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– No mucho. No puedo ver mucha sabiduría en su sentencia de destierro. Sabe a hipocresía si me lo pregunta, lo cual técnicamente no me ha preguntado, por lo que supongo no puedo ofrecer mi opinión al respecto -Cortó un tomate en diminutos trozos. El sonido de la hoja golpeando la tabla de cortar superaba su disgusto.

Delgrotto se detuvo mientras cortaba setas silvestres.

– Has usado antes un cuchillo -comentó.

– Se sorprendería de lo que puedo hacer con este pequeñín. Trabajar en una cocina puede ser malditamente aburrido, y nosotras las mujeres inventamos cosas sobre las cuales arrojar los cubiertos. En Sudamérica estamos orgullosos de nuestra puntería -Le lanzó una sonrisa de suficiencia-. A veces al chef si era particularmente odioso.

– Ya veo -Delgrotto alzó una ceja-. En qué consistiría ser odioso, sólo es para no cometer el mismo error.

– Oh, usted puede ser tan odioso como quiera. Ya está en mi lista de personas malvadas y odiosas. Creo que subrayé su nombre un par de veces -Laminó una cebolla hasta que fue nada más que salsa.

– Seguramente no soy malvado, mi amor. Puedo haber cometido uno o dos errores en mi vida, pero no creo que eso sea ser malvado.

Ella se encogió de hombros.

– Supongo que aprobar esa clase de juicios es subjetivo. Depende del punto de vista. Usted no cree que sea malvado, pero alguien puede creer que usted es la encarnación del diablo.

Delgrotto se detuvo para observar fascinado como el cuchillo picaba en trocitos el resto de los vegetales tan rápido que sus movimientos eran un borrón.

– Supongo que es verdad. Si uno vuelve la vista ligeramente, hay siempre otro punto de vista. ¿Dónde te has criado? Obviamente eres uno de los nuestros.

Sus manos se detuvieron para mirarlo. Hubo un momento de silencio. Únicamente se oía el sonido de la lluvia en el tejado. Incluso el viento se detuvo, conteniendo el aliento. Delgrotto vislumbró la furia en sus ojos. En su corazón.

– Yo no soy uno de vosotros. Nunca seré uno de vosotros. No me gusta la gente que juegan a ser dios, no en esta vida, ni en otra.

– ¿Eso crees que hacemos? -Con voz dulce. Rachael dejó caer el cuchillo y puso distancia entre ellos, encaminándose hacia la puerta y quedándose en la oscuridad. No confiaba en ella o en su desbordada furia con ese hombre que se había atrevido a juzgar a Rio tan severamente. Le gustaría que el viejo conociera a su tío, para mostrarle lo que era el mal verdadero.

Rachael respiró lenta y profundamente. Su mal temperamento empezaba a afectar al pequeño leopardo bajo la cama. Fritz gruño y mostró sus dientes, pero permaneció quieto. Miró hacia abajo al suelo del bosque. En alguna parte allí fuera Rio corría, rápidamente, gastando cada gota de energía que tenía, arriesgando su vida para salvar la vida del niño. Y el abuelo del niño lo había condenado a una vida destierro.

– Crees que nos aprovechamos de Rio -No hubo ninguna inflexión en su voz, ni cólera, ni negativa. Ningún remordimiento.

– Desde luego que se aprovechan de él. ¿No lo está haciendo ahora? Usted viene aquí sabiendo que él no dudaría. Sabiendo que lo arriesgaría todo por su nieto. Conocía cual era su naturaleza cuando lo condenó, pero lo hizo de todos modos. Le puso el yugo del servicio alrededor del cuello y lo mantuvo encadenado a la sociedad, a que la gente se aprovechara, pero sin relacionarse con él ni levantar un dedo para ayudarlo. Lo necesitan a él y lo que puede hacer, pero no lo quieren manchando a su perfecta sociedad.

Las lágrimas ardieron en sus ojos. Se mantuvo de espaldas con los puños apretados fuertemente a los lados mientras la cólera se enroscaba en un oscuro nudo en su estómago.

– Fue herido a menudo, vi las cicatrices. Tuvo que estar sólo y deprimido. Dejándole vivir con vergüenza y sin ser lo bastante bueno no importando lo que hiciera. Y en todo ese tiempo usted sabía como era en su interior. Conocía su verdadera naturaleza.

Fritz salió de bajo la cama y se frotó a lo largo de su pierna, enroscando la cola alrededor. Miró enfadado al anciano, siseando y babeando antes de deslizarse en la noche. Rachael echó una mirada a Franz esperando en las sombras del dosel de hojas.

– Sí, lo conocía -admitió Delgrotto.

Ella podía oír los ruidos de él echando las verduras en el caldo, pero no se dio la vuelta, disgustada de estar en la misma casa con él.

– El poder es una cosa extraña. Parece tan inocente en la superficie, pero se tuerce y corrompe hasta que el usuario no es nada más que un arma -Había una nota de desprecio en su voz.

– Parece así mirado en la distancia -dijo Delgrotto suavemente-. Como observaste, mueve la vista ligeramente y verás otra cosa. Rio se levantó antes que nadie. No sólo el consejo. Era joven, fuerte y poderoso. Estaba cubierto de la sangre del hombre cuya vida tomó.

– Estaba cubierto con la sangre de su madre -Rachael se volvió rápidamente para enfrentarlo, parpadeando con los ojos ensombrecidos.

Delgrotto asintió, dándole la razón.

– Esto también es verdad. Rio tenía muchas más habilidades para su edad. Era un experto tirador incluso de niño. Pocos de nuestros hombres más fuertes lo podían derrotar en nuestras simulaciones de batallas. Era popular entre la gente joven, todo el mundo le admiraba. Y violó una de nuestras leyes más sagradas. Trabajamos y enseñamos a nuestros niños que los cazadores no entran en nuestros bosques, nuestra casa, con la intención de asesinar. Comemos carne, y matamos animales para comerla. Ellos cazan por la piel. Ese hombre no persiguió y mató a Violet Santana a sangre fría. No tenía ni idea que tenía un lado humano. Se hubiera consternado con la idea de matar a una mujer.

– Y porque no lo sabía, ¿eso disminuye su crimen?

– ¿Como puede ser un crimen si no sabe que lo cometió?

– Era un furtivo. Los leopardos están protegidos.

– Para él era un animal, no un humano. ¿Cómo si no podemos enseñar a nuestros niños, Rachael? Somos una especie letal, astutos, inteligentes y con dones más allá de lo ordinario, pero también tenemos los bruscos cambios de humor y el temperamento de nuestros primos animales y eso nos hace mucho más peligrosos sin leyes para guiarnos. ¿Qué querías que hiciéramos? Era un héroe para la juventud. Dónde él iba, le seguían.

– Él no les obedeció, ese fue el crimen. Se levantó antes que ustedes con la cabeza alta y los hombros erguidos preparado para aceptar la responsabilidad de sus acciones.

– Sin remordimiento.

– El hombre mató a su madre.

– ¿Y crees que un ojo por ojo es lógico? ¿Es justo? ¿Dónde está la línea? ¿Entonces empieza una pelea, luego otra hasta que ya no existamos? Rio escogió su camino con pleno conocimiento de las consecuencias y sabiendo perfectamente que estaba mal -Delgrotto sacó dos tazones de la alacena-. Estuvimos unos cien años tratando de convencer a nuestra gente de que no podíamos tildar a los cazadores y a los furtivos de asesinos. En un día, Rio Santana cambió todo eso. Nuestra gente está dividida desde entonces.

– Porque ellos miran en su corazón. Ven lo que él hace por ellos. Por todos ellos. Por usted, por su nieto, por Joshua. Incluso los hombres de las tribus locales le piden consejo porque ven dentro de su corazón y saben que vale la pena. Es extraordinario -Rachael, en su frustración, quería sacudir la conducta calmada del anciano. ¿Cómo podía estar allí y posiblemente pensar que era digno de dictar una sentencia contra Rio? Bullía de frustración y cólera, no podía entender cómo Rio había aceptado y vivido con su infame e injusta sentencia.

– Los jóvenes veían a Rio como un líder, como un hombre con aptitudes y habilidad para llevar la carga. Algunos le siguieron. Se alejaron del pueblo, aunque vivía fuera de la protección de la comunidad estaba involucrado. Rio asesinó a un ser humano. Cualquiera que fueran las circunstancias o las razones, cazó al hombre, usando sus habilidades como nuestra gente, y deliberadamente tomó su vida. No sólo puso nuestras vidas en peligro por posibles represalias, por poner a descubierto a nuestra especie, además puso en peligro nuestra forma de vida. Por alguna razón tenemos leyes, Rachael. ¿Debería quedar impune? Rio conocía y aceptaba las leyes de nuestra sociedad.