Los ojos de Rachael se abrieron conmocionados.
– No puedes hacer eso, Rio. No después de lo que me contaste.
– Nos está cazando. La única manera de pararlo es ir tras él. ¿Creíste que íbamos a vivir en una cueva el resto de nuestras vidas?
– No -Rachael deseó taparse con las mantas. No había manera de escudar a Rio de su pasado-. Pero antes de que salgas y arriesgues la vida quizá es mejor que sepas por quién te la estás jugando.
– Sé quién eres.
– No, no lo sabes. No tienes ni idea de quien es mi familia.
– No necesito saber sobre tu familia, Rachael. Hablaremos de eso cuando vuelva. Espera aquí por lo menos cuarenta y ocho horas. Si algo va mal, sigue río arriba hacia la aldea de Kim y Tama. Pídeles que te lleven con los ancianos. El Han Vol Dan es tu primer cambio. No puedes permitir que suceda hasta que tu pierna esté lo bastante fuerte para aguantarlo. Tendrás problemas con las sensaciones sexuales. Las emociones continuarán aumentando, el calor, la necesidad, todas las sensaciones cambiantes que apenas puedes controlar. Tienes que permanecer en control, especialmente si no has pasado el Han Vol Dan. La combinación de los dos pasos puede ser explosiva.
– ¿Sabes lo totalmente ridículo que suena eso? Si estuviese viendo una película, estallaría de risa.
– Excepto que sabes que lo que te estoy contando es cierto. Has sentido el animal rugiendo por salir. He visto cómo te acercabas al cambio.
– ¿Por qué no me lo habría dicho mi madre? En todas las historias que me contó, nunca mencionó que pudiese asumir otra forma.
– No sé, Rachael, pero estoy seguro que eres uno de nosotros.
– ¿Y si no soy? -Sus ojos oscuros se movieron sobre la cara masculina-. Si estás equivocado, ¿significa que no podemos estar juntos? ¿Te permiten estar con alguien que no pertenece a tu gente?
La palma de Rio sujetó su cara, su pulgar acariciando su piel.
– Me desterraron, sestrilla, nadie puede decirme lo que puedo o no puedo hacer -se inclinó para besarla- Volveré a por ti.
– Más te vale volver por mí. No deseo luchar sola contra los cocodrilos -intentó no aferrarse a él, aunque deseó sostenerlo contra ella -No había nada que pudiese decir o hacer para detenerlo. Rachael sabía lo obstinado que podía ser. Era imposible discutir con él cuando estaba decidido a hacer algo. Sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos. Cualquier pasado que pudiesen haber tenido parecía irrumpir en los peores momentos. Le conocía. Sabía como era-. Pues vete, ahora, mientras está oscuro. Recuerda, si tienes razón y él nos siguió, ya podría estar buscando en las orillas del río para ver por dónde salimos.
– Estás perturbada.
– Por supuesto que estoy perturbada. Me tengo que quedar aquí con esta pierna estúpida y tú vas a arriesgar la vida para parar a este asesino -empujó su mano por el pelo, enojada y al borde de las lágrimas-. ¿No te das cuenta de que enviará a otro? ¿Y uno después de ese? ¿Y otro y otro más? Nunca parará.
Rio asintió.
– Ya lo pensé. No importa, Rachael. Nos libraremos de uno cada vez y si es necesario, tendré una pequeña charla con él.
Su cara perdió todo el color.
– No. No, prométemelo, Rio. Ni siquiera puedes intentar acercarte a él. Por ninguna razón. No puedes lastimarlo. Y no puedes intentar verlo.
La ansiedad en la cara de Rachael retorció sus entrañas.
– Rachael, voy a volver.
– Sé que lo harás -Tenía que hacerlo. No podría permanecer en una cueva bajo el río para siempre… a menos que él estuviera con ella. Podría ser capaz de vivir con él en cualquier sitio. El pensamiento era alarmante. Nunca había considerado que podría querer pasar su vida con alguien. Una vida entera parecía demasiado tiempo para querer pasarla con alguien, y con todo, si ella pudiese tenerlo, desearía pasar más de una vida con Rio.
Rio se forzó a apartarse de ella, de la mirada en su cara, tan sola, tan vulnerable, tanto dolor sus ojos. No se atrevió a acercársela o nunca la dejaría ir. Vadeó lejos de ella.
– Que toda la magia del bosque esté contigo y que la buena fortuna sea tu compañera de viaje -Su voz sonó áspera por el crudo dolor-. Buena caza, Rio.
Él se paró, manteniéndose de espaldas a Rachael. Antes había vislumbrado dolor en ella. Reconoció las señales del trauma y de la traición. Estaba familiarizado con la rabia nacida del desamparo. La angustia era profunda y dejaba cicatrices. No podría mirarla. El sufrimiento de Rachael era más duro de llevar que el suyo propio.
– No sé nada sobre el amor, Rachael. Conocerte fue algo inesperado, pero todo sobre ti me hace feliz. Voy a volver por ti.
Continuó vadeando en el agua. Ella estaba llorando. Sus lágrimas serían el fin de Rio. Antes le haría frente al campamento de bandidos al completo que a sus lágrimas. No había manera de cambiar lo que tenía que hacer. No podía consolarla. Había habido violencia en la vida de Rachael. Había reconocido las señales. Sólo podía esperar que por hacer lo necesario, no perdiera su oportunidad con ella.
Rio se sumergió, nadando a través del estrecho túnel que con mucho trabajo había cavado y reforzado con un tubo artificial. Le había llevado varios años encontrar la cámara y asegurar una entrada. Tenía bastantes lugares que podía utilizar en caso de necesidad, repartidos por el río y el bosque. Su gente era una especie reservada y cautelosa, y con los años había aprendido el valor de la preparación.
Al llegar a las cataratas pequeñas, buceó hasta el centro del río y permitió que lo arrastrara más lejos río abajo. No quería dejar pistas u olores para el cazador, después de haber tomado tantas precauciones para mantener a Rachael segura. Era un riesgo dejarla herida en la cámara. Tenía las armas y luz y alimento para varios días, pero aún así podía aterrarse con facilidad por estar bajo tierra. Ellos eran arbóreos, prefiriendo las ramas altas de los árboles a la tierra.
Rio pasaba muchas horas tumbado perfectamente quieto, haciendo de refuerzo para sus hombres. Los otros entraban en los campamentos para rescatar a las víctimas. Él permanecía fuera en una posición ventajosa, un francotirador que pocos podrían sobrepasar, la última línea de defensa para su unidad. Estaba acostumbrado a la vida solitaria, viviendo solo a su manera y realizando su trabajo, pero a diferencia del leopardo, su especie no había sido hecha para estar sola. Se emparejaban para toda la vida y más allá. Seguramente Rachael pasaría un mal rato sola.
Rio salió del agua a una milla río abajo de la cascada, cambiando a la forma animal, feliz de sentir toda la fuerza y la energía de su especie. Levantó el hocico y olfateó el viento. Inmediatamente se vio inundado de información. Se estiró lánguidamente antes de saltar con facilidad un tronco caído. Empezaba a amanecer en el bosque.
La niebla espesa e inquietante que cubría el bosque comenzó a levantarse, evaporándose lentamente cuando el calor del sol traspasó las nubes. Comenzó un coro de pájaros, cada uno intentando superar al otro mientras la extraña música sonaba a través de los árboles. Los sonidos eran desde melodiosos a ásperos, incluso disonantes, ya que se llamaban unos a otros revoloteando de rama en rama. Cuando los pájaros se elevaron, una explosión de colores señaló la llegada de la mañana al bosque. Los gibones se unieron, reclamando el territorio con gorjeos y enormes chillidos.
El leopardo no hizo caso del ruidoso aleteo y los silbidos de los pájaros de grandes alas, mientras saltaba a las ramas más bajas de un árbol cercano, para usar el camino de arriba. El bosque se había despertado y Rio utilizó la ruidosa charla, apresurándose por los árboles de vuelta a casa con la esperanza de distinguir el olor del cazador. Se movió con rapidez río arriba, atento a llamadas de advertencia o a silencios repentinos que indicasen que un intruso acechaba el territorio del macaco de cola de cerdo. Tímido y asustado, a menudo el macaco saltaba al piso del bosque y corría cuando lo molestaban, otro aviso de problemas.