– Encantado de conocerla, señorita Rachael Los-Smith-Wilson -dijo Rio con una leve reverencia- Qué suerte que Kim recordara su nombre para usted.
– Ah, cállate -contestó Rachael groseramente- Kim, está herido. Si trae el botiquín médico de Rio aquí, veré si puedo limpiarle esas laceraciones.
– Usted solamente siéntese y no se mueva, señorita Wilson -dijo Rio- Kim puede quedarse donde está, y cuando Tama y Drake entren, lo arreglaré. No necesita a una mujer mimándole.
Se avergonzó de la tirantez de sus tripas, los nudos que apretaban fuertemente su estómago. Los oscuros celos que los machos de su especie podían experimentar. Reprimió la inclinación natural, pero no pudo evitar el pequeño, involuntario movimiento que lo sacó de la ventaja de las sombras y se colocó ligeramente delante de Rachael.
Kim extendió los dedos para mostrar que no sostenía ningún arma. Su hermano entró en el cuarto sonriendo tímidamente.
– Lo siento, Kim, resbalé sobre una rama húmeda y casi me caigo. Estaba tan ocupado salvando mi propia vida, que no podía salvar muy bien la tuya -Echó un vistazo a Rachael y luego a Rio, luego miró al arma en la mano de Rio- Volviéndote un poco sobreprotector, ¿verdad?
– Volviéndote un poco viejo para escabullirte de una perfectamente amplia rama, ¿verdad? -contestó Rio, pero estaba claramente escuchando algo fuera de la casa.
Con la puerta abierta, Rachael podía oír fácilmente el cambio repentino en el ritmo del bosque. Donde antes había habido chillidos de advertencia y llamadas y gritos, ahora el bosque una vez más vibraba con sus sonidos naturales. Los bramidos de los ciervos, el croar de las ranas, el zumbido y gorjeo de insectos y cigarras. Había siempre una continua llamada de pájaros, diferentes notas, diferentes canciones, pero todo en armonía con la agitación del viento y amortiguada por el repiqueteo continuo de la lluvia.
Franz se levantó y se estiró, aplanó sus orejas y siseó, encarándose a la puerta. Rio gruñó otra vez, un sonido ligeramente diferente.
– Tama, tira un par de pantalones a Drake. No tiene por que entrar y asustar como el infierno a la señorita Wilson.
– Deja de llamarme así -dijo Rachael bruscamente- ¿Y por qué Drake, quienquiera que sea, necesita ropa?
– No sabía que estaría en compañía de una mujer -contestó Rio, como si eso de alguna manera aclarara la pregunta.
Drake Donovan era alto y rubio y se pavoneaba, vestido solo con un par de los pantalones de Rio y una sonrisa. Su pecho era muy musculoso, sus brazos gruesos y poderosos, tenía una constitución como Rio. Su sonrisa se ensanchó cuando vio a Rachael.
– No es sorprendente que no contestaras a la radio, Rio. Preséntanos.
Rachael fue de repente consciente de su aspecto, sus cabellos rebeldes despeinados y sin maquillaje, con cuatro hombres mirándola fijamente. Levantó una mano para poner en orden su pelo. Rio la cogió por la muñeca y tiró hacia su cadera.
– Estás bien, Rachael.
Su voz era brusca. Miró airadamente a Drake como si hubiera acusado a Rachael de estar mal.
– ¡Hey! -Drake extendió las manos delante de él con inocencia- Creo que está bien. Sobre todo para una muerta. Kim pensaba que usted podría haberse ahogado en el río, pero veo que fue rescatada por nuestro hombre residente de la selva.
– Deja de intentar ser encantador -dijo Rio- No te va.
Rachael sonrió al rubio.
– Creo que te va muy bien.
Rio presionó su mano fuertemente contra su cadera, como si la estuviera sosteniendo contra él.
– ¿Qué ha pasado, Kim?
– Fuimos capturados por Tomas Vien y su gente. No iban tras los medicamentos ni el rescate como pensábamos antes -Kim miró a Rachael- Buscaban a la señorita Wilson. Tenían fotos de ella.
Cuando Rachael se movió, Rio le apretó la mano, indicándole que permaneciera en silencio.
– ¿Cómo te las has arreglado para escapar?
Drake miró Rio con dureza, sus extraños ojos estrechándose, pero no dijo nada.
Kim echó un vistazo a su hermano.
– No me encontré con mi padre. Era para una ceremonia especial, mi familia sabía que yo no me la perdería a menos que algo pasara.
Tama asintió.
– Mi padre estaba muy preocupado. Había habido conversaciones arriba y abajo del río sobre los bandidos, sobre como estaban buscando a alguien y que si alguien la escondía lo matarían. Advirtieron a nuestra gente. Cuando Kim no volvió, mi padre me envió a buscarlo. Envié una llamada y Drake estaba cerca, así que vino para ayudarme a rastrear a Kim.
– Te llamé por radio -Drake recogió la historia- Sabía que querrías saber que Kim estaba desaparecido y ayudarnos a rastrearlo, pero no contestaste, entonces me preocupé por ti. Obviamente innecesariamente
– Mi radio está fuera de servicio -dijo Rio concisamente- Recibió una bala.
– Fritz está herido.
Drake se movió hacia el pequeño gato, pero Franz se paseó hacia adelante y hacia atrás delante del leopardo herido y mostró sus dientes parecidos a sables a modo de advertencia.
Drake hizo muecas al leopardo nublado, pero se alejó del inquieto gato.
– Entonces te topaste con problemas.
Rio se encogió de hombros.
– Nada que no pudiera manejar. ¿Ayudaste a Tama a sacar a Kim del campamento de los bandidos? -Echó un vistazo hacia el gato que gruñía- Franz, tranquilízate o vete fuera.
Franz siseó en advertencia, pero se enroscó alrededor de Fritz, con los ojos mirando fijamente a los intrusos.
Drake asintió, todo el rato manteniendo un ojo cauteloso sobre el leopardo nublado.
– Kim estaba en mala forma. Ellos no creyeron que ella se hubiera caído por la borda en el río. Le golpearon.
Rachael hizo un pequeño y estrangulado sonido. Rio deslizó el pulgar sobre la palma de su mano en un gesto calmante.
– Golpearon a todo el mundo, incluso a la mujer -Kim informó con gravedad. Miró a Rachael- No van a dejar de buscarla a menos que encuentren su cuerpo. Alguien ofreció una recompensa de un millón de dólares por usted.
Rachael cerró los ojos ante la repentina desesperación que se apoderó por ella. No había considerado tanto dinero. La gente mataba por mucho menos. ¿Qué significaría un millón de dólares para los hombres que estaban en frente de ella?
– Eso explica mucho -dijo Rio. Suspiró suavemente- Drake, ando escaso de medicamentos, pero tengo bastantes para limpiar a Kim y vendar sus heridas.
– Conseguiré las plantas que necesitamos -dijo Tama- No nos paramos para nada, nos apresuramos para comprobar que estabas bien.
Abandonó la casa bruscamente.
– Aprecio eso -contestó Rio. Se hundió en la silla al lado de Rachael, moviéndola despacio, cuidadoso de su pierna bajo la manta, colocándola parcialmente junto a su muslo, arreglando su pierna y la manta a su satisfacción. Hizo señas con la mano a los demás para que encontraran asientos.
– ¿Qué es eso? -preguntó Drake mientras hurgaba en el bolso de las medicinas- ¿Qué explica un millón de dólares?
– Tuve un visitante anoche. Uno de nosotros, uno que no reconocí. Un traidor, Drake. No puedo imaginar que induciría a uno de los nuestros a convertirse en traidor, pero un millón de dólares puede hacer perder la cabeza de un hombre.
Rachael estaba muy silenciosa, consciente de que la información que se estaba intercambiando era importante para ella. Esperaba que se olvidaran su presencia y así hablarían más abiertamente.
– ¿Cómo podría haber sido uno de nosotros si no reconociste su olor, Rio? -Drake no alzó la vista de donde estaba lavando las heridas de Kim.
Rachael no podía soportar mirar la cara hinchada y magullada de Kim. Estaba estoico mientras Drake limpiaba las laceraciones, pero cuando se encogió de hombros para quitarse la camisa rasgada, lo vio estremecerse. Se dio la vuelta ligeramente y ella jadeó.