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– Bien -Con la punta de los dedos frotó su cabeza en un lento masaje-. Fritz ha regresado. Se coló dentro cuando estaba calentando el agua. Le observé meterse debajo de la cama.

– ¿Y qué hay acerca de Franz? -Quería gemir de éxtasis. Los masajes que le estaba proporcionando eran mágicos-. Estoy preocupada de que no lo hayamos visto.

– Nos siguió a través del bosque. Estaba en el follaje. Vendrá cuando esté listo.

– Deberías habérmelo señalado. Tengo que mantenerme más alerta -Le sonrió a través del shampoo-. Ves, si fuera un leopardo, me hubiera dado cuenta.

– Lo esperaba, y nosotros viajamos juntos todo el tiempo. Estoy familiarizado con su comportamiento. Los leopardos incluso suelen usar más de una vez el mismo escondrijo para la comida, facilitando a los cazadores furtivos la tarea de destruirlos. Tenemos que luchar contra el instinto de establecer pautas de comportamiento. Todos tenemos esa tendencia y en un negocio como el nuestro, puede significar un suicidio. Trato de no usar el mismo camino dos veces. Nunca uso la misma ruta de escape más de una vez. No vuelvo a mi casa por el mismo camino. Tengo que asegurarme de tenerlo presente todo el tiempo.

Rachael se sumergió debajo del agua para aclararse el cabello. No se sentía felina en ese momento, adoraba el agua, cuanto más caliente mejor. Quería permanecer en el baño el mayor tiempo posible. Estaba empezando a darse cuenta de que tomar un baño era un lujo. Cuando emergió, enjugándose los ojos, sintió crepitar la radio.

– Pensé que estaba rota. ¿No le disparé?

– Drake me dejó la suya -Tomó la pequeña radio portátil y escuchó el gorjeo de voces distorsionadas-. Piensan que encontraron el campamento correcto. Van a entrar pronto, probablemente después de medianoche.

Pudo leer la ansiedad en su voz.

– Te quedaste rezagado a causa mía, ¿verdad? Rio, si necesitas ir con ellos, entonces ve. Estoy perfectamente bien sola. Tengo armas aquí. Sabes que sé usarlas.

– Es más que eso, Rachael. Siempre estás asumiendo responsabilidades que no te corresponden. Yo tomo mis propias decisiones, lo mismo que tú. Quería quedarme contigo.

– Porque no confías del todo en ellos.

Se encogió.

– Tal vez por el momento no lo hago, no en lo que se refiere a ti. Si los ancianos de tu aldea contactan con los de la mía y les piden ayuda para llevar a cabo una sentencia de muerte, es posible que lo ancianos de aquí accedan. No te conocen y nuestras leyes son muy estrictas. Algunos pueden ser muy severos.

– Tú realmente crees que tengo una especie de habilidad para cambiar mi cuerpo, ¿verdad? No puedo cambiar de forma. Pensé en ello y traté de hacerlo, sólo para ver si estabas en lo cierto, pero no paso nada. Todavía sigo siendo yo.

– Sólo escúchame por un momento, Rachael. Supón que tu madre te alejó a ti y a tu hermano de la aldea. No quería alterar el balance de la aldea pero decidió que era demasiado joven para vivir el resto de su vida sola por lo que eligió renunciar a su herencia y vivir enteramente con su lado humano.

Rachael descansó la cabeza contra el fondo de la pequeña tina que había acarreado desde el cobertizo cerrado contiguo y la había llenado meticulosamente con agua que él había calentado. La oscuridad caía lentamente sobre el bosque. Las criaturas de la noche estaban volviendo a la vida.

– Supongo que puede haber pensado de esa forma.

– Conoció a tu padrastro.

– Antonio.

– Conoció a Antonio. Era apuesto, rico y muy agradable. La cortejó, se enamoró de él y se casaron. Su Estado estaba ubicado en el linde del bosque. Cada noche la llamaba. Noche tras noche. El Han Vol Dan, la manera del cambio, le susurraba y la tentaba. Finalmente empezó a escabullirse para correr libre en el bosque de la forma en que nuestra especie esta acostumbrada a hacerlo. Al despertarse Antonio cada noche encontraba que su esposa no estaba, que estaba sólo en la cama. ¿Qué supones que ese buen hombre pensaría? -Rio la ayudó a pararse y la envolvió en una toalla. Levantándola de la tina, se inclinó sobre ella, atrapando un hilo de agua que corría hacia abajo por su cuello, lamiéndolo- Pensaría lo que cualquier otro hombre supondría. Su esposa se escapaba de él. Y la seguiría.

Rachael se estremeció con el tono de su voz.

– Ok, no tienes por que añadir el toque dramático. Eres un hombre aterrador cuando quieres.

– Sólo estaba pensando en como me sentiría si pensara que te estas escapando de nuestra cama para encontrarte con otro hombre.

– Bueno deja de pensar en ello. Obviamente tienes una imaginación muy desarrollada, en caso de que no lo hayas notado tus garras están aflorando a través de la punta de tus dedos.

Miró con cierta sorpresa hacia abajo para comprobar que ella tenía razón. De sus manos emergían curvadas y afiladas navajas -gruesas, curvas y peligrosas- habían aparecido por sus fuertes emociones. Sus garras podían extenderse rápidamente a través de músculos, ligamentos y tendones cuando era necesario o ser retraídas cuando no estaban en uso. Su ceño dejo lugar a una seca sonrisa.

– No soy muy civilizado, ¿verdad?

– Supongo que no podemos apartar la selva del hombre

– Pero no estás asustada de mí, sestrilla, eso en sí mismo debe significar algo. Cualquier mujer normal estaría aterrada de ver garras en un hombre.

Ella se sentó en el extremo de la cama, con una sonrisa asomando a sus ojos.

– ¿Estás diciendo que no soy normal? Creo que ya te las has arreglado para mencionar ese hecho en un par de ocasiones. Es similar al viejo dicho, “la sartén le dijo al cazo, apártate que me tiznas”. En comparación, soy perfectamente normal.

– Yo pienso que lo que soy es perfectamente normal, Rachael, y estoy cada vez más convencido que tú eres como yo. Creo que tu padrastro vio como tu madre cambiaba de forma. Como la amaba no le importó. Hasta puede haber pensado que era extraordinario. Pero si los ancianos de su aldea se dieron cuenta de que él sabía, que un humano sabía, podrían haberla hecho desaparecer o peor, sentenciarlo a muerte.

– Kim y Tama lo saben.

– Ellos son hombres de la tribu. Viven en el bosque y tienen un profundo respeto por la naturaleza y las otras especies. No todos los hombres piensan de la misma forma.

– Así que mi padrastro nos saca de allí furtivamente hacia la ciudad y emigramos a los Estados Unidos.

Obviamente no se daba cuenta el verdadero significado de esa frase. Su padrastro se había preocupado por su familia, al intentar sacarlos de ese lugar y llevarlos a los Estados Unidos.

– Donde tenía familia y tierras en Florida al final de las Everglades. Y donde tu madre podía continuar con sus correrías nocturnas sin temer represalias. Pienso que se mudó para proteger a tu familia -La observó de cerca, con una aguda y penetrante inteligencia brillando en sus ojos.

Ella apartó la cara, dejó caer la toalla y alcanzó una camisa.

– Bueno no hizo un buen trabajo protegiéndonos. O a si mismo. Su única familia no fue muy acogedora. No en el bosque pluvial y definitivamente no en los Estados Unidos. Son probablemente tan rígidos o aún más que tus ancianos. Estás tras la pista errónea, Rio.

– Tal vez, es posible. ¿Su familia no los aceptó a tu hermano y a ti?

Ella se encogió de hombros casualmente… Demasiado casualmente.

– Al principio pretendieron hacerlo.

– Venía de una familia adinerada -conjeturó Rio.

– Tenía dinero. Mucho. Al menos su familia lo tenía.

– ¿Qué familia? ¿Era dueño de las tierras cerca del bosque, o éste pertenecía a su familia?

– Era de él y de su hermano -Habló con una voz sin inflexiones, pero podía sentir su disgusto. Hasta repugnancia. Era casi tangible entre ellos en la habitación- Compartían todas sus casas, incluso las que tenían en los Estados Unidos.

El radar de Rio se apagó inmediatamente.

– Entonces eran muy ricos. Realmente podían permitirse ofrecer una recompensa de un millón de dólares. Rachael, ¿se te ha ocurrido pensar que la recompensa sólo será pagada si tú regresas con vida? El francotirador te quería muerta. ¿Podría ser que hubiera dos facciones trabajando aquí?