Pierce estaba a punto de decirle que tenía a Cody Zeller buscando a Lucy cuando hubo un golpe seco en la puerta y ésta se abrió antes de que pudiera reaccionar. Charlie Condon asomó la cabeza. Estaba sonriendo hasta que vio la cara de Pierce.
– ¡Jesús!
– ¿ Quién es? -preguntó Langwiser.
– Mi socio. He de colgar. Manténgame informado.
– Lo haré. Adiós, Henry.
Pierce colgó y miró el rostro herido de Condon. Sonrió.
– De hecho, Jesús está la final del pasillo a la izquierda. Yo soy Henry Pierce.
Condon sonrió incómodo y Pierce disimuladamente puso boca abajo los documentos del paquete de Zeller. Condon entró y cerró la puerta.
– Tío, ¿cómo estás? ¿Estás bien?
– Sobreviviré.
– ¿Quieres hablar de eso?
– No.
– Henry, siento mucho no haber ido al hospital, pero esto ha sido una locura preparando lo de Maurice.
– No te preocupes. Entonces entiendo que todavía tenemos la presentación mañana.
Condon asintió.
– Ya está en la ciudad esperándonos. Sin retrasos. O lo hacemos mañana o se va… y se lleva su dinero. He hablado con Larraby y Grooms y dicen que estamos…
– … preparados. Lo sé. Les llamé desde el hospital. El problema no es Proteus. No es eso lo que quiero retrasar. Es mi cara. Parezco el primo de Frankenstein y mañana no tendré mucho mejor aspecto.
– Le dije que has tenido un accidente de coche. No va a importar qué aspecto tengas. Lo que importa es Proteus. Quiere ver el proyecto y le prometimos una première. Antes de que enviemos las patentes. Oye, Goddard es el tipo de tío capaz de firmar un cheque aquí mismo. Hemos de hacerlo, Henry. Acabemos con esto.
Pierce levantó las manos en ademán de rendición. El dinero siempre era la mejor baza.
– Aun así hará un montón de preguntas cuando me vea la cara.
– Mira-dijo Condon-, es un numerito de feria. No será largo. A la hora de comer habrás terminado con él. Si pregunta, dile que rompiste el parabrisas y no des más explicaciones. Vamos, ni siquiera me has dicho a mí qué ha pasado. ¿Por qué ha de ser él diferente?
Pierce notó la momentánea expresión de agravio en los ojos de su compañero.
– Charlie, te lo contaré cuando llegue el momento. Ahora mismo no puedo.
– Sí, para eso están los socios, para decir las cosas en el momento oportuno.
– Oye, sé que no puedo convencerte, ¿vale? Admito que estoy equivocado. Así que dejémoslo por el momento.
– Claro, Henry, lo que tú quieras. ¿En qué estás trabajando ahora?
– En nada, un poco de burocracia absurda.
– Entonces, ¿estás listo para mañana?
– Estoy listo.
Condon asintió.
– Sea como sea ganaremos -dijo-. O conseguimos su dinero o colocamos las patentes, vamos a la prensa con Proteus y en enero, en el ETS, habrá más cola para hablar con nosotros que cuando estrenan un episodio de La guerra de las galaxias.
Pierce estaba de acuerdo, pero aborrecía ir a Las Vegas para el simposio anual de las tecnologías emergentes. Era el encuentro entre ciencia y finanzas más burdo de todo el mundo. Estaba lleno de charlatanes y espías de la DARPA. No obstante, era un mal necesario. Fue allí donde habían cortejado a uno de los testaferros de Maurice Goddard diez meses antes.
– Si resistimos hasta enero -dijo Pierce-. Necesitamos dinero ahora.
– No te preocupes por eso. Mi trabajo consiste en encontrar el dinero. Creo que puedo conseguir a unos pocos peces de buen tamaño hasta que podamos cazar otra ballena.
Pierce se sintió tranquilizado por su socio. Con la situación en la que se encontraba, pensar a un mes vista ya parecía ridículo.
– De acuerdo, Charlie.
– Pero, oye, no va a hacer falta. Vamos a cazar a Maurice, ¿sí?
– Sí.
– Bien. Entonces dejaré que vuelvas al trabajo. ¿Mañana a las nueve?
Pierce se echó hacia atrás en la silla y gruñó. Su última protesta sobre el calendario.
– Aquí estaré.
– Nuestro intrépido líder.
– Sí, claro.
Charlie golpeó con fuerza en la parte interior de la puerta, quizá como señal de solidaridad, y se fue. Pierce aguardó un momento y luego se levantó y cerró la puerta. No quería más interrupciones.
Volvió a los documentos impresos. Después del breve informe sobre Lilly Quinlan había uno mucho más voluminoso acerca de William Wentz, propietario y gerente de Entrepeneurial Concepts Unlimited. El informe afirmaba que Wentz estaba en la cima de un imperio floreciente que se cimentaba en la cara más sórdida de Internet, desde servicios de acompañantes hasta webs porno. Los sitios, aunque dirigidos desde Los Ángeles, operaban en veinte ciudades de catorce estados, y por supuesto eran accesibles a través de Internet desde cualquier lugar del mundo.
A pesar de que las empresas de Internet que dirigía Wentz podían ser consideradas sórdidas por la mayoría, no por ello eran ilegales. Internet era un mundo en su mayor parte gobernado por el libre comercio. Siempre y cuando Wentz no colgara fotos de menores involucradas en sexo y pusiera los correspondientes formularios de descargo de responsabilidad en sus sitios de chicas de compañía, trabajaba dentro de la legalidad. Si alguna de sus chicas era detenida en una redada contra la prostitución podía desmarcarse de ella con facilidad. Su sitio anunciaba claramente que no promovía la prostitución ni ninguna clase de intercambio de sexo por dinero o propiedades. Si una chica aceptaba dinero a cambio de sexo, era decisión de ella y su página Web sería eliminada del sitio de inmediato.
Pierce ya tenía una idea aproximada de las operaciones de Wentz a través de Philip Glass, el detective privado. No obstante, el informe de Zeller era mucho más detallado y un testimonio del poder y alcance de Internet. Zeller había destapado el pasado delictivo de Wentz en los estados de Florida y Nueva York. Entre los documentos había varias instantáneas más, éstas de Wentz y otro hombre llamado Grady Allison, que figuraba en los registros de empresas de California como el interventor de la empresa. Pierce recordó que Lucy LaPorte lo había mencionado. Pasó las fotos y leyó el informe introductorio de Zeller.
Al parecer Went y Allison forman un equipo. Llegaron de Florida hace seis años con sólo un mes de diferencia entre ambos. Esto fue después de que su situación en Orlando probablemente se complicara tras múltiples detenciones. Según los archivos de inteligencia del Departamento de Orden Público de Florida (DOPF), estos hombres operaban una cadena de antros de estriptis en el Orange Blossom Trail de Orlando. Fue antes de que vender sexo en Internet, real o imaginado, fuera mucho más fácil que poner chicas desnudas en un escenario y vender mamadas a un lado. Allison era conocido en Florida por su habilidad para reclutar talentos para los escenarios del Orange Blossom Trail. Los clubes de Wentz y Allison eran de desnudez completa.
NOTA IMPORTANTE: El DOPF conecta a estos tipos con un tal Dominic Silva, 71, Winter Park, FL, quien a su vez está relacionado con el crimen organizado tradicional en Nueva York y el norte de Nueva Jersey. ¡ten cuidado!
El pedigrí mafioso no sorprendió a Pierce, teniendo en cuenta la forma en que Wentz había sido calculadamente frío y violento en su encuentro cara a cara. Lo que ya no le cuadraba tanto era la idea de que Wentz, el hombre que podía utilizar un teléfono como arma y llevar zapatos de puntera para aplastar mejor los huesos, pudiera estar detrás de un sofisticado imperio de Internet.
Pierce había visto a Wentz en acción. Su primera y duradera impresión era que Wentz anteponía los músculos al cerebro. Parecía más el ejecutor de la operación que el cerebro que se ocultaba detrás de ésta.
Pierce pensó en el veterano mafioso del informe de Zeller. Dominic Silva, de Winter Park, Florida. ¿Era él el cerebro? ¿El intelecto detrás del músculo? Pierce pretendía averiguarlo.