido.
– ¿Qué has hecho, O'Hara? ¿Comprarte una floristería?
– Solo pretendía ser romántico.
– ¿Romántico un cascarrabias como tú? -Potter le guiñó un ojo a Sarah-. Dile que se afeite antes de que lo detengan por vagabundo.
La joven acarició la mandíbula de Nick.
– A mí me parece que está maravilloso así.
Potter movió la cabeza.
– Lo que demuestra que el amor es ciego -miró a la joven pensativo-. El doctor dice que te dará el alta por la mañana. ¿Te sientes con fuerza?
– Creo que sí -señaló con la cabeza su brazo vendado-. Duele un poco. Me han dado una docena de puntos -miró a Nick, que le pasó un brazo por los hombros-. Pero seguro que estaré bien.
Potter los miró un momento en silencio.
– Sí -dijo al fin-. Creo que os irá bien.
– ¿Has cerrado la operación? -preguntó Nick.
– Casi. Todavía faltan unos detalles. Cosas que no esperaba. Pero ya sabes cómo es este trabajo. Siempre hay pérdidas. Los agentes muertos en Margate. Eve Fontaine.
– Y Geoffrey -dijo Sarah con suavidad.
Potter guardó silencio.
– Bueno -dijo, después de una pausa-. ¿Qué vais a hacer vosotros?
– Volvemos a casa -repuso Nick-. Pasado mañana.
– ¿Y después?
Nick miró a Sarah.
– Ya te lo contaré -contestó.
La habitación quedó en silencio. Potter comprendió que debía dejarlos solos. Le dio una palmada a Nick en la espalda.
– Mucha suerte a los dos. Hablaré con tu jefe… si quieres recuperar tu trabajo, claro.
Nick no contestó. Sus ojos seguían fijos en los de Sarah.
– Vale -murmuró Potter, acercándose a la puerta-. Le diré a Ambrose que Nick O'Hara lo manda al diablo.
Antes de salir se volvió por última vez y los vio abrazarse. No dijeron nada, pero el modo en que se estrechaban el uno al otro lo decía todo. Potter movió la cabeza y sonrió. Sí, Simon Dance tenía razón. Nick y Sarah serían felices juntos.
El sol de la tarde se abrió paso entre las nubes e inundó la habitación con un resplandor tal, que Potter tuvo que guiñar los ojos. En ese instante, Nick besó a Sarah en los labios y el agente tuvo la sensación de que todas las sombras se habían desvanecido, llevándose consigo para siempre el fantasma de Geoffrey Fontaine.
Tess Gerritsen
Habitual en las listas de autoras más famosas de bestsellers del New YorkTimes, Tess Gerritsen es una mujer con mucho talento y una historia personal muy interesante.
Graduada por la Universidad de Stanford, y habiendo ejercido su carrera como médico, eligió sin embargo dedicarse por completo a la creación literaria durante su baja por maternidad. En 1987 publicó su primera novela Llamada a medianoche (Call After Midnight) un suspense romántico al que le siguió otras ocho novelas. También escribió el guión Adrift (1993) para la CBS. Su primer trhiller médico, Donantes (Harvest), fue publicado en 1996 y con él debutó en las listas de bestseller de New York Time. A él le siguieron Life Support (1997), Bloodstream (1998), Gravity (1999), The Surgeon (2001), The Apprentice (2002), The Sinner (2003), Body Double (2004), Vanish (2005), The Mephisto Club (2006), and The Bone Garden (2007). Sus libros han sido traducidos a 31 idiomas y se han vendido más de 15 millones de copia siendo número uno en las listas de varios paises. Ganadora del premio Nero Wolfe (por Vanish), del premio RITA (por The Surgeon), los críticos la han llamado "la reina del suspense médico".
Durante años estuvo viviendo en Hawai, y ahora vive en Camden, en Maine, con su marido, que es también médico, y sus dos hijos.