Le lanzó la almohada.
– No creo que esté actuando como una gata en celo. No fui detrás de todos los hombres de la habitación.
– No, pero ellos querían ir a por ti. Puede ser un tiempo peligroso. Estás dando señales, tanto de olfato como señas corporales.
– Estás loco -Rachael lo atravesó con la mirada- ¿Intentas decirme que me hiciste el amor porque estoy enviando un cierto aroma? -Rio le volvía a dar la espalda pero vio sus hombros sacudirse- Si te atreves a reír, te voy a hacer saber exactamente lo que supone una mujer que se calienta.
– No se me ocurriría reír -A veces la mentira era la mejor parte del valor y la única manera de salvar el trasero de un hombre- Te hice el amor porque cada vez que te miro te deseo. Demonios, ahora te deseo. No puedo pensar con claridad cuando estoy a tu alrededor, pero ya lo sabes.
Rachael intentó no sentirse apaciguada por lo que dijo, pero fue imposible no sentirse contenta. Le gustaba la idea de que él no pudiese pensar con claridad cuando estaba cerca.
– Ahora en serio, Rio, ¿por qué llegarías a considerar que pertenezco a otra especie distinta a la humana?
– Estoy siendo serio. Estoy seguro que tus padres eran iguales que yo. Creo que las historias que te contó tu madre eran las que se contaban a nuestros niños para enseñarles su herencia. Tienes que haber oído a tu padre llamar sestrilla a tu madre, y por eso sabías lo que significaba. La lengua es antigua y solamente la utiliza nuestra gente, pero es universal para todos nosotros sin importar en qué parte del mundo residamos. Incluso si tus padres nacieron y crecieron en Sudamérica como sospecho, tu padre habría llamado así a tu madre en algún momento.
– No puedo recordar a mi padre. Era muy joven cuando murió.
– ¿Tienes recuerdos de la selva tropical?
– Sueños, no recuerdos.
– La humedad no te molesta y los mosquitos no se te acercan. No estás asustada en los silencios o en la calma. Demonios, Rachael, entré aquí como un leopardo y ni siquiera retrocediste.
– Me aparté. Definitivamente lo hice. Tuviste mucha suerte de que no muriese del puro susto.
– Estuviste acariciando el leopardo. No debías estar tan asustada.
– La sopa está comenzando a hervir -Esbozó una mueca a sus espaldas. Quizá no había estado tan asustada del leopardo como debería -¿Quién no acariciaría a un leopardo dada la ocasión? Fue una cosa perfectamente natural. Pensé en desmayarme, pero no soy muy buena en eso así que pensé en sacar lo mejor de la situación. Y -continuó antes de que la pudiese interrumpir- tienes dos leopardos como mascotas, quien sabe si el animal grande era parte de la familia. Entró como si la casa fuese suya.
Él le sonrió ampliamente.
– Lo es.
– Bien, no estoy en celo -Intentó no devolverle la sonrisa. Era difícil cuando estaba allí parado, apoyando perezosamente una cadera contra el fregadero y pareciendo increíblemente atractivo.
– Un hombre siempre puede soñar.
Consiguió hacer un elegante gesto de indignación, aceptando la taza de sopa que él le dio.
– ¿Cuánto tiempo hay antes de que vuelva el asesino? -Era un tema mucho más seguro.
– Podría estar escondido a un par de kilómetros de aquí. Depende de la gravedad de sus heridas. Se movía rápidamente y pensando todo el tiempo.
– Lo que significa que no estaba tan mal.
– Es lo que pienso yo. Franz está explorando y he enviado otro par de amigos, no humanos en caso de que te lo preguntaras. Darán la alarma si se presenta en un radio de un par de kilómetros. Si es listo, permanecerá quieto esperando a que nos relajemos.
El corazón de Rachael saltó.
– ¿Me estás diciendo que crees que volverá esta noche? ¿Por qué no nos estamos preparando para salir de aquí? Puedo hacerlo. Es estúpido sentarse aquí y esperar a que nos dispare.
– No estamos simplemente esperándolo, Rachael. Nos estamos fortificando y preparando para la batalla.
– No quiero luchar contra nadie. ¿Conoces el viejo dicho de lucha o huye? Creo que huir es lo más inteligente. Tiene que haber alguna choza de los nativos sobre los que leí a donde podamos ir.
– Es como un sistema de radar que camina, Rachael. Puede rastrearnos, sin importar a dónde vayamos. Si no quieres cobijo con los ancianos en la aldea entonces tenemos que hacerle frente.
Rachael sacudió la cabeza tristemente.
– A cualquier sitio que voy, llevo muerte -Desvió la mirada de la puerta- Lo siento, Rio. De verdad, siento haber traído a este hombre a tu vida. Pensé que podría escaparme.
– Fue decisión suya aceptar este trabajo. Tómate la sopa.
Rachael sorbió el caldo con cuidado. Estaba muy caliente pero de repente se encontró muy hambrienta.
– Todavía estoy intentando asumir la idea de que los hombres leopardo son realmente verdaderos, no un mito, y tú quieres que crea que soy una mujer leopardo -Rió suavemente- No puede ser verdad, pero lo vi con mis propios ojos.
– Estaré encantado de demostrártelo -Rio quería llevarla a su refugio lo antes posible. No estaría contenta con el traslado, y estaba seguro que lastimaría su pierna, pero sentía que no tenían opción. El francotirador no esperaría mucho. Si Rio fuese el cazador, ya estaría volviendo lentamente, con paciencia, de nuevo en posición de matar.
Rio sacó su mochila. La mantenía llena de artículos necesarios para una partida rápida. Añadió más vendas y calmantes para Rachael y cortó la costura de un par de vaqueros viejos hasta la rodilla.
– Tengo que pedirte que te pongas éstos.
– Encantadores. Me gusta su aspecto. ¿Vamos a caminar bajo la luz de la luna? -Dejó la sopa en la pequeña mesa del extremo y sacó su mano para pedir los vaqueros. Su mirada encontró la de Rio con resolución, pero la vio tragar con fuerza. La perspectiva de intentar caminar con la lesión que tenía era desalentadora.
– Sí. Déjame ayudarte -Deslizó el material sobre su hinchado tobillo y su pantorrilla. Su valor lo sacudió. Esperaba una protesta pero como de costumbre, Rachael estaba animada.
Explotó en sudor mientras la vestía.
– No estoy en forma.
– ¿No vamos a hablar de formas otra vez, verdad? -Bromeó Rio, necesitando encontrar una manera de sacar el dolor de los ojos de Rachael. Deslizó los dedos por su pelo. Los mechones sedosos estaban húmedos- ¿Vas a ser capaz de hacer esto?
– Por supuesto. Puedo hacer cualquier cosa -Rachael no tenía ni idea de cómo iba a levantarse y a poner peso en su pierna. Incluso con el brebaje marrón verdoso de Kim y Tama untado sobre su pantorrilla, la pierna palpitaba. Estaba segura de que cuando bajase la mirada para examinar el daño vería flechas perforando su carne. Rachael pasó la taza de la sopa.
– Estoy lista, tanto como lo puedo estar.
Le dio un cuchillo con su funda y la pistola pequeña.
– Está puesto el seguro -Se colgó la mochila a hombros y se agachó hacia el leopardo nebuloso de veintitrés kilos- No podemos dejarte atrás, Fritz. Tengo la sensación de que nuestro amigo se va a sentir vengativo. Tendrás que permanecer fuera de la casa.
El gato bostezó pero permaneció erguido cuando Rio lo puso en la terraza.
– Vete, pequeño, encuentra un lugar donde ocultarte hasta que vuelva -Miró al pequeño leopardo salir cojeando por una rama y desaparecer entre el follaje. Rio miró hacia atrás y vio a Rachael intentando mantenerse en pie.
– ¿Qué demonios crees que estás haciendo, mujer?
– Creo que se llama estar de pie pero parezco haber olvidado cómo se hace -contestó ella, sentándose en el borde de la cama- Es la pasta verde que me pusiste en la pierna. Me está sobrecargando.
– Rachael, te voy a llevar. No espero que camines.
– Eso es una tontería. Más que nada estoy débil. No es tan doloroso. Bueno, es doloroso porque la hinchazón todavía no ha bajado.
La cogió entre sus brazos.
– Pasé todos estos años solo. Nunca nadie discutió conmigo.