El río no estaba tan feroz como cuando rabiaba en la tormenta. No había corrientes subterráneas intentando tirar de ella hacia abajo. Rachael se dio cuenta de que estaba disfrutando la experiencia después de estar en cama tanto tiempo. Rio permanecía muy cerca de ella, rondando protector, lo que la hizo sentirse valorada, algo que nunca había experimentado. Era como un sueño. Ninguno habló, ya que de noche el sonido recorría grandes distancias en el río.
Fueron arrastrados en una curva y bajaron por una pequeña cascada. Abruptamente, Rio la cogió alrededor de la cintura y bajó los pies. Luchó contra la corriente, caminando con el agua hasta la cintura, arrastrándola con él. Rachael solo podía ayudarlo intentando bracear con fuerza en la dirección que quería ir. Incluso con la increíble fuerza de Rio, fue una batalla alcanzar la cascada pequeña. Él acercó la boca a su oído.
– Espera un momento, me voy a sumergir.
Aguantó la respiración cuando él desapareció. Sintió el tirón de la cuerda alrededor su cintura, pero pudo mantenerse contra el tirón del agua. Pareció que pasasen minutos hasta que Rio emergió. Suspiró aliviada y le echó los brazos al cuello.
Él volvió a acercar la boca a su oído.
– Tienes que aguantar la respiración y sumergirte bajo el agua. Vamos a nadar a través de un tubo.
Ella asintió para mostrarle que entendía y fue con él, permitiendo que el agua que se arremolinaba se cerrase sobre su cabeza. Era imposible ver algo y ella ni siquiera lo intentó, agarrándose a Rio con todas sus fuerzas. La hizo avanzar por un pequeño canal, un tubo bajo el agua. Ella sentía las paredes rozando sus hombros y cuando tocó por encima pudo sentir el techo a centímetros de su cabeza. Rachael luchó contra la claustrofobia, concentrándose en los inesperados sentimientos que sentía por Rio. Detestaba los lugares cerrados y pequeños, y nadar en aguas oscuras a través de un túnel que nunca había visto era una verdadera prueba de su confianza en Rio.
¿Cómo había llegado a sentir tanta fe en él en tan poco tiempo? No parecía que hubiese pasado tan poco tiempo. Rachael notó el tirón en su cuerpo indicando que podía levantarse. Rio le rodeó la cintura con su brazo alrededor para ayudarla a salir del agua. Su cabeza se asomó a la superficie y ella abrió los ojos. Estaba totalmente oscuro. La cascada era un eco ruidoso que se emparejaba con el sonido continuo de la corriente.
– ¿Donde estamos?
– En una cueva. Tienes que vadear a través del agua y mantener la cabeza baja durante una distancia corta y entonces estarás instalada. Hice el tubo y excavé gran parte de la entrada a la cámara. La cámara fue un gran hallazgo. Me pareció un buen lugar para escaparme si me herían seriamente.
Ella notó la pequeña nota de orgullo en su tono y sonrió.
– Suena encantador. Siempre he pensado que ser la amante de un troll es increíblemente romántico.
Hubo un corto silencio y entonces él rió suavemente.
– Me han llamado muchas cosas en la vida, pero lo de troll es nuevo -la cogió en brazos-. Voy a llevarte a través del umbral.
– A las amantes no se las lleva en brazos -recordó Rachael. La oreja de Rio estaba tan cerca de su cara que se inclinó y la mordisqueó-. Solo a las novias.
– Muy bien, entonces considérate casada. Y para de hacer esa cosa con los dientes porque estoy teniendo una condenada reacción a ella.
– Eso suena a posibilidad. Pero he estado pensando. ¿Y si algún reptil horrible descubrió tu trabajo y se hizo un pequeño nido dentro de tu cueva? Si yo fuese un cocodrilo me gustaría utilizar tu refugio. Y si vinieses de visita, todavía mejor. A veces es difícil que lleguen las comidas.
Él rió.
– No tienes ninguna fe, mujer. Puse una cerradura para dejar a las criaturas fuera. Abrí las cerraduras y la puerta, por eso estuvimos tanto tiempo en el tubo.
– No cerraste la puerta.
– Te estoy llevando a un nivel más alto primero. Es el caballero que llevo dentro.
Ella frotó su cuello con suavidad.
– Lo aprecio, Rio, de veras, pero en este caso, seré feliz quedándome aquí mientras vas detrás y aseguras el tubo. Todavía no estoy lista para visitantes, especialmente los de tipo reptil.
Rio notó el pequeño temblor en su voz.
– Haré eso inmediatamente, Rachael. Ya estamos en la caverna. Afortunadamente nos hemos alejado lo suficiente y la cueva se abre aquí a una cámara amplia, así que podemos encender una lámpara. Durante un tiempo estuve trayendo bastantes cosas -la depositó en una superficie plana.
Rachael esperó ansiosamente mientras encendía una de las lámparas y la enganchaba sobre sus cabezas para iluminar al máximo. Ella miró a su alrededor. La cámara era bastante grande. Sobresalían raíces y goteaba agua continuamente de varias paredes. No había ni rastro de cocodrilos. Rio tenía un buen número de suministros en la cueva.
Dentro de una jaula de raíces había un envase plástico grande, que supuso impermeable. Pudo ver que había varias mantas y uno de sus muchos equipos médicos. Rachael estaba sentada en una losa plana de piedra. Era la única roca que podía ver en toda la cueva. El piso alrededor de las paredes estaba húmedo, pero la mayor parte del agua volvía hacia el río. Rio había excavado una zanja para evitar que el agua humedeciese el piso de la cueva.
– Bien, ¿qué te parece? -Rio volvió, totalmente empapado, empujando el pelo hacia atrás con los dedos-. No demasiado mal espero.
– Pienso que es maravillosa -dijo Rachael. Estaba empapada e incómoda. Bajó la vista a su camisa y se dio cuenta de que no le servía de mucho. Estaba tan mojada que parecía casi transparente-. Si no te importa, me gustaría sacarme estas ropas. Deberías hacer lo mismo, Rio.
– Tengo algunas cosas para nosotros embaladas en bolsas impermeables -dijo él. Abrió el envase y revolvió por los suministros hasta encontrar una toalla.
Rio se arrodilló a su lado y le desabotonó la camisa, arrastrándola por su piel mojada y sacudiéndola a un lado.
– Venga, sestrilla, levántate para que pueda sacarte los vaqueros.
Su voz era gentil, incluso tierna. Rachael permitió que la ayudase a levantarse, apoyándose en su cuerpo mientras le bajaba el material de sus caderas. La envolvió con la toalla y comenzó a secar las gotas de agua de su piel. Se balanceó con cautela, lo que la hizo avergonzarse. Era él quien había corrido kilómetros de bosque con ella en brazos. Había sido el que utilizó su fuerza para impedir que los arrastrase la corriente. Y estaba tan empapado como ella.
– Nunca he conocido a alguien como tú -dijo Rachael- a veces no estoy segura de que seas real.
Rio la envolvió en una camisa seca.
– Tengo mi lado bueno -bromeó- desafortunadamente, no sale muy a menudo -Estiró una estera sobre la losa de roca y la cubrió con un grueso saco de dormir antes de ayudarla a sentarse. Frotando la gruesa mata de rizos, Rio estudió su pierna.
– Parece que la pasta verde aguantó. Es mejor que la saquemos de las heridas por si todavía necesitan drenarse.
– Se siente mejor -dijo Rachael-. Tendré que acordarme de decirle a Tama que hizo un trabajo milagroso.
Rio se aseguró de que estuviese cómoda antes de sacarse sus propias ropas y frotar la toalla por su cuerpo.
– ¿Cuánto tiempo crees que tendremos que permanecer aquí? -preguntó Rachael.
– Voy pasar el resto de la noche buscando al francotirador. Está dejando su propio rastro y va herido. Me será más fácil encontrarlo. Además sabré que estás segura, con lo que no tendré que preocuparme por que vuelva y te encuentre sola en casa. Franz ya está explorando para mí. Cogerá el rastro, y sabe permanecer fuera de vista.