Sacudiendo bruscamente la cabeza, con las manos sobre los botones de sus tejanos, él dijo.
– ¿Estás segura que la cosa no se metió sola en tu habitación, Rachael?
Ella denegó con la cabeza.
– No, la habitación estaba bien cerrada. Me aseguré de ello. Realmente me preparé para este viaje, Rio. Sabía de las víboras y otras criaturas rastreras desagradables y venenosas. Tomé precauciones.
Rio trató de alcanzarla.
– Déjame que te ayude a llegar al baño.
– Creo que puedo hacerlo sola -dijo Rachael.
No prestó atención a su protesta, simplemente la levantó y la acomodo entre sus brazos, yendo a zancadas hacia la pequeña habitación que se usaba para tener un poco de privacidad. Era un método primitivo, pero al menos Rachael tenía algo de privacidad. La dejó a solas mientras el calentaba un poco de agua para hacer café.
Rachael se reclinó contra la pared, sosteniéndose para evitar caerse de cara. Estaba sorprendida por su debilidad. La infección la había dejado temblorosa. No estaba segura de poder cruzar la habitación saltando hasta la cama, mucho menos ir hacia afuera a la baranda como había pensado hacer. Necesitaba un respiro de la encantadora masculinidad indomable de Rio. No tenía forma de combatir su hechizo magnético cuando estaba tan cerca de él. No podía dejar de mirarlo, la forma fluida en que caminaba, la forma en que resaltaban sus trabajados músculos, la tentación que era su boca, el brillo de su vívida mirada, que tan frecuentemente ardía con hambre y necesidad cuando se posaba sobre ella.
Suspiró mientras apartaba la cortina para encontrarlo esperándola. Debería haber sabido que estaría precisamente allí cuando lo necesitara. No importaba lo que estuviera haciendo siempre lo escuchaba todo, lo veía todo, estaba consciente de todo.
Cuando se inclinó para levantarla entre sus brazos, su cara rozó los mechones de revoltosos rizos. Sintió la calidez de su aliento, el calor de su piel, el leve toque de sus labios rozando su sien. Rachael cerró los ojos ante el urgente surgimiento de deseo.
– No puedes hacerme esto, Rio. No soy tan fuerte.
– No puedo evitarlo, Rachael -la acunó contra su pecho desnudo, frotando su barbilla contra la parte superior de su cabeza- Cuando estoy tan cerca de ti, mi cuerpo y mi corazón me dicen que eres mía. Creo que mi cerebro simplemente se desconecta.
Ella le rodeo el cuello con los brazos, pensando que su cerebro podría estar desconectándose también.
– Supongo que esa es una excusa lo suficientemente buena. Estoy dispuesta a usarla si tú lo estas -Levantó la boca hacia la de él, siendo la agresora esta vez, mordiendo su labio inferior, tirando hasta que abrió la boca para ella. Su lengua se enredó con la de él, danzando y provocando, empujando y acariciando. Una combinación perfecta.
El resto del mundo se esfumó hasta que sólo existió el sedoso calor de su boca, la fuerza de sus brazos, la sensación de su pecho desnudo presionado contra ella. Enterró las manos en su cabello y lo sostuvo firmemente por la parte de atrás de su cabeza para evitar que se retirara. Se alimentaron el uno del otro, beso tras beso, tan hambrientos el uno del otro que no podían parar.
Franz aulló. Sólo una vez, pero fue suficiente. Rio se puso rígido, levantó la cabeza, escuchando los sonidos del bosque. Juró por lo bajo y presionó su frente contra la de ella, respirando hondo para recobrar el control.
Los dedos de Rachael se hundieron más profundamente en su cabello.
– ¿Qué pasa? ¿Qué fue lo que oíste? -No le importaba que su respiración fuera irregular. No quería dejar de besarlo, ni ahora, ni nunca. Su cuerpo ya había comenzado a derretirse y quería alivio.
– Escucha. ¿Los sientes hablar? ¿A los pájaros? ¿A los monos? Hasta los insectos están tratando de advertirnos.
Rachael trató de calmar su acelerado corazón, trató de controlar su salvaje respiración para poder escuchar algo. Le tomó algunos minutos separar los sonidos. Extrañamente, podía escuchar notas individuales, podía definir que había una pizca de información.
– ¿Qué significa?
– Alguien se dirige hacia aquí.
– ¿El leopardo? -Su boca se secó. Rio estaba serio. Escuchó nuevamente, poniendo mucha más atención esta vez. Para su asombro, podía sentir la diferencia en las notas que cantaban los pájaros, en la forma en que los insectos entonaban sus melodías más rápidamente. Y los monos se chillaban el uno al otro. Le tomó un momento o dos darse cuenta que los monos también le chillaban a Rio -Te están advirtiendo, deliberadamente.
La depositó en la atestada silla lejos de la puerta.
– Les hago favores, ellos me los devuelven. No es un leopardo, es un humano. Alguien a quien conocen, lo han visto antes- Dejó que las manos se demoraran sobre sus hombros, sobre su nuca, casi ausentemente liberándola de la tensión con un masaje
Rachael tiró de las puntas de la camisa que estaba usando acercándolas, dándose cuenta por primera vez que todos los botones estaban desabrochados. Se estaba volviendo tan indecente como Rio. Dejó que su cabeza cayera hacia atrás hasta apoyarla contra la silla, arqueando la espalda como un gato perezoso, moviéndose un poco para aliviar la presión que se había formado en el núcleo de su cuerpo. Expuesta al aire de la mañana su piel ardía. Miró hacia abajo y por apenas un segundo pensó, que algo corría debajo de la superficie, levantando levemente la piel, apenas lo suficiente para ser notado. Luego se había ido, haciendo que se preguntara si estaba tan necesitada de un hombre al punto de tener alucinaciones.
– Rachael, ¿Cómo se enteró tu madre de la existencia de gente-leopardo en este lugar? -Con reluctancia, Rio retiró la mano de su cuello y se dirigió hacia la ventana retirando la manta para mirar hacia fuera.
– No lo sé. Para mi sus historias eran solo eso, historias. Ni siquiera sé si las recuerdo en su totalidad, Rio. Probablemente rellené los espacios en blanco con mis propias versiones. ¿Acaso importa? ¿Realmente piensas que hay algo de verdad en esas historias? A la luz del día parece un poco tonto creer que un hombre puede ser un leopardo y un hombre a la vez. O una mezcla de ambos. ¿Qué, la cabeza y el torso de un hombre y el resto del cuerpo de un leopardo? -No podía mirarlo sin llevarse la impresión de estar mirando a un peligroso gato. Sin recordar la forma en que su cara había cambiado para transformarse de un guerrero humano a la de un peligroso animal.
– ¿Te parece que no? Aquí en el bosque, parece que cualquier cosa es posible. Tienes que tener una mente abierta si vas a establecer tu hogar aquí -Se mantuvo de espaldas a ella preguntándose como haría para dejarla ir.
Una suave nota, parecida al canto de un ave, llegó a sus oídos. Se dio la vuelta hacia ella.
– Rachael, Kim Pang se está acercando a la casa.
– Eso no es posible, estaba al otro lado del río. Ya estaba lo suficientemente agitado, y con las tormentas y tanta lluvia, no puede haber bajado tan rápido -Algo tan simple como eso y su mundo se había hecho pedazos, ido, y la huída comenzaba nuevamente. Las mentiras. Le ocultó la cara, para que no viera la sombra de lágrimas asomando a sus ojos. Sabía que eventualmente llegaría este día. El hecho de que nunca hubiera querido aceptarlo, que pretendiera que podía encontrar un hogar, la ponía furiosa.
– Kim es capaz de cruzar el río de la misma manera en que yo lo hago -buscó las palabras adecuadas para hacerla entender- Es lo más cercano que tengo a un amigo fuera de mi unidad.
Rachael se encogió.
– No importa. Dame tiempo para vestirme y salir de aquí. Ve a encontrarte con él antes de que llegue aquí.
Algo peligroso se agitó dentro de él.
– No lo creo, Rachael. Ni siquiera puedes caminar con esa pierna. Si tratas de correr por el bosque con esas heridas, créeme, pescarás otra infección rápidamente. Sólo quédate aquí sentada y déjame lidiar con esto.