Apartó la cara y miró hacia arriba al follaje plumoso, a los hongos rojo brillante y a la fruta que cubría pesadamente el árbol. Hongos parecidos a cuernos y copas de brillantes colores cubrían los troncos. Setas grandes crecían alrededor de las bases y hacían campos de gorros grandes dentro de las raíces.
– La humedad en Florida no es tan intensa, pero puede ser opresiva para algunas personas. No llueve tanto tampoco.
– ¿Entró en el pantano, Rachael? -mantuvo su tono bajo, apacible. Rachael no era una mujer para ser empujada. Confiaba en él con su vida, pero no confiaba en él con la vida de su hermano. No podía empujarla demasiado duro. Se alejaría antes.
– Mi hermano está muy lejos de aquí, Rio. No quiero ninguna parte de él aquí, ni siquiera su espíritu. No lo traigas a este lugar.
El mal humor lo montó con fuerza y estuvo silencioso mientras andaba rápidamente por los parches de luz y sombra, adentrándose más profundo en el bosque. Le llevó unos pocos minutos entenderlo.
– No le quieres en nuestro lugar. Mi lugar. No le quieres en ningún lugar cerca de mí.
– No pertenece a aquí, Rio. Para nada, no con nosotros -Rachael miró abajo a la tablilla sobre su muñeca. Ella probablemente tampoco pertenecía a Rio. Había sido bastante afortunada con encontrarlo, pero no lo quería en el peligro.
– A veces, sestrilla me siento como si estuviera tratando de mantener agua en mis manos. Te escurres entre mis dedos.
Rachael lo miró con sus ojos oscuros, líquidos. Ojos tristes.
– No puedo darte lo que quieres.
– Antes de que mi padre muriera, Rachael, pidió a mi madre que le prometiera que me tomaría y dejaría el pueblo. Quería que encontrara a otro hombre, así no tendría que educarme sola. Un hombre o una mujer que pierde a su compañero nunca escogería a otro marido o esposa entre nuestra gente. Mi padre habló con mi madre más de una vez pero ella no quería vivir con otro hombre. Se quedó cerca del pueblo.
– ¿Por qué no querrían los demás cuidarla a ella y a ti también? ¿Si no hay muchos de vosotros, seguramente querrían asegurarse de que estabas bien cuidado? -Sonaba ultrajada una vez más-. No creo que me gusten mucho tus ancianos.
– Los mayores querrían ocuparse de las viudas y los niños, pero habría problemas. La mayoría se va si quieren encontrar compañía para pasar el resto de su vida. Podemos vivir y amar fuera de la selva tropical, y muchos lo hacen. Es posible que tu padre le pidiera a tu madre que os llevara a ti y a tu hermano y encontrara otro hombre.
– ¿Cómo murió tu padre?
– Entró con un equipo para sacar a un diplomático de una fuerza de rebeldes. Le dispararon. Eso pasa.
Rachael descansó la cabeza contra su hombro.
– Lo siento. Debe haber sido tan difícil para tu madre saber que decidiste continuar el trabajo de tu padre.
– No le gustó. Mi madre no hizo lo que mi padre quiso que hiciera. Se quedó en la selva tropical en el límite del pueblo. Esto causó algunos problemas de vez en cuando. Era una mujer hermosa y era bastante fácil enamorarse de ella. ¿Te pareces a tu madre?
Ella sonrió y se relajó en sus brazos, hundiéndose en él sin ser consciente de ello.
– Realmente me parezco algo a sus fotos. Tenemos los mismos ojos y la forma de mi cara es como la suya. Y tengo su sonrisa. Ella no era tan alta o tan pesada.
Río se detuvo bajo un alto árbol de corteza plateada y cientos de orquídeas que caían en cascada por el tronco.
– ¿Pesada? Tienes curvas, Rachael. Me gustan mucho tus curvas -Inclinó la cabeza hacia su garganta, su aliento susurraba fuego contra su piel-. No digas nada malo sobre ti o me veré forzado a demostrarte que estás equivocada.
Rachael se rió feliz. Él la hacía sentirse brillante y viva cuando había estado tan cerca de la penumbra.
– No creo que eso sea una amenaza, Río. Y gracias por hacerme recordar a mi madre. Todo lo que tenía era una pálida imagen mental sobre ella. Cuando me preguntaste sobre ella, empecé a pensar en todos los pequeños detalles y puedo verla otra vez claramente. Tenía el pelo espeso. Muy rizado -tocó su pelo-. Yo siempre mantenía mi pelo largo porque ella llevaba el suyo así. Cuando quise desaparecer, lo corté a la altura de mis hombros porque pensaba que al llegar hasta mi trasero era demasiado reconocible. Lloré al dormirme cada noche durante una semana.
– Lleva tu pelo de cualquier manera en que quieras llevarlo, Rachael. Ya te han encontrado aquí -comenzó a andar otra vez, volviendo al camino, queriendo regresar a la casa e instalarla otra vez. Ella se estaba cansando e intentaba ocultárselo.
– Pero no saben que estoy todavía viva. Podríamos ser capaces de hacerles creer que me ahogué en el río. Lancé mis zapatos, para que algo apareciera si realmente miraban.
– Rachael, la única manera en vamos a poder vivir vidas normales es quitando la amenaza completamente. No queremos estar mirando sobre nuestros hombros el resto de nuestras vidas.
Rachael estaba silenciosa, dándole vueltas a sus palabras una y otra vez en su mente. Río estaba pensando en una relación permanente, ella todavía lo estaba tomando un día a la vez. Miró estrechamente a su cara. Lo correcto sería dejarlo tan rápido como fuera posible, apartar todas las amenazas de él. Tomó aliento y lo soltó despacio.
– Me estoy dando cuenta de que tengo una vena increíblemente egoísta. Siempre pensaba que era desinteresada, pero no quiero dejarte. Este no es el mejor momento en la vida de alguien para averiguar cuan completamente egocéntrico realmente es.
– Este podría ser mi mejor momento, averiguar que quieres mantenerme.
– Dime que en un par de semanas podría creerte. Esto es tan inesperado. ¿Y sobre normalidad, es cómo vives aquí en la selva tropical tu definición de normal?
– Yo raras veces vivo de otra manera – La risa se desvaneció de su cara-. Dudo que nos permitan vivir en el pueblo. No es cómodo para algunas personas. Como supuestamente, estoy muerto para ellos, las compras son difíciles. Miran a través de mí, no puedo hacer preguntas, dejo el dinero sobre el mostrador.
Los ojos oscuros de Rachael destellaron.
– Sé lo que me gustaría decirles. No quiero vivir en el pueblo. No ahora. Ni en otro momento. Y tendré que pensar sobre comprar allí. No me importaría incomodarles, pero por otra parte, odiaría echarles una mano apoyándolos.
Rio hizo un esfuerzo por reprimir la risa. Rachael no necesita ser animada para que lo defendiera, pero él no podía evitar secretamente quererlo.
– Podrías querer la protección del pueblo cuando tengamos niños.
– ¿Vamos a tener a niños?
– No parezcas tan asustada. Me gustan los niños… creo -frunció el ceño-. En realidad no he estado alrededor de ningún niño, pero pienso que me gustarían.
Rachael echó la cabeza hacia atrás y rió más, abrazándole mientras se acercaban a la casa.
CAPÍTULO 13
Se sentía en el paraíso. Rachael se sumergió en el agua para mojarse la cabeza. Hace semanas que no se sentía tan limpia, sobre todo, después de sólo tomar insatisfactorios baños de esponja, obligada por la infección que había minado su cuerpo. Emergió y buscó a Rio, tratando ocultar su alegría. Su experiencia, al pelear con el leopardo fue tan penosa que no habían hablado mucho sobre ello. Parecía haber envejecido, ahora las líneas en su cara eran más profundas, y sus ojos estaban rodeados por oscuras sombras.
Él le pasó shampoo por el cabello.
– Te ves contenta.
– Nunca creí que un baño se sintiera tan bien. Lo que fuera que Tama haya ungido en mi pierna resulto ser milagroso. No puedo creer como disminuyó hinchazón y estoy segura que también ayudó a que las dolorosas heridas se curaran. Estaban supurando mucho pero ahora ya no. Me siento mucho mejor.