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Río le mordió el hombro, una mordedura de broma que no pudo evitar, besando su piel, la línea de su espalda. Todo lo que podía alcanzar. La envolvió en sus brazos, la sostuvo contra él mientras trataba de recuperar su capacidad de respirar. Cada momento que estaba con ella hacía que se sintiera vivo. Pensaba que correr en el bosque era la mayor sensación de libertad, pero estar con Rachael le daba algo más, algo a lo que no podía poner nombre. Despacio, de mala gana, liberó su cuerpo del cobijo de ella, con una amplia sonrisa sobre su cara.

Rachael se hundió en el suelo de la caverna como si sus piernas simplemente se colapsaran. Río la metió con cuidado en el saco de dormir. Para su horror ella se echó a llorar y se cubrió la cara con sus manos. La miró fija y desesperadamente, asombrado de que sollozara como si le hubiera roto el corazón.

– Rachael. Maldición. Ni siquiera gritaste cuando Fritz casi te arranca la pierna. ¿Qué está mal contigo? -Se sentó al lado de ella y torpemente le puso el brazo alrededor de sus temblorosos hombros-. Cuéntame.

Era el primer movimiento torpe que Rachael lo había visto hacer alguna vez y esto la consoló cuando pensaba que no podía haber ningún consuelo.

– No me conozco. Esto me asusta, el modo en que me siento contigo. La manera en que pienso en ti. Ni siquiera conozco mi propio cuerpo. Me gusta el sexo, Río, pero no me impulsa. Soy una persona racional. Me gusta pensar las cosas desde todos los ángulos. Cuando estoy contigo, como ahora, desaparezco completamente y solo existe lo que siento. Lo que tú sientes.

La atrajo hacia sí, apoyando su cabeza en su hombro cuando ella quiso sostenerse rígidamente lejos.

– Como nos sentimos juntos, Rachael. Es como ser una persona, en la misma piel, nuestras mentes en el mismo lugar. Es como estamos juntos. ¿Por qué tendrías que tener miedo de esto?

– No puedo enamorarme de ti, Río, y no puedes amarme. Si solamente quisiéramos tener sexo, y fuera agradable o incluso fuegos artificiales, estaría bien, pero esto es diferente. Es mucho más. Es como una adicción. No al sexo, eso es sólo una pequeña parte de ello. Me siento como si tuviera que estar contigo. Que fueras, de algún modo, esencial para mi vida, para mi razón de existir -Pasó una mano por su pelo, levantó su cabeza de su hombro y lo miró airadamente-. Ojala fuera una vida pasada lo que me hace quererte tanto, pero ni siquiera puedo echarle la culpa a eso. El amor no debería consumirlo todo. No soy una persona obsesiva. No lo soy.

– ¿Estás tratando de convencerte a ti o a mí? Nunca pensé en amar a alguien, Rachael. Ojalá pudiera decirte como sé que estamos destinados a estar juntos, suena estúpido incluso cuando me lo digo a mí mismo, pero se que estamos preparados para ser hombre y mujer. No puedo imaginarme despertarme por la mañana y no tenerte al lado. Infierno, ni siquiera tengo mucho que ofrecerte. Tengo un trabajo arriesgado, la gente no me dará la bienvenida a su pueblo, mucho menos en sus vidas, y esto seguramente se extenderá a ti y a nuestros niños, pero no importa. Se que tengo que encontrar una manera de que merezca la pena de que te quedes conmigo.

– ¿Me estás escuchando? ¿Tiene algo de esto sentido para ti? Porque para mí no tiene ni una pizca. Lo que tú sabes sobre mí es que los otros han puesto precio a mi cabeza, ¿un millón de dólares? Y algún hombre leopardo está correteando tratando de matarme. Y puedo o no ser parte de una especie, la cual ni siquiera sabía que existía hasta hace un par de días. Eso es. Eso es lo que sabes, y todavía estás dispuesto a pasar tu vida conmigo. ¿Es esto normal, Rio? ¿Piensas que la gente realmente reacciona así?

– ¿Qué es normal, sestrilla, y por qué realmente tiene que ser normal para nosotros? Si no eres una de mi gente todavía querré compartir tu vida -tocó su cara mojada de lágrimas-. Eso nunca pasaría, no porque piensas que estás enamorada de mí.

– No suenas feliz, Río. ¿Piensas que esto va a terminar bien? ¿Cómo puede? Ellos no pararán con un asesinato. Enviarán a otro y a otro hasta que uno de ellos te mate o a mí o a los dos.

La besó. Fue la única cosa que se le ocurrió, probando sus lágrimas, sintiendo su terror. No por ella, sino por él. Se derritió de la manera que él estaba empezando a conocer, cada parte tan hambrienta como él. Alimentándose de su boca. Comunicándole con su cuerpo cuando no estaba preparada para hacerlo con palabras. Y eso estaba bien para él. Saboreó la completa aceptación Sintió su respuesta. Ella simplemente rindió todo lo que era a su cuidado tal y como lo había hecho con sus propias demandas.

Rachael apoyó su cabeza contra su pecho con un pequeño suspiro.

– No voy a pensar más en esto, Río. Vamos solamente a ver a donde nos lleva -Frotó su mandíbula con la palma de la mano- ¿Lo encontraste?

– No es de nuestra área. Adivino que de Sudamérica. Era definitivamente uno de nuestra especie. ¿Has estado alguna vez en Sudamérica, Rachael?

– No eres muy bueno preguntando casualmente cuando realmente quieres saber algo, Rio -le reprendió-. Nací en Sudamérica. Pasé los primeros cuatro años de mi vida allí. Emigramos a los Estados Unidos. Mi padre, bien, él no es realmente mi padre biológico pero para mí fue mi padre, nació en Sudamérica y vivió allí la mayor parte de su vida, igual que mi madre, pero él tenía mucha familia en los Estados Unidos.

– ¿Tienes un padrastro?

– Tenía. Está muerto. Él y mi madre fueron asesinados. Él fue mi padre desde que recuerdo. Lo quise muchísimo y me trató como si yo fuera de su propia carne y sangre. A mi hermano también. No pudo haber sido mejor con nosotros.

Había desafío en su voz. Se revolvió como si quisiera alejarse de él. Río comenzó a embalar de nuevo las cajas con cuidado, tratando de no mirarla así sería más fácil cuando le preguntara.

– ¿Rachael, es posible que hicieras algo para enfadar a los ancianos de tu gente? ¿Tal vez inadvertidamente, cometiendo un crimen contra tu gente que podría acarrearte el destierro o la pena de muerte?

Alzó la vista bruscamente, los ojos lanzando fuego, pero Río sólo le echó un vistazo y luego se alejó, deliberadamente no enzarzándose en un combate de miradas fijas.

– No tengo gente. No soy de una especie diferente.

– ¿Cómo explicas tu capacidad para ver en la oscuridad? ¿El hecho que los mosquitos te evitan? ¿Tu aumentada conciencia sexual y las diferentes emociones que has estado experimentando? -le preguntó con cuidado mientras cerraba la tapa de la caja y la colocaba en la jaula de raíces.

– Hay explicaciones perfectamente aceptables. Mi dieta podría explicar mi visión y la carencia de picaduras de mosquito. Y tú eres responsable de mi aumentada conciencia sexual y mis caprichos. ¿Qué esperas si estas la mitad del tiempo alrededor de mí desnudo, alardeando?

Él le sonrió abiertamente.

– ¿Volcando un poco de malhumor sobre mí ahora, verdad? -Le ofreció su mano-. Vámonos de aquí.

– ¿A dónde vamos?

– A casa. Nos vamos a casa. Voy a enseñarte como vivir aquí, Rachael, e independientemente de lo que pase, nos ocuparemos de ello.

Ella cogió su mano, enredando sus dedos.

– Te das cuenta de no tengo nada puesto.

Él se inclinó para presionar sus labios contra su pecho, su lengua provocando su pezón.

– Me di cuenta, sí. Tengo ropa en un bolso impermeable así que podemos salir del río y estar secos.

– ¿No es de día? Alguien podría vernos.

– La mayoría de la gente a lo largo del río no va a preocuparse por si tenemos puesta la ropa o no -metió su pecho en el calor de su boca, sus manos moviéndose sobre su cuerpo con posesión, con deseo Presionó un beso contra la garganta, la barbilla, la esquina de su boca-. Vamos a llevarte a casa. Tengo una bañera.