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Los dos hombres estaban resollando por haber corrido para adelantarse al tumulto con la esperanza de tenderles una emboscada. Concebían planes en su lengua nativa, haciendo frenéticos gestos, mirando todo el tiempo hacia atrás, al lugar desde donde provenían los sonidos de disparos.

Rio soltó el aliento lentamente mientras tanteaba con el pie buscando la rama más cercana. Deseando que no miraran hacia arriba. A la altura que se encontraba, podía sentir el viento rozándole la cara, pero abajo, en el suelo del bosque, el aire estaba completamente quieto y el sonido se trasladaba fácilmente. Utilizando los dedos de los pies se las ingenio para encontrar un lugar para apoyarse y se bajó, manteniendo sus garras enganchadas como un ancla mientras ganaba un punto de apoyo más firme. Mientras estaba en la rama, se inclinó sobre el tronco y deslizó el rifle a una posición adecuada, teniendo cuidado de no hacer crujir las hojas. Luego se quedó muy quieto, cada músculo trabado en posición de alerta como sólo su especie podía hacerlo. Esperando. Observando. Marcando a su presa.

Los bandidos no eran conscientes de su presencia. Se separaron, apartándose de la senda, uno de ellos se agacho detrás del frondoso follaje de los arbustos. El hombre sacudió con impaciencia una oruga que se hallaba sobre una hoja haciéndola caer sobre el tenue rastro. Rio no siguió el recorrido que tomó la oruga. Su mirada estaba fija sobre su presa. Deslizó una mano hacia su cuello para alcanzar el largo cuchillo de la vaina. El rifle permaneció completamente inmóvil, el cañón siempre apuntando al blanco, el dedo permaneció sobre el gatillo en todo momento. Rio sacó el cuchillo. Cuidando de no perder de vista al primer hombre, siguió el progreso del segundo, que se había movido hacia delante y lejos de la senda para treparse a las ramas bajas de un árbol frutal. Mientras trepaba, su bota arañó el liquen del tronco y el peso de su cuerpo, mientras se izaba a si mismo, hizo caer algunos frutos al suelo.

El viento cambió levemente, jugando con las hojas. Comenzó a llover nuevamente, una caída continua, que hizo que los dos bandidos maldijeran cuando las gotas empaparon sus ropas. Rio permaneció inmóvil, alto en las ramas sobre ellos. Le llegó el aroma de sangre fresca. Sintió el susurro de ropa rozando un arbusto. Eso más que nada fue lo que le indicó, que Joshua estaba mal herido. De haber podido, hubiera cambiado de forma, a efectos de aprovechar la fuerza y la rapidez del leopardo para poder irse a casa. En cambio, se estaba arrastrado a si mismo a través del bosque, usando los pasajes más fáciles y las sendas más abiertas.

Rio no esperó a ver a Joshua acercarse. Mantuvo sus ojos en los dos bandidos escondidos para tender la emboscada. El que estaba debajo de él bajo el rifle dos veces. Ato su bota. Se removió inquieto. El que estaba en el árbol sostenía su arma y observaba la senda. Rio mantuvo su rifle apuntando al bandido del árbol. En el momento que vio que el hombre levantaba el arma hacia su hombro, disparó.

Rio no esperó a ver el resultado de su puntería; arrojó el cuchillo al hombre que estaba debajo de él. Fue feo escuchar el sonido de gorgoteo, pero le indicó lo que necesitaba saber mientras cambiaba de posición, saltando hacia otra rama y mirando al primer bandido otra vez.

– Ha caído -dijo Joshua. Inclinándose agotado contra el tronco del árbol. La sangre empapaba su lado derecho-. Gracias Rio, es un placer verte. Me hubieran matado. No me queda mucha fuerza para pelear -Se deslizó por el árbol hacia abajo y se hundió en el suelo del bosque, sus piernas sobresaliendo debajo de él.

Rio se dejó caer al suelo e inspeccionó a los dos bandidos antes de ir hacia Joshua. El hombre había perdido demasiada sangre.

– Deberías haber colocado un vendaje de campo sobre esto.

– Traté. Pero no había tiempo. Estaban por todas partes. Sacamos a todos los que estaban allí. Uno de los hombres desapareció y nadie sabía que había pasado con él. El equipo se separó, cada uno llevando un competidor, y Conner debía cubrirlos -Miró hacia arriba a Rio-. Hirieron a Drake. No sé cuan gravemente.

Rio se puso rígido, forzándose a ser suave mientras trabajaba rápidamente sobre la herida.

– Me mandó hacia ti.

– Lo sé, lo escuché en la radio. Eso es típico de él. Tres se reportaron a salvo. Tú tenías la radio apagada. Traté de avisarte -Joshua empezó a inclinarse hacia un lado.

– Maldición, Josh, no te me mueras. Me enojaré mucho si lo haces -Rio juró bajo su aliento mientras trabajaba rápidamente en la herida para contener el flujo de sangre. El agujero de entrada era pequeño y limpio pero el agujero de salida había hecho un destrozo, un sangriento lío.

El viento lo golpeó en el hombro, trayéndole el olor de los cazadores. Un grupo de ellos, persiguiendo la sangre, que todavía estaba caliente en el rastro de Joshua. Se pondrían furiosos cuando encontraran muertos a los suyos tendidos en el medio de los arbustos.

– Josh, tengo que subirte a los árboles. No tengo elección. No quiero darte morfina, ya estás en shock.

– Haz lo que tengas que hacer -murmuró Joshua. Sus parpados aletearon, pero no fue capaz de encontrar la energía para abrir los ojos- Si tienes que dejarme, Rio, dame un arma. No quiero que Thomas ponga sus manos sobre mí.

– Cállate -dijo Rio bruscamente. Recuperó su cuchillo, y limpió el filo en las hojas de los árboles antes de devolverlo a su vaina- Vamos, los sabuesos se están acercando.

Joshua no emitió sonido cuando Rio lo cargó sobre su hombro como llevando a un hombre muerto. Rio deseaba que perdiera la conciencia. Los músculos de acero que corrían debajo de su piel serían necesarios, así como la enorme fuerza de los de su especie. Trepó al árbol, subiendo más alto de lo que le hubiera gustado pero más arriba hallaría mejor cobertura. No tendría la velocidad necesaria si viajaba a través de las ramas llevando el peso de Joshua, por lo que necesitaría sigilo y cubierta.

La lluvia continua se añadía a las complicaciones, haciendo que las ramas estuvieran resbalosas. En su camino perturbó a pájaros y lémures * que le dedicaron distintas tonadas. Las ardillas lo regañaron y una gruesa serpiente se desenroscó cuando accidentalmente la agarró para anclarse cuando se abría camino a lo largo de una rama alta con Joshua.

Estaba acercándose al río cuando, sin previo aviso, los pájaros se lanzaron al vuelo. Joshua se removió, pero la suave orden de Rio impidió que se moviera. Rio acomodó a Joshua en la conjunción de una gruesa rama, atascándolo de la forma en que un leopardo haría con su cena. Era el único árbol con suficiente follaje para ocultarlos. Había tenido la esperanza de estar del otro lado del río antes de que los bandidos los alcanzaran. Guardados allí tenía una polea y un cabestrillo que podrían ser de utilidad, pero tendría que dejar a Joshua para prepararlos. Se aseguró que no goteara sangre que pudiera delatar su posición. El rugido del río ahogaba casi cualquier sonido, pero no podía disimular las otras señales que le indicarían si alguien se acercaba.

– Thomas y su grupo se acercan, Josh. Debes permanecer en silencio y quedarte justo aquí, sin moverte.

Joshua asintió para hacerle ver que lo entendía.

– Creo que puedo sostener un arma.

Rio negó con la cabeza.

– No hay necesidad -se agachó al lado de Joshua y le controló el pulso. El hombre necesitaba atención médica lo más pronto posible. Empapados por la lluvia, con la ropa colgando de sus cuerpos, las botas friccionando las ampollas de su piel. Las condiciones eran miserables, pero Rio había estado en peores situaciones-Te llevaremos a casa -le aseguró a Joshua.

Rio no perdió tiempo vacilando. Dejando el rifle, fue por los árboles lo más rápidamente que pudo, apurándose para llegar antes que los bandidos. Se dejó caer en un claro sobre una rama baja y se zambulló en el río. Moviendo los brazos con fuertes y precisas brazadas, abriéndose camino por el río incluso con la corriente en contra tirando de él río abajo. Cuando llegó al otro lado, se arrastró hacia el muelle, rodó bajo una maraña de raíces que servían de contrafuerte y recogió el paquete que había escondido en un agujero del tronco.

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* Nombre común de diversos mamíferos primates de unos 60 cm de altura, con el hocico prominente, ojos saltones, cola muy larga, frugívoros y propios de Madagascar.