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– Tuviste tiempo de sacarme del coche antes de matarle. Y luego tuviste tiempo de encerrarme en casa.

– Estabas histérica. Fue por su arma, Rachael. No le viste hacer el movimiento porque estabas peleando conmigo por sacarte del coche. No querías escucharme y amenazabas con ir a la policía. Me esmeré en llevar a cabo los deseos de papá y legalizar los negocios. No fue fácil. Se más de la cuenta sobre Armando, como tú. No puede permitirse dejarnos vivir. Mientras pensaba que estaba con él, podía controlarte, y ambos estábamos a salvo. Una vez me puse contra él, Armando quería matarte no sólo para castigarme, si no para silenciarte. Nunca debiste hablar con Tony.

Sus ojos relampaguearon.

– Nunca hablaría a un extraño de nuestro negocio, y menos a un hombre del que no sabía nada.

– ¿Y nunca te preguntó nada de mí?

– Me preguntó si eras mi hermano y le dije que sí. Eso lo sabe todo el mundo. No deberías haberle matado.

– Rachael, empezó con algo del conocimiento público. Dime que sabes que te quiero. Deberías saber que todo lo que he hecho en mi vida lo he hecho por ti. Por nosotros. Para mantenernos con vida. También era un niño. Y no tenía poder. Nadie podía ayudarnos. No tuve alternativa si queríamos permanecer vivos. Tuve que unirme a Armando o nos hubiera matado a ambos. Intercambié mi alma por una oportunidad de vivir.

Ella se precipitó a sus brazos.

– Lo se. Se lo que hiciste por mí. Se que te hubieras escapado si no me hubieras estado protegiendo.

– ¿Tiene algún sentido para ti que haya pasado todos estos años protegiéndote y ahora de repente quiera matarte? -Puso los brazos alrededor de ella y la abrazó fuertemente.

– Fue horrible. Me sentía responsable y no sabía porque habías hecho una cosa tan terrible. El poder corrompe, Elijah. Te he observado oponerte a él. Trataste de legalizar los negocios, pero al mismo tiempo, tenías que hacer cosas que hicieran pensar a Armando que eras parte del negocio.

– No tuve más alternativa que llevar el negocio de la manera que Armando quería. Heredamos la mitad de todo, Rachael. Armando lo quería todo, y quería que permaneciera en su poder. Cuando se enteró que papá quería salirse de todo esto, lo siguió. Descubrió que mamá podía cambiar de forma a un leopardo. Encontró a los asesinos perfectos. Sigilosos. Astutos. Inteligentes.

– Por eso papá nos llevó a Florida.

– Fue porque mamá tenía miedo que su gente dañara a papá. Por eso nos trasladó a los Glades. Mamá podía correr y él estaba fuera del negocio. Pero por supuesto no funcionó. Poseía y sabía demasiado. Lentamente trataba de legalizar las compañías. Armando no iba a dejar que esto pasara. Al tiempo que estaba fuera con mi maravilloso tío, cumplía con pequeñas tareas para él porque me dejaba correr libremente. Era tan estúpido. Le conté a mamá y a papá que Armando sabía sobre mi cambio, y que lo hice delante de él. Mamá había sido tan sigilosa y quería que supiera que todo estaba bien, que a él no le importaba. Estaban tan alterados que debieron hablar con él. Armando lo arregló para encontrarse con mamá y papá y los asesinó.

– Yo lo vi -Rachael se apartó-. Nunca olvidaré su cara cuando se volvió y me vio allí de pié.

– ¿Crees que me gusta hacer las cosas que hago? Te tenía de rehén, Rachael. Nunca se molestó en esconder lo que te haría. Lo más que supiste, el incordio que eras para él y todo lo que tuve que hacer valió la pena para mantenerte con vida. Me necesitaba. Era como mamá y una tremenda ventaja para él. Y sabía que no podía matarnos y escaparse de eso. Tan pronto como fue posible, me aseguré de que supiera que había pruebas si algo nos pasaba.

– Pero Elijah, te vi hacer cosas así como él. No eres el mismo. Creciste distante y frío. Traté de hablar contigo sobre eso y me ignoraste.

– Estaba haciendo otro movimiento en nuestra contra. Y yo planeaba matarlo. No quería que estuvieras involucrada -Lo dijo sin rodeos-. Si lo hubieras sabido, serías tan culpable como yo. No podías saber las cosas que hacía. Mamá tenía que estar orgullosa de uno de nosotros -Descendió la vista a sus manos-. Si te hace sentir mejor, nunca maté a un inocente. Nunca llegué tan bajo.

– Traficabas con drogas, pasabas armas de contrabando. Entrenabas asesinos -Le lanzo esas acusaciones, apartándose, le dolían los pulmones al respirar.

Dio un paso hacia ella, queriendo estrecharla.

– Maldición, Rachael. Si no quieres creerme por lo de Tony, no lo hagas, pero no me mires como si fuera un monstruo al que no conocieras. Armando no va a dejarte vivir. No puede. Eres un cuchillo preparado sobre su cabeza. Eres una testigo de asesinato. No tengo la intención de marcharme de aquí sin ti. Los hombres de Armando vigilan arriba y abajo en el río. Trajo al mejor par de rastreadores. Hombres como Ducan. No puedes quedarte aquí, Rachael. Ven a casa conmigo, te mantendré a salvo.

No hubo ningún sonido a parte del viento y la lluvia. La puerta estaba parcialmente abierta y el viento entro de golpe, moviendo la mosquitera, haciéndola bailar. Rachael sintió el viento en la cara. Elijah sitió que la hoja cortaba en su garganta. Un aliento caliente abanicó su mejilla. Un leve gruñido peligrosamente cerca de su oreja.

– No irá a ningún lugar contigo.

CAPÍTULO 18

Rio presionó más la hoja en la garganta de Elijah.

– Ella no va a ir a ninguna parte contigo -el tono de su voz era grave y contenía un gruñido amenazador-. Ni ahora, ni nunca.

– No Rio, no puedes herirle -protesto Rachael-, es mi hermano, Elijah.

Elijah no movió un solo músculo. Se quedó completametne quieto, notando el pinchazo de la hoja en su garganta. En vez de aflojar la presión al oir a Rachael, Rio apretó el brazo hasta convertirlo en una cinta de acero, apretándo cada vez más.

– Quédate donde estás Rachael. Este caballero y yo vamos fuera juntos. Si quieres seguir vivo, Elijah, procura moverte en total sincronización conmigo. Un movimiento en falso y estás muerto.

– Rio, ¿qué estás haciendo? -Rachael dio un paso hacia ellos.

El cuchillo hizo brotar sancgre. Elijah levantó la mano hacia su hermana, deteniendola al instante. Ella contempló con los ojos muy abiertos como los dos hombres se movían juntos hacia la puerta, retrocediendo hasta la veranda. Rachael les siguió a una distancia prudencial, con el corazón palpitando.

– Sé que vas armado.

– Si.

– ¿Dónde?

– Llevo un arma pequeña en la espalda. Otra atada en la pierna. Tengo un cuchillo en la manga y otro debajo del brazo izquierdo.

Rachael parpadeó. Miró al anciano, quien seguía sentado tranquilamente en el sofá como si estuvieran tomando el té. No tenía ni idea de que su hermano estuviese armado. ¿De donde sacaba tantas armas?

– Dame una buena razón para mantenerte con vida -las palabras eran apenas audibles, un amenazante susurro de muerte en la noche-. No pienses en Rachael para conseguirlo. Ella te quiere. A quien tienes que convencer es a mi, porque yo no te quiero.

Rio ignoró al viejo cuando se asomó en silencio a la veranda. Ya estaba desterrado, condenado para siempre por algo que nunca iba a poder arreglar. También podría hacer algo útil y acabar con las amenazas a la vida de Rachael, al mismo tiempo que iba acumulando delitos.

– Quiero a mi hermana -contestó Elijah en voz baja. El sonido de su voz era ronco-. No tienes por qué creerme.

– Tengo que hacerlo si voy a dejarte vivir. Racahel se merece una vida.

– Si, se lo merece. Yo no soy su enemigo.

Elijah era muy consciente de que el cuchilló no dudaría en cortarle la garganta. Había aprendido a tener paciencia en una dura escuela, sabiendo siempre que en algún momento se produciría un instante de distracción y podría actuar, pero nunca con un hombre como el que tenía en la espalda. La multitud de movimientos defensivos que había perfeccionado nunca funcionarían con ese apretón similar a un tuerca. Suspiró.