Volvió la cabeza para mirarlo, con alguna emoción vibrando en la profundidad de sus ojos.
– Eso no se me había ocurrido.
– Así que es posible.
Rachael asintió reluctantemente.
– Si. Y ambos bandos tienen una gran cantidad de dinero. Mi hermano y yo heredamos la parte de mi padrastro de las tierras y su parte del negocio.
– ¿Cómo murieron tu padrastro y tu madre?
– Fueron ejecutados. El reporte oficial de la policía decía que habían sido asesinados.
– Entonces se llevaron a cabo autopsias.
Ella sacudió la cabeza.
– Los cuerpos desaparecieron de la morgue. Fueron robados. Hubo un gran escándalo. Todavía era joven y fue aterrador para mí.
– ¿Entonces adonde fueron tu hermano y tú cuando murieron tus padres?
Sus hombros estaban rígidos.
– Con nuestro tío, el hermano de mi padrastro. Compartía las haciendas y los negocios y nos acogió.
– Entonces debe ser tu tío el que está pagando para mantenerte a salvo o el que te quiere muerta.
– Nunca pagaría para mantenerme a salvo -Luchó para que la amargura no le robara la voz-. ¿Por qué estamos hablando de esto, Rio? Sólo pensar en él hace que se me erice la piel. Abandoné ese lugar. Dejé a esas personas. No las quiero aquí en esta casa con nosotros.
– Tu hermano es una parte de ti, Rachael. Puedo ver que lo amas. Se nota en tu voz cuando hablas de él. Tarde o temprano tienes que resolver este asunto.
– Obviamente te preocupas de los ancianos de tu aldea, pero ellos te hicieron desaparecer de sus vidas. Puedo amar a mi hermano y saber que represento una responsabilidad para él y que es mejor que no ande cerca de él. Es mejor para los dos.
El golpeteo la pared con un dedo.
– ¿Por qué? ¿Qué has hecho que haga que él esté mejor sin ti?
Súbitamente su mirada se volvió fría cuando lo miró.
– No hablo de mi hermano con nadie, Rio. No es seguro para ti, para mi o para él. Si no puedes aceptar eso…
– No te pongas tensa conmigo otra vez. Hice una pregunta perfectamente razonable.
Observó el calor brillando en sus ojos.
– No creo que nadie con un temperamento como el tuyo pueda decir que yo estoy tensa. Estoy hambrienta, no tensa.
Sus cejas se dispararon hacia arriba.
– ¿Sabes cocinar?
Ella lo miró.
– Soy una excelente cocinera. Quise actuar educadamente y no meterme en tu camino. Me di cuenta que tienes cierta tendencia a ser muy territorial.
Antes de que pudiera contestarle, la radio volvió a crepitar. Rio se giró y se apuró a cruzar la habitación para agarrarla. Hubo un momento de silencio.
– Es una fuga. Tenemos una fuga.
Hubo más estática y más palabras que Rachael no pudo entender.
– ¿Qué están diciendo?
– Estoy escuchándolos hablar entre ellos. Van a entrar a sacar a las víctimas. Tienen que entrar como fantasmas. Con uno, es agarrarlo y salir, pero estamos hablando de varias víctimas. Es seguro que alguno entre en pánico y eso es lo que lo hace tan peligroso.
– ¿Qué pasa si alguien entra en pánico? -Podía sentir la tensión aumentando en la habitación. Rio paseaba adelante y atrás inquieto dando pasos rápidos. Ella lo observaba desde la seguridad de la cama. Parecía flotar a través del piso de la habitación, cada paso tan gracioso y fluido como un gato de la jungla. Y era igual que si estuviera enjaulado allí en la casa con ella.
Rio hizo una pausa al lado de su rifle, pasó una mano sobre el cañón.
– Aquí es donde puede ponerse feo. Será mejor que Conner esté cuidándolos -dijo con un tono bajo, casi hablando para sí mismo.
– Este Conner está haciendo tu trabajo, ¿es eso? ¿Qué es lo que acostumbras a hacer exactamente?
– Los protejo. Puedo darle a un pájaro en un ala con el viento en contra. Así que me tiendo por encima de ellos donde pueda divisar el campo entero y mantengo a los bandidos alejados de ellos. Les proveo de disparos de cobertura e intensifico el fuego cuando se están retirando. Nos diseminamos, cada hombre tiene asignada una tarea, llevando a las víctimas hacia el bosque. Drake usualmente los conduce al helicóptero mientras el resto del equipo se dispersa en distintas direcciones. Yo atraigo a los bandidos hacia mí. Abro fuego pesado y los mantengo ocupados siguiéndome hasta que tengo noticias de que cada miembro del equipo está a salvo y que podemos dejar nuestras posiciones.
– ¿Los bandidos te persiguen a través del bosque?
Le sonrió, una pequeña, traviesa sonrisa de muchacho.
– Varios bosques. No hay cosas tales como límites o ríos o lugares a los que no podamos ir. Tenemos que ser algo cuidadosos en sus territorios. Son como ratas, pueden meterse bajo tierra en su laberinto de túneles en los campos. Es por eso que los guiamos hacia el bosque. Nos dispersamos, los hombres cambian de forma y yo me convierto en la única esperanza para los bandidos de tomar revancha.
Ella estaba furiosa otra vez con los ancianos. Tanto que hizo una pelota con la almohada entre sus manos y la arrojó contra la pared en una pequeña muestra de temperamento.
– Se aprovechan de ti, Rio. Estás arriesgando tu vida para ayudarlos a escapar.
– Sestrilla, no es así. Los otros arriesgan sus vidas introduciéndose en el campamento mientras que yo permanezco a salvo a una milla de distancia. Todos asumimos riesgos. Todos estamos en peligro cuando los cazadores furtivos entran en nuestro territorio y tratan de matar a especies en extinción. Es lo que hacemos, lo que somos. Deseo hacer lo que hago.
– Y los ancianos se sientan a contar el dinero que les llevan. Apuesto que no hay riesgo para ellos. Simplemente te envían allí afuera, llenando tu cabeza acerca de realizar buenas obras y cubrir necesidades y se sienten afortunados de que estés dispuesto a arriesgar tu vida por la causa.
– Realmente estás enojada -Lo estaba. Podía ver que su cuerpo estaba temblando. Más que eso, ella estaba cerca otra vez. Podía sentir la súbita tensión, el salvaje poder en la habitación, enjaulado pero buscando la liberación. Exudaba una fuerte llamada sensual.
– Detesto a ese tipo de gente. Dictan reglas para todo el resto del mundo y luego se sientan tranquilos y a salvo dirigiéndolo todo, tomando decisiones de vida o muerte sobre la gente y cosechando las recompensas monetarias.
No estaba hablando de los ancianos de la aldea. Rio permaneció en silencio, esperando a ver si podía continuar, pero se levantó de la cama y se acercó a la puerta abriéndola para mirar hacia afuera al bosque que la llamaba.
Toda la charla acerca del mítico Han Vol Dan, de su madre huyendo para ser libre, la hizo ansiar la misma libertad. Poder ser alguien más, aunque fuera por unos pocos minutos, algo diferente, con más control, más libertad. Poseer la habilidad para correr por las ramas de los árboles. Extendió los brazos para abrazar la idea. Muy dentro de ella se sentía llena de poder. Algo indomable. Salvaje. Algo que deseaba que lo liberaran. El fuego corrió por su torrente sanguíneo y algo vivo se movió por debajo de su piel. Sus dedos se curvaron. Le dolió la cara. Los huesos se resquebrajaron y chasquearon.
– ¡No! -dijo Rio bruscamente, la tomó por el hombro y la apartó de un tirón alejándola de la puerta, de regreso a la seguridad de la casa. Envolvió los brazos alrededor de su cintura como si quisiera anclarla a él- ¿Qué crees que estás haciendo?
– No lo sé -No lo miró a la cara. Sólo podía mirar a la tentación que suponían los árboles, el follaje ondulante y el grueso dosel de hojas. Hasta la lluvia parecía llamarla con su ritmo regular- ¿Qué estoy haciendo, Rio?
– Tu pierna aún no está lo suficientemente curada para esto. Nunca sobreviviría el cambio sin lastimarse todavía más. No puedes dejarte llevar por ello aún.