– Peso mucho -dijo precavida, obedientemente entrelazando los dedos detrás de su cuello. La alegría brotando dentro de ella, un profundo calor entusiasta burbujeando por la perspectiva de salir de la cama, y mirar al cielo abierto.
– Creo que puedo arreglármelas -le dijo secamente-. Prepárate, cuando te levante, te dolerá.
Le dolió, tanto que enterró la cara contra el calor de su cuello, ahogando un grito de alarma. El dolor irradió hacia arriba desde su pierna, le golpeó en el fondo del estómago y explotó a través de todo su cuerpo. Le hundió las uñas en la piel y se mordió con fuerza el pulgar.
– Lo siento, Rachael, sé que duele -le dijo suavemente.
Se movió suavemente, casi deslizándose por lo que no hubo vibraciones para su hinchada pierna. Mientras salía por la puerta, el zumbido natural del bosque le dio la bienvenida. Los insectos y los sapos, el parloteo de los animales, la vibración de alas y el constante sonido de la lluvia se fundieron todos juntos.
Rio había sacado una suave y mullida silla, su única preciada posesión. La ubicó con cuidado en ella, acomodando la pierna en una almohada sobre una silla de cocina. Rachael recostó la cabeza hacia atrás y absorbió el alto dosel de hojas a través del fino mosquitero. Todo el porche estaba cercado. Las barandillas estaban hechas de ramas de árboles, retorcidas y pulidas, mezclándose con los árboles de los alrededores de tal manera que no podía distinguir donde empezaba el bosque y terminaba la barandilla.
Rio se hundió en una silla al lado de ella, sosteniendo un vaso de frío líquido.
– Bebe esto, Rachael, puede ayudar a refrescarte. En una hora o así, puedo darte más medicamentos para bajarte la fiebre.
Estaba sudando más por el dolor que por la fiebre, pero no quería decirle eso, no después de todas las molestias que se había tomado. El viento se sentía refrescante sobre la cara, tirando de los salvajes rizos en la masa sin remedio que era su cabello. Se paso los dedos a través del mismo antes de tomar el vaso que le ofrecía. La mano le temblaba tanto que algo del frío líquido se derramó sobre el borde del vaso.
– Rio, dime la verdad -Miro detenidamente hacia los troncos de los árboles y las ramas cargadas de orquídeas de todos los colores-. ¿Voy a perder la pierna? -Todo en ella estaba quieto, esperando la respuesta, diciéndose a sí misma que podía soportar la verdad-. Preferiría saberlo ahora.
Rio negó con la cabeza.
– No puedo prometerte nada, Rachael, pero la hinchazón está cediendo. La fiebre va y viene en vez de abrazarte continuamente. No hay más líneas subiendo por la pierna así que pienso que evitamos el envenenamiento de la sangre. Lo más pronto que podamos, te llevaré al médico y dejaremos que te echen una mirada. Por el río podemos viajar bastante rápido.
– No puedo ir a ver a un doctor -admitió reluctantemente-. Nadie puede saber que aún estoy viva. Si lo descubren, estoy muerta sin remedio.
Observó como los labios tocaban el vaso, como el contenido del mismo se inclinaba, la garganta trabajar cuando ella tragaba. Estiró las piernas frente a él, extendiéndose como si estuviera completamente relajado cuando en realidad era todo lo contrario.
– ¿Quién te quiere muerta Rachael?
– No es realmente pertinente, ¿verdad? Tuve la presencia de ánimo para lanzar mis zapatos al agua. Puede que los encuentren cuando me busquen. Y créeme, me buscarán. Contrataran a los mejores rastreadores que puedan encontrar.
– Entonces vendrán a buscarme. Rastrear es a lo que me dedico cuando no estoy provocando a los bandidos.
Rachael se tragó el súbito miedo que le subía por la garganta.
– Genial. No es como si pudiera huir de ti. Te ofrecerán mucho dinero para que me entregues -Se estremeció, tratando de parecer natural cuando quería arrojarse por el porche y correr-. O tal vez te pidan que me mates en su lugar. De esa forma tendrían menos problemas.
Le puso la mano sobre la cabeza.
– Por suerte para ti, no estoy particularmente interesado en hacerme rico. No necesito mucho dinero para vivir aquí. La fruta es abundante y puedo cazar fácilmente y hacer trueques por las cosas que necesito -Acarició hebras de rizado cabello entre los dedos-. Creo que tengo una vena perezosa -le sonrió-. Además, esgrimes un malvado garrote. No creo que quiera meterme contigo.
– Cuándo te pregunten, ¿les vas a decir donde estoy?
– ¿Por qué haría eso cuando puedo conservarte para mi solo?
Rachael hizo resbalar el resto del jugo dentro de su garganta. Era refrescante y dulce. Descansó la cabeza en el hombro de Rio y se permitió relajarse. La noche era increíblemente hermosa con tantos tipos diferentes de follaje y árboles meciéndose suavemente con el viento. La lluvia tocaba una melodía como trasfondo, casi calmante ahora que estaba afuera y soplaba la brisa. Podía ver movimiento en las ramas, como planeadores pasando de un árbol a otro.
– ¿Me dejarás adivinar, o me vas a dejar en suspenso? ¿Por qué alguien estaría tan decidido a matarte?
CAPÍTULO 5
– Sabes como fastidiar una maravillosa noche perfectamente ¿verdad? -Rachael no apartó la cabeza de la comodidad de su hombro, pero miró detenidamente hacia el bosque. Las sombras se movían como un dosel en dirección al suelo. Cada crujido creaba una sinfonía de sonidos, los crujidos y el sonido de los insectos acompañaban al viento-. Siempre pensé que sería tranquilo. Los límites de los bosques tienen mucha actividad alrededor de los pantanos. Los peces saltan y los insectos siempre están atareados, pero por alguna razón pensé que en el interior todo estaría más tranquilo.
– Piensa en ello como si fueran las canciones del bosque. Siempre me gustó escuchar el revoloteo de los insectos y el sonido de los pájaros entre las hojas en el viento. Si te gustan esas cosas, es como si fuera música, Rachael.
– Supongo que si. ¿Por qué la gente no puede dejarnos en paz Rio? De acuerdo, me escapé. ¿Tanto importa por qué lo hice? ¿De quien huí? ¿Qué diferencia hay si estoy aquí, en medio del bosque?
– Es normal que quiera y tenga que saber por qué alguien quiere matarte. ¿Tienes un marido del cual escapaste? ¿Alguien rico y lo bastante poderoso como para seguirte el rastro hasta aquí? ¿Por qué no te deja ir simplemente? -la sentía a su lado, ajustandose perfectamente a las lineas de su cuerpo. Oyendo su suave respiración. Su piel era cálida, suave e invitadora. Era algo más que la atracción física, eran su coraje y su sentido del humor. Invadía sus pensamientos y su sangre. Rio se estiró para colocarle la muñeca rota encima del regazo para que estuviera lo más cómoda posible- Creo que es una pregunta tonta. Yo tampoco podría haberte dejado ir.
Rachael levantó la cabeza para mirarlo. Una débil sonrisa curvó su boca.
– Eso que has dicho es algo muy bonito, Rio. Gracias.
Pareció sentirse acosado en vez de agradecido por sus palabras.
– Tienes que decirme el motivo, Rachael. Si va a venir alguien buscándote, tengo que estar preparado.
– No hay manera de prepararse, en cuanto pueda hacerlo, seguiré huyendo. Tiene que haber algún lugar donde no puedan encontrarme. Espero que crean que he muerto.
– Si Kim está vivo, sabrá que sobreviviste. Es uno de los mejores rastreadores de por aquí. Irá a buscarte porque estabas bajo su tutela. El Gobierno va a levantarse en armas por traer a todo un grupo de la iglesia trayendo medicamentos que roban los bandidos. Van a perseguirles a todos. Los pueblos necesitan ayuda y lo último que necesitan es un peligroso viaje por los rios y los alrededores del bosque, persiguiendo a dos turistas. Y si hay alguien más, alguien del exterior, que obligue al gobierno a ir tras los bandidos, van a hacer una busqueda a fondo.
– La gente se ahoga continuamente y nunca se encuentran sus cuerpos. ¿Kim Pang es amigo tuyo? ¿Si viene a buscarme puedes convencerle para que diga que me ahogué?