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– Iba a decir francotirador, pero eso sirve. Es posible. Contratamos a otros para rescatar a víctimas de secuestros. Seguimos la norma de si es posible de no mezclarnos en política, pero a veces es inevitable. Nuestras leyes son bastante estrictas; tienen que serlo. Nuestros temperamentos no sirven para todo y siempre tenemos que tener eso presente. El control lo es todo para nuestra especie. Tenemos inteligencia y astucia, pero no siempre el control necesario para controlar esas cosas.

– ¿Iba a por mí, verdad? -preguntó Rachael.

Rio asintió.

– Kim dejó medicina para tu pierna y voy a reaplicártela. Tenemos que partir de aquí. Voy a llevarte con los ancianos. Allí te protegerán mejor de lo que yo puedo hacer aquí.

– No -dijo Rachael con decisión- No iré allí, Rio. Lo digo en serio. No iré… nunca. Por ninguna razón.

– Rachael, no te pongas obstinada. Este hombre es un profesional y sabe donde estás. Probablemente sabe que te han herido. Ha estado demasiado cerca de matarte como para que esté tranquilo.

– Me marcharé si quieres que lo haga, pero no voy a ir con tus ancianos -Por primera vez él oyó mordacidad en su voz. No era tensa o malhumorada, era puro genio. Sus ojos oscuros destellaban fuego, casi lanzando chispas.

– Rachael -Se sentó en el borde de la cama y apartó la mata de rizos que caía en todas direcciones- No te estoy abandonando. Es más seguro para ti. Va a volver.

– Sí, sé que lo hará. Y tú estarás aquí, ¿verdad? Solo. Totalmente solo, sin ayuda. Porque los idiotas de tus ancianos se quedan contentos con tomar el dinero que ganas arriesgando la vida en lo que sea que haces con tu pequeña unidad. ¿Se lo das, verdad? -Lo miró airadamente- He visto cómo vives, y no veo que tengas una enorme cuenta bancaria escondida en alguna parte. ¿Se lo das a los otros, no?

Rio se encogió de hombros. Estaba furiosa, irradiando cólera que sacudía su cuerpo. Los dedos de Rio se introdujeron en su espeso cabello. No supo la razón, quizá para sostenerla cuando parecía capaz de volar hasta los ancianos.

– Parte de él. Yo no lo necesito. El dinero se utiliza para ayudar a proteger nuestro ambiente. Nuestra gente lo necesita, yo no. Vivo modestamente, Rachael, y me gusta mi vida. Lo que me quedo lo uso para armas, alimento o medicina. Es que no tengo muchas necesidades.

– No me importa, Rio. Son unos hipócritas. Te desterraron. No eres lo bastante bueno para vivir cerca de ellos, pero toman tu dinero y te dejan arriesgar la vida para proteger a sus otros hombres mientras trabajan. Eso apesta y no quiero nada de ellos. Y si necesitas otra razón, allí me tendrán que seguir, así que les causaré más problemas. No voy a ir. Me marcharé, el asesino me seguirá y tú estarás a salvo.

La risa surgió de ninguna parte. Rio simplemente se inclinó y tomó posesión de su boca. Esa boca hermosa, perfecta, pecaminosamente deliciosa. Rachael se hundió en él, se derritió, su cuerpo presionó contra el suyo, sacando todo pensamiento de su mente. Rio la envolvió con sus brazos, devorándola hambriento, besándola repetidamente porque estaba viva y lo miraba de esa forma. Porque la encolerizó que los ancianos lo desterrasen y estaba tan lista para defenderlo incluso cuando no lo necesitaba. Porque hacía cantar su sangre y ponía su cuerpo duro como una roca.

Una serie de rayos atravesaron su torrente sanguíneo. Las llamas bailaban sobre su piel. Había un rugido en su cabeza y supo que de nuevo estaba totalmente vivo. No importó que no supiese el pasado de Rachael. Sabía de lo que estaba hecha, su fuerza, su feroz naturaleza protectora. Le importaban su valor y su fuego. Lo había aceptado, mientras su propia gente no podía aceptar lo que había hecho.

La mano de Rachael rodeó su cuello. Levantó la cabeza y lo miró.

– No puedo quedarme contigo, Rio, y me rompe el corazón. ¿Por qué tuve que encontrar a alguien tan bueno y gentil?

– Solo tú me describirías como bueno y gentil, Rachael -La besó otra vez- Y podemos resolver nuestras pequeñas diferencias.

– Quieres decir que puedes buscar a este asesino a sueldo y matarlo -Sacudió su cabeza- No voy a dejar que lo hagas. Odias lo que hiciste, matar al hombre que se llevó la vida de tu madre. Piensas que está tan mal porque no puedes estar apesadumbrado que esté muerto. Rio, sientes pena por haberlo matado. Sé que lo haces. Puede que no lamentes que esté muerto, pero sí lamentas el modo en que su vida fue tomada. No vas a volver a repetir todo eso por mí.

– No es por ti.

Ella le sonrió y apartó el pelo que le caía por la frente.

– Si que lo es. No importa qué excusa te inventes para ambos, siempre sabré que fue por mí y tú también lo sabrás. Mis problemas no tienen nada que ver contigo y ni siquiera tendrías que haber formado parte de ellos.

– Lo derroté dos veces. Tuvo que escapar y resultó herido. Tendrá que venir a por mí. Estés aquí o no, acabará viniendo a por mí.

– No le pagan para que vaya a por ti. Los asesinos a sueldo trabajan por dinero. No se dejan llevar por los sentimientos, Rio, al menos no los que he visto. Si les pagas, hacen el trabajo. Para ellos es simplemente un negocio.

– Estás hablando de seres humanos -señaló- Te haré algo de comer mientras lo discutimos. Lo digo en serio, Rachael, vendrá aquí a matarme antes de hacer otro intento contra ti.

Rachael lo miró mientras se dirigía a los armarios. En su voz había una total convicción.

– No iba a hablar de nosotros, pero ahora que lo mencionas… He considerado uno de los dos problemas que puede tener una relación. Está todo el tema del cruce de especies. No me preguntaste si estaba tomando algo, Rio. ¿Se te ocurrió que si me quedase embarazada podríamos tener un problema?

Concentrado en hacer la sopa, no se giró.

– No habría ningún problema, pero sabía que no podías concebir. No de la forma que hicimos el amor.

– ¿Ah sí? ¿Y por qué no?

– Porque eres uno de los nuestros.

Rachael levantó una ceja y miró la amplia extensión de su espalda.

– Qué interesante. ¿Por qué no sé nada de esto? Sería lógico pensar que mis padres me habrían informado. No es que me moleste correr libremente por el bosque, sería divertido.

Ahora sí se giró y en su cara no había una respuesta divertida. Su expresión era severa.

– No, no irás a correr por el bosque, Rachael. Ni ahora, ni nunca -La cólera ardiente estaba de vuelta, una turbulencia negra y feroz que lo traspasaba como un oscuro tornado.

La ceja de Rachael se elevó más.

– Está bien saber con tiempo que parece haber un doble estándar en tu sociedad para las mujeres. Ya vengo de una de esas sociedades, Rio, donde las mujeres son ciudadanos de segunda categoría, y no disfruté de ella. No pienso unirme a otra.

– Mi madre no era de segunda clase, Rachael. Para cualquier persona lo bastante afortunada de conocerla era un milagro. Y correr libre en el bosque le costó la vida.

– Fue un riesgo que corrió, Rio. Tú lo haces todo el tiempo. Corrí un riesgo cuando dejé ir la barca y me deslicé en el río crecido. Fue decisión mía. En cualquier caso no sirve de nada discutir, yo nunca tendré otra forma más que ésta. Bueno, a veces mi peso sube o baja un poco y al hacerme más vieja creo que se está redistribuyendo y quizá cambiando mi forma, pero creo que no te referías a eso.

– Eres uno de los nuestros, Rachael. Drake lo sabía y también Kim y Tama. Estás cerca del Han Vol Dan. Es por eso que estás tensa y malhumorada.

– ¿Tensa? ¿Malhumorada? ¡Lo siento mucho! No estoy ni tensa ni malhumorada. Y si lo hago, es solamente porque estoy condenada a esta cama.

– Quizá no fue una descripción muy acertada. Estoy intentando ser discreto.

– Bien, olvídate de ser discreto y dilo.

– Tienes razón. Pero no te enfades conmigo. Estás cerca del cambio y con él estás experimentando un impulso sexual muy poderoso, como una gata en celo.