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– ¿Es posible parar? Si está en mí, ¿No saldrá a la luz como te pasa a ti? -Aparentemente, estaba calmada, pero por dentro estaba empezando a sentir una mezcla de excitación y miedo. Olió el viento y pudo entender el mensaje que transportaba. Pudo oír las notas que se elevaban del follaje y conocía la canción. Podía ver pequeños lagartos, insectos, una mantis religiosa, escondidos entre las hojas de los árboles como si fueran brillantes imágenes.

La radio que Rio tenía en la mano crepitó, seguida de una ráfaga de estática.

– Estamos adentro. Estamos adentro -la voz era apenas un susurro.

Rachael sabía que la radio era importante. Podía oír la tensión en la voz. Podía sentirla en Rio, pero el salvajismo en ella estaba floreciendo, extendiéndose como un calor salvaje a través de su cuerpo. Con él vino la visión como si nunca lo hubiera sabido. Imágenes termales ondas de rojos y amarillos mientras miraba hacia afuera a la oscuridad. La noche había caído por completo, la fantasmal niebla inundaba el bosque una vez más. Blancas extensiones iban a la deriva deslizándose entre los árboles. Parecían lazos blancos. Inhaló fuertemente y atrayendo el aroma de la noche hacia sus pulmones.

– Maldición, Rachael, voy a cerrar la puerta -Rio se inclinó para verle la cara- Tus ojos están cambiando, tus pupilas se están dilatando. Debes luchar contra ello.

Rachael parpadeó hacia él. La voz de Rio tenía un toque de urgencia, preocupado. Le sonrió para asegurarle que no estaba asustada. Bueno, quizás un poco, pero era una buena clase de miedo. Quería alcanzar esa otra parte de si misma. La sentía fuerte ahora, decidida, creciendo dentro de ella. Podía sacudirse la angustia y el dolor y sentir la pura alegría de vivir libre. Sin responsabilidades. Sin ataduras. No existiría nada más que estar viva y abierta a los sonidos y esencias de la naturaleza.

La tentación era tan fuerte que se deshizo de Rio para dirigirse hacia la puerta nuevamente. Las manos de Rio casi aplastaron sus hombros.

– Rachael, mírame -la atrajo hacia sus brazos, sosteniéndola fuertemente contra su pecho. Podía sentir el descontrol creciendo en ella, veía como lo miraba con ojos que ya no eran enteramente humanos-. Lucha con ello. Quédate conmigo, ahora. No puedes arriesgarte a cambiar con tu pierna en tan mal estado. No la primera vez.

La besó. Fue lo único que pudo pensar en hacer cuando ella se le estaba escurriendo lejos. Se veía tan atractiva, una tentación del bosque pluvial. En el momento que su boca se ajustó a la de ella, le pasó los brazos por el cuello, y presionó su cuerpo contra el de él por lo que simplemente se fundieron juntos. En el calor del bosque su piel se sentía como terciopelo caliente, deslizándose y frotándose contra él haciendo que la fricción trajera su propio calor y excitación. Los dedos se perdieron en su cabello, apretándose allí en un puño para sostenerla mientras la besaba vorazmente. Devorándola. Olvidándolo todo excepto la sensación de su boca, su sabor

Rachael sentía que había pasado de un sueño a otro. El salvajismo en su interior se calmó para dar paso a otro tipo de frenesí. Una pasión desenfrenada, indomable la inundó y se derramó hacia este hombre. El único hombre. Había pensado en dejarlo ir. Había pensado en protegerlo y dejarlo atrás. Nunca pasaría. Era parte de ella como su propia cabeza. Cuando estaban juntos había magia, amor gozoso. Era un ideal tonto y simplista, pero con Rio funcionaba.

Rachael levantó la cabeza para mirarlo, para memorizar su cara, rasgo por rasgo. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que pestañear para apartarlas.

– Eres tan hermoso, Rio -le dolía la garganta y sus ojos ardieron con el amor brotando de ellos como si fuera una fuente.

– Siempre me dices que soy hermoso. No se supone que los hombres sean hermosos.

– Quizás no se supone que lo seas, pero lo eres. Nunca estuve con un hombre como tú antes -Trazó las líneas de su rostro con la punta de los dedos, acariciando su boca. Lo miró a los ojos y sonrió-. No es sólo a causa de tu cuerpo perfecto, Rio, eres un hombre muy bueno.

¿Cómo podía una mujer desarmar a un hombre con unas pocas palabras? Tal vez fuera la honestidad de su expresión o el amor en sus ojos.

– Rachael -Su nombre salió en un áspero susurro. No podía controlar su propia voz.

La radio zumbó a la vida. Podía escucharse el sonido de disparos en cortas ráfagas. Alguien gritó. Se desató el infierno.

– Joshua está herido. Conner está tratando de cubrir a Drake y a sus competidores. Maldición. Maldición -más estática.

Rachael estaba observando atentamente la cara de Rio. Toda expresión desapareció trocándose en una máscara severa.

– ¿Cuan lejos están ellos? ¿A cuantas millas?

La miró, parpadeo, la besó fuerte en la boca y se dio la vuelta para alcanzar el rifle. Rachael le tendió los dos cuchillos que estaban sobre el mostrador.

– Rachael -dudó en la puerta, con la radio en la mano.

– Sólo vete. Apúrate. Esto es a lo que te dedicas. Estaré bien aquí con Fritz.

Rio se dio la vuelta y se marchó. No lo sintió en el porche. No escuchó absolutamente nada. Era tan silencioso en su forma humana como lo era en su forma de gato. Rachael rengueó hasta el pequeño mostrador. Fritz sacó la cabeza desde debajo de la cama y la observó. Le sonrió al pequeño leopardo.

– Bien podría tratar de averiguar como funciona todo esto.

Rio podía oír a Rachael murmurarle suavemente al gato. Se encogió para colocarse los arneses y antes de saltar hacia la siguiente rama ubico las armas de forma de tener un fácil acceso a ellas. Utilizaba lianas para balancearse hacia las ramas de los árboles más cercanos, y cuando tocó el suelo del bosque continuó con su carrera. Corrió a través de riachuelos y lechos de arroyos, impulsándose a si mismo sobre los muelles usando lianas y nuevamente volvió a trepar a los árboles para desplazarse por ellos.

– Estoy llegando desde el sur -se reportó a la radio.

– Ve a por Joshua, está huyendo y fue herido, por lo que está dejando un rastro. Conner está vigilando a los competidores. El equipo se esta dispersando para dejar huellas -La voz de Drake le llegó a través de un montón de estática y respiración agitada.

– Yo interceptaré. ¿Quién está con Josh?

– Está solo. Apúrate, Rio.

– Dile que se dirija hacia mí. Yo lo encontraré.

Mantenían las transmisiones breves y hablaban en su propio dialecto, el que sería virtualmente imposible de traducir a cualquiera que pudiera estar escuchando. Sólo los miembros de su especie hablaban la gutural mezcla de tonos y palabras. Era una de sus grandes ventajas cuando estaban en una misión.

Rio cubrió varias millas en tiempo record, aprovechando las cortas emisiones de estática de Drake para guiarse. Tenía que llegar a Joshua antes que Tomas o uno de sus hombres. Joshua estaba en problemas, herido y solo. Se necesitaban todos los demás miembros del equipo para sacar la mayor cantidad de victimas y llevarlas a un lugar seguro.

Sintió el sonido de disparos haciendo eco en los árboles. Blanca neblina rodeaba el follaje mientras se impulsaba a si mismo a través de las ramas. Se vio forzado a aminorar la marcha para cruzar el río, usando una ruta precaria, dos ramas bajas y una liana. Cuando pasaba de un árbol a otro, casi pierde pie, viéndose obligado a transformar sus manos en garras para poder aferrarse a la corteza. El tronco era ancho con multitud de plantas creciendo por el, que cubrían la corteza. Las ramas se elevaban hacia el cielo, buscando la luz del sol, pero el pesado follaje de los árboles más altos que se hallaban alrededor lo bloqueaban de la preciosa fuente causando que las extremidades del árbol se curvaran y las hojas se debilitaran. Se acható contra el tronco, con las garras enganchadas precariamente en la corteza al tiempo que escuchaba a dos bandidos que se encontraban debajo de él susurrándose uno al otro audiblemente.