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Los labios del hombre dejaron un rastro del fuego de su boca a su barbilla. Sus dientes mordisquearon, se movieron hacia su garganta, su lengua arremolinándose sobre la piel femenina para probarla. Rachael gritó cuando su boca se colocó sobre su pecho, cuando sus dedos se enredaron en su pelo, cuando él propagó un fuego ardiente por todo su cuerpo.

– ¿Por qué esta vez te tuviste que poner los pantalones? -se quejó Rachael, su voz sin aliento- Sólo esta vez, ¿no sería mejor olvidarse de todo y simplemente estar juntos -El dolor y la necesidad eran crudos. Lo oyó y sabía que también lo sentía.

– Maldición, Rachael -Su lengua se arremolinó sobre un tenso pezón. Rio descansó la frente contra su esternón, su respiración caliente sobre los pechos de Rachel- ¿Tuviste que hacerme pensar? Si me aprovecho de ti cuando estás herida y no te puedes marchar, ¿cómo vas a sentirte mañana cuando escuches todo lo que tengo que decirte?

Sus manos ahuecaron sus pechos, sus pulgares acariciando, su boca caliente y húmeda y llena de pasión mientras chupaba, sólo una vez más. Su cuerpo estaba tan rígido y dolorido que Rio soltó un gemido, protestando involuntariamente contra el material apretado que cubría su erección.

Rachael tiró de su cremallera, agradecida de que los pantalones no tuviesen botones.

– Quítatelos, Rio.

A desgana el hombre abandonó el refugio de sus pechos para levantarse, y así sacarse los pantalones y golpearlos con el pie a un lado. Rio estaba parado entre las piernas de la mujer, por lo que Rachael simplemente se inclinó hacia él, sus manos agarrando sus testículos y su boca deslizándose sobre su erección. La seda caliente lo rodeó, lo agarró, la lengua bailando y atormentando. La precipitación lo golpeó como una bola de fuego, casi arrancándole la cabeza. Ella estaba haciendo algo con las yemas de sus dedos, frotando y acariciando hasta que pensó que perdería la cabeza. Oyó un sonido escapándose de su garganta, una mezcla de gruñido y gemido, que no fue capaz de parar.

– Rachael, me estás matando -No quería que parara, pero si no lo hacía iba a avergonzarse. No habría ocasión de satisfacerla. Rio puso las manos en sus hombros para apartarla- Si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien -Incluso mientras lo decía, totalmente convencido, su lengua seguía incursionando y danzando sobre la punta de su miembro, atormentándolo y volviéndolo loco. Su respiración se volvió cerrada. Rio introdujo las manos en su pelo, empujando desesperadamente con las caderas.

Ésa era Rachael. Atormentando y riendo, con su aliento caliente por la pasión mientras lo conducía fuera de su mente. Ella adoraba su vida sexual, era tan aventurera como él. Solo con mirarla se volvía loco y cuando actuaba así… Rio gimió otra vez y sacudió su cabeza para eliminar cualquier pensamiento. Quería que esto fuese aquí y ahora. Esta Rachael, este Rio no los otros de otro tiempo y lugar.

Rio tiró en su pelo y ella levantó su cabeza, sus ojos color chocolate oscuro riendo alegres. Su corazón saltó varias veces. La puso de nuevo en cama, levantando su pierna cuidadosamente y arrastrando las mantas, cobertores y todo que pudo encontrar para apoyársela. La camisa se abrió permitiéndole ver su delicioso cuerpo. Su piel era un milagro, suave e invitante.

– ¿Estás segura, Rachael? Tienes que estarlo, sestrilla. Una vez que hagamos esto, no hay vuelta atrás -Su mirada acalorada recorrió posesivamente su cuerpo, bebiendo de ella, incluso cuando quiso asegurarse que estuviera segura de lo que hacía. Cualquier vida pasada que hubiesen tenido juntos estaba impulsando una unión apasionada y caliente- Quiero que seamos nosotros. Tú y yo y nadie más. Ni pasado ni futuro, si no los dos en el presente.

Rachael alzó sus brazos hacia él, juntando las manos detrás de su cuello mientras Rio descendía cuidadosamente para colocarse entre sus caderas. El cuerpo de la mujer le daba la misma bienvenida que su mirada. Como la maravilla y la alegría en sus ojos. Rio enterró la cara en el calor de su garganta, cerrando los ojos para absorber la sensación y la textura de su piel. De su calor.

– Sé lo qué significa sestrilla, Rio. Me estás llamando amada. No conozco el idioma, pero sé la palabra -Sostuvo la cabeza de Rio contra la suya, sintiendo el temblor en su cuerpo. Él era enormemente fuerte, con músculos flexibles, y aún así temblaba en sus brazos. La sorprendía y la hacía sentir humilde. Rachael acarició su espalda con las manos, con cuidado de no frotar la tablilla provisional contra su piel. Conocía su espalda, pero las cicatrices no eran familiares. Trazó cada una, guardándolas en la memoria.

Su erección era pesada y gruesa, y presionaba contra su entrada húmeda, pero Rio simplemente se quedó entre sus brazos, sosteniéndola mientras ella exploraba su cuerpo. Sintió su boca moviéndose sobre su garganta y su corazón comenzó a golpear en anticipación. Su lengua dejaba una estela de llamas en su cuerpo, y Rachael no pudo evitar moverse. Rio la adoraba, tomando su tiempo cuando ambos estaban ya al borde de la locura. Sus manos y boca tocando y probando, hasta que las lágrimas se asomaron a sus ojos, y sus caderas se levantaron en urgente necesidad. Rio era increíblemente gentil, incluso tierno, tan cuidadoso con su pierna dañada. Y aún así no hubo un punto de su cuerpo que pasase por alto, dándose un lento festín en ella como si tuviesen todo el tiempo del mundo. Su respiración era caliente en su estómago mientras depositaba pequeños pellizcos hasta la mata de rizos oscuros.

– Rio, es demasiado.

– Nunca es demasiado -Rio suspiró las palabras contra ella, con su dedo empujando profundamente. Sus músculos se apretaron a su alrededor y Rachael gritó de placer- Esto somos los dos, Rachael. Como estábamos destinados a estar -inclinó su cabeza y sustituyó el dedo por su lengua.

Rachael agarró las sábanas como si fuesen un ancla. Su cuerpo estalló, ondulando con vida, con placer, casi enviándola fuera de la cama. La boca de Rio se fusionó con la suya y levantó sus caderas, entrando en ella. Era grueso y lleno, y la llevó al orgasmo, enviando ondas de fuego a través de su cuerpo.

– Más, Rachael, tómame más profundo, tómame por entero -Su voz era ronca. Rio le inclinó las caderas, empujando más profundo, deseando enterrarse dentro de su cuerpo, dentro de su santuario. Deseó compartir su piel, su corazón, su misma alma- Así sestrilla, más, tómame por completo -Rio habría podido llorar de alegría. Todo en él recordó, supo que había llegado a casa. Sintió que ella se movía, apenas un poco, y la sintió tomarlo más profundamente en su apretada funda. Sus músculos agarraron y se aferraron, y realizaron un tango asombroso de calor y fuego en su cuerpo. Rio encontró un ritmo perfecto, entrando profundamente, penetrando con fuerza, sumergiéndose, perdiéndose en un paraíso que creía perdido para él.

Rio sabía por instinto, o quizá por una vida anterior juntos, cómo satisfacerla exactamente. Sabía lo que ella deseaba, lo que la hacía jadear y gemir y aferrarse a él. Quería que su primera vez juntos fuese un recuerdo para los dos. Rio forzó su cuerpo a una apariencia de control para darle satisfacción completa, conduciéndola hasta la cima y por encima de ella repetidas veces hasta que Rachael pidió clemencia. Quería darle la alegría perfecta que ella le daba.

Rachael clavó sus uñas en la espalda de Rio, desesperada por aguantar, por llevarlo con ella a donde volaba tan alto. Luces estallaron detrás de sus ojos. Su cuerpo se estremeció con placer. Lo sintió hinchándose todavía más, haciéndose más largo, más duro, estallando con vida y alegría, su gruñido de inmenso placer mezclándose con su propio grito.