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Apagó la lámpara, sumergiendo a la cueva en la oscuridad.

– No, no tienes. Busqué una bañera -encontró su mano-. Estás tratando de sobornarme y no va a funcionar.

– No miraste en los lugares correctos. Tengo una tina que lleno de agua caliente cuando quiero empapar una herida. La mayor parte del tiempo uso duchas frías, pero tengo una tina.

El agua se arremolinó alrededor de los tobillos, elevándose hasta sus pantorrillas.

– Mi hermano hace cosas, cosas malas, Rio -Allí en la oscuridad, donde nadie pudiera oírlos por casualidad, confesó-. No puedo ir a la policía porque lo detendrían. Nunca le haría eso. Le quiero. Así que no tenía otra opción que marcharme.

El reconoció la enormidad de su confianza en él. Resbaló un brazo alrededor de su cintura.

– ¿Qué tipo de cosas malas, Rachael?

Negó con la cabeza, sus rizos sedosos frotándose contra su piel desnuda.

– No me preguntes nada más sobre él. Si no fuera por él, habría muerto hace mucho tiempo. Le debo mucho. No tienes ni idea de lo que pasamos. No voy a traicionarlo. No puedo -Tomó aliento-. No estoy mintiendo sobre los ancianos, Rio. No se de ningún anciano, vivo o muerto, que haya emitido una pena de muerte por una indiscreción imaginaria. Te lo diría si lo hubiera.

– Te creo, sestrilla -la tocó para avisarle que tenían que sumergirse y nadar por el estrecho tubo. Él fue primero, tratando de entender lo que ella podría haber hecho para que su hermano la quisiera muerta. Especialmente cuando ella obviamente le quería. Lo había oído en su voz. La cólera ardiente de los de su clase, siempre tan peligrosa e imprevisible, se arremolinó en su vientre mientras nadaba. No tenía sentido que él no la quisiera a ella. ¿Quién no amaría a Rachael?

Salieron a la superficie juntos, justo bajo las cascadas, esperando que el agua los ocultara de la vista de cualquiera que estuviera cerca. Río volvió abajo para asegurar la pesada red sobre el tubo. Rachael esperó, mirando fijamente a la orilla de enfrente a través de las aguas de las cascadas, inconscientemente contando para si hasta que Río emergió al lado de ella. Puso los brazos alrededor de su cuello y presionó su cuerpo cerca de él.

– Nunca debería habértelo dicho.

– Puedes contarme todo. Te conté sobre mi madre.

Ella besó su garganta, trazando pequeños besos por encima de su mandíbula.

– Y todavía pienso que tus ancianos apestan. No reconocieron lo valiente que fuiste al ir ante ellos y admitir lo que habías hecho.

– No fue valor. Fue solamente lo que ella me enseñó. Elegí hacer algo y tuve que aceptar las consecuencias. Era su regla, una que yo respetaba -La alegría explotó a través de él como un arco iris de colores. Rachael tenía un modo de hacerle sentir valioso. Sentirse como alguien especial y asombroso. Ató la cuerda alrededor de su cintura y vadeó hacia fuera en la corriente rápida-. Tenemos que nadar a la orilla. La corriente nos llevará un poco río abajo pero tenemos ángulo para el otro lado del río

Asintió para mostrarle que había entendido. Esta vez cuando dejó su pie bajo el agua, pudo descansar su peso brevemente sobre él. Esto era una buena señal de que finalmente se estaba curando. Había conseguido echarle una mirada en la cueva y definitivamente tendría cicatrices, pero al menos tenía la pierna.

Fueron arrastrados río abajo incluso mientras nadaban fuertemente hacia la orilla. Río la atrajo cerca de él y encaró su camino a la orilla, arrastrándola con él. Logró coger una rama que colgaba baja y fácilmente se impulsó encima, levantándola del agua con su fuerza increíble. Rachael se adhirió a la rama de árbol, sus pies todavía pendiendo en el agua. La corteza era áspera sobre su piel desnuda y por alguna razón fue de repente consciente de su desnudez. Miró alrededor y solo vio monos mirándola fijamente.

– Si tengo alguna sanguijuela sobre mí, solo una, me voy a alterar -prometió-. Y haz que esos monos dejen de mirarme fijamente. Me hacen sentir desnuda.

– Estás desnuda -se rió cuando la sacó completamente del agua, sosteniéndola cerca de su cuerpo, sus pechos aplastados contra su pecho-. Ya estás arruinando el ambiente romántico.

La ceja casi alcanzó la línea del pelo.

– ¿Ambiente romántico? ¿De que estás hablando?

– Apenas pienso que las sanguijuelas deberían mencionarse en un romántico paseo por el bosque, especialmente cuando tu cuerpo es increíblemente sexy y esta desnudo en este momento -La acunó en sus brazos y saltó a tierra, aterrizando suavemente.

Ella le rodeó su cuello con sus brazos y alzó la vista a los árboles. Parecía como si miles de ojos los miraban fijamente.

– Rio. Los monos realmente están mirando.

Sobre la orilla estaban mucho más expuestos. Había pasado las dos últimas semanas en una pequeña casa en el bosque, bajo un pesado dosel de hojas. Su único alivio había sido una caverna subterránea. La lluvia comenzó, una llovizna suave y estable que lavó el agua del río de sus pieles mientras la llevaba a través de ciénagas y pantanos hasta el borde del bosque. El viento tocaba sus caras, revoloteaba juguetonamente entre las hojas de los árboles. Todo el rato los gibones, macacos, un orangután y varias especies de pájaros los miraban.

– No lo soporto. Están mirando.

– Deberían mirar fijamente. Estoy a punto de mostrarles como de buenas son ciertas cosas en la vida.

Había una malvada diversión en su voz. Y algo más… una nota que arañaba sobre su piel y enviaba calor moviéndose en espiral a través de su cuerpo.

– No lo creo, pervertido. No vamos a organizar un espectáculo para estos mirones – Solamente su voz podía derretir su cuerpo. La mirada en sus ojos la deshacía. Sus ojos ardían con deseo, con hambre, incluso podía ver el desafío de broma en su expresión.

– Después vas a contarme alguna historia extraña sobre como haces arder de calor y necesidad a las mujeres.

La cambió, deslizando sus piernas alrededor de su cintura de modo que su canal mojado estuviera colocado sobre la cabeza de su pene.

– No cualquier mujer, Rachael, tú.

Se apretó alrededor de su cuello, levantó el cuerpo de manera que él pudiera succionar su pecho. Ya estaba caliente, mojada y necesitada. El hacía cosas con la lengua, acariciando y provocando hasta que no pudo soportarlo y empezó a colocarse despacio sobre su gruesa erección.

– Oh, si, esto es lo que quiero -dijo, su aliento siseaba en sus pulmones-. Arquéate hacia atrás y móntame, lento, tómate tu tiempo.

Ella se inclinó hacia atrás, girando su cara al cielo, a la lluvia caliente y despacio deslizó su cuerpo arriba y abajo. La lluvia caía sobre su cara, las gotitas goteaban entre sus pechos, abajo a su estómago para chisporrotear en el calor de su unión. Sonrió a su audiencia, deseándoles todo el placer del mundo. Deseándoles la alegría y libertad de una relación sensual.

– Eres tan hermosa -jadeó las palabras, asombrado por como la luz caía a través de la cara de Rachael, revelando la intensidad de su placer. Esto aumentaba su belleza natural. Era tan desinhibida con él. Tan cariñosa que podía ver cuánto lo quería, cuanto disfrutaba de su cuerpo.

Ella se rió suavemente.

– Sólo soy hermosa porque tú me haces sentir así -El relámpago chisporroteó en sus venas. Fuego corriendo sobre su piel. Ella controlaba el ritmo, deliberadamente moviéndose lentamente, tomándolo profundamente, agarrándole apretadamente con sus músculos.

Rachael no tenía ni idea de como Rio lograba hacer del mundo un lugar de luz del sol y paraíso cuando ella había vivido en las sombras durante tanto mucho tiempo. La lluvia caía suavemente, realzando el color brillante en todas direcciones, dispersando prismas de arco iris a través del cielo. O tal vez era detrás de sus ojos. No importaba. Sólo existía Rio en su mundo y él era todo lo que importaba.