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Él jadeó cuando sintió que su cuerpo se abría camino dentro del de ella. Estaba apretada, caliente y mojada, todo al mismo tiempo. Quería el control y él se lo daba, se dedicó a comer el mango que le había dado mientras ella empezaba a montarlo lenta y sensualmente. Al coger el ritmo, mientras se deslizaba hacia arriba y hacia abajo con obvio goce, sus pechos se mecían como invitándolo. Le derramó jugo sobre los pechos, miro como corría por su contorno hasta la punta del pezón. Se inclinó hacia delante y lo atrapó perezosamente con la lengua. Su cuerpo estaba ardiendo dulcemente, y si ella quería jugar, podía complacerla.

Abrió la boca. Rio le dio un bocado, la miró masticar mientras el cuerpo se deslizaba sobre el suyo. Frotaba el suyo con calor y fuego. Le lamió el dedo, la lengua curvándose alrededor de una manera sexy y explícita. Él cerró los ojos y gimió. No podría aguantar mucho más. Parecía que ella no tenía ningún apuro, simplemente se estaba dando placer a si misma y a él lentamente. La presión comenzó despacio, ni siquiera se dio cuenta al principio, pero luego empezó a derramarse por su piel, haciendo que sus músculos se tensaran y que cada célula de su cuerpo se pusiera en alerta.

Trató de empujar hacia arriba para encontrar su cuerpo, pero le dio una mirada y él se detuvo. Un rubor se extendió por todo su cuerpo hasta que brilló. Su respiración salía en cortos jadeos y sus pezones se tensaron. Se extendió casi ciegamente para tomar las manos de Rio. Tuvo el suficiente sentido para darle el último mordisco al mango y agarrarla, abrazándola mientras, empezó a montarlo duramente, golpeando contra él, llevando a sus cuerpos a un punto febril. Encontró el ritmo de sus embestidas, clavándose en ella, haciéndolos llegar a esa última exquisita cima. Acabaron juntos, un remolino de sangre fluyendo y cohetes.

Rachael río alegremente y se inclinó hacia adelante para lamer el jugo de su mejilla.

– Eres un desastre pegajoso. Por suerte tenemos la bañera aún aquí.

– Con agua fría -Se sintió compelido a señalar.

Su sonrisa se ensanchó para formar una maliciosa.

– Bueno, la calenté un poco mientras dormías. No fue tan difícil.

– ¿Calentaste el agua del baño para mi? ¿Y dormí todo el tiempo mientras lo hacías? Nunca hago eso. Me despierto con el más leve de los sonidos. Me estas arruinando, mujer -Nunca nadie le había calentado agua para un baño. Era una tarea tediosa. Si el hogar no estaba encendido debía hacerse en la estufa de gas. Seguramente le había llevado mucho tiempo el completar la tarea. La alegría lo atravesó como un sol naciente.

– Espero estar arruinándote. Que maravilloso concepto -Se derrumbó, tendiéndose parte encima de él, con los suaves pechos apretujados contra su pecho. La podía sentir, una parte de él, apoderándose de su corazón y sus pulmones, hasta de su vida, hasta que no podía respirar sin ella- ¿Vas a decirme que pasó, Rio? -Le deslizaba la punta de los dedos por el cabello, por el rostro, haciendo que cada músculo de su estómago se contrajera fuertemente. Su voz era muy suave. Sus ojos demasiado compasivos.

Rio intentó un encogimiento casual.

– Era una misión, como cualquier otra -No quería hablar acerca de ello. No quería que ella lo viera como lo veían los mayores. Desprovisto de todo orgullo. Vulnerable. Con la vida en sus manos. Su traición… O tal vez fuera la de él. Honestamente no lo sabía.

– No como todas las demás -insistió Rachael-. ¿Qué había de diferente en ésta?

Quería apartarla. Quería cambiar de forma y correr libre en el bosque. Sentía esa necesidad salvaje y fuerte, una afluencia de piel ondeó cuando sus músculos se contrajeron, crujieron y chasquearon.

– Ah no, no lo harás -Rachael le echó los brazos alrededor-. Quédate conmigo. No voy a dejarte escapar. Esto es demasiado importante.

Era ridículo pensar que podía sujetarlo. Su fuerza era enorme, pero lo estaba mirando con sus grandes, líquidos ojos y no podía soportar romperle el corazón. Mejor el de él que el de ella. Trató de encogerse casualmente, lo cual era difícil cuando estaba aferrándose a él como un mono.

– Joshua me dijo que Dave estaba herido. Traté de conseguir información, pero no podía localizar a nadie por la radio. Dos hombres trataron de emboscar a Joshua y no tuve otra opción que acabar con ellos -Apartó la mirada. Ella veía demasiado con esos ojos-. Los maté.

Ella permaneció en silencio, pero deslizó la mano hacia la de él.

– Tuve que llevar a Joshua a través del río y de regreso al pueblo donde podía encontrar ayuda médica. Le cubrí las heridas lo mejor que pude, pero perdió demasiada sangre y necesitaba atención inmediata.

– ¿Qué ocurrió? -Sabía que había mucho más en esa historia que los huesos desnudos que le estaba ofreciendo.

– Thomas y sus hombres nos alcanzaron en el río. Dejé a Josh en un árbol, con la esperanza de poder cruzarlo antes de que Thomas nos alcanzara. No quería correr el riesgo de cruzar el río con sus heridas abiertas. Si me tropezaba podía agarrarse una infección importante -un intento de sonrisa cruzó su cara-. Desafortunadamente, no tenía nada del famoso ungüento verde de Tama para ponerle.

– ¿Así que lo dejaste en el árbol y que te fuiste a hacer?

– Tengo una polea y un cabestrillo que a veces uso con los gatos, especialmente si la corriente es fuerte. Fui a recogerlos, pero apareció Thomas. Herí a un par de sus hombres, forzándolo a que les buscara ayuda médica.

– Pero dejó a alguien atrás.

Rio se sentó y se pasó las manos por el oscuro cabello.

– Un baño suena bien.

Ella le tomó la mano y tiró.

– Vamos entonces. Métete y te lavo, como lo hacías tú conmigo. Se sentía delicioso.

Rio se estiró y caminó descalzo a través del pequeño armario que comunicaba con el baño. No iba a decirle a Rachael que prefería la jungla. Después de su actuación del amanecer, podría pensar que era totalmente incivilizado. Cuando regresó, Rachael le estaba haciendo café.

– Me estás malcriando.

– Eso espero -Ella frunció el ceño ante las marcas de su cuerpo-. ¿Sanguijuelas? ¿Acaso esas pequeñas cosas desagradables se las arreglaron para atraparte nuevamente?

– Estaba tendido en el pantano, lamentándome por el disparo. Se ven atraídas por el calor corporal.

Ella le sonrió y lo empujo hacia la bañera.

– Bueno, ambos sabemos que tienes calor de sobra.

Se hundió en la humeante agua. Las manos enjabonadas de ella se posaron en sus hombros, deslizándose mientras le masajeaba aliviándolo de los dolores.

– Rio, dime que pasó, que te disgustó.

Estaba de pie detrás de él, las manos haciendo magia en sus doloridos músculos. Era mucho más fácil hablar sobre ello cuando no estaba de frente a ella.

– Lo llevé de regreso al pueblo. Fue una larga y difícil jornada, llevando a Josh en andas. La mitad del tiempo temía que estuviera muerto y la otra mitad sabía que le estaba haciendo daño. No tenía tiempo de cambiarme de ropa así que tuve que andar desnudo entre los arbustos.

– De ahí provienen todos los arañazos y cortes. ¿Por qué cambiaste de forma? -Mantuvo un tono de curiosidad en su voz, cuidando de no sonar como que lo juzgaba o acusaba.

– Para poder cruzar el río antes de que el hombre que habían dejado atrás descubriera a Joshua.

Rachael continuó amasando los apretados músculos de sus hombros. Había matado a un tercer hombre y herido a otros. Había sido una mala noche. Permaneció en silencio, inclinándose hacia abajo para depositar un beso en la parte de arriba de su cabeza.

– No sé lo que pasó, Rachael. Creo que estaba cansado. No me importa lo que los mayores piensen de mí. Rompí nuestras reglas a sabiendas. Acepté las consecuencias. Vivo en el destierro y nunca me ha hecho sentir menos humano.