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Elijah encogió sus anchos hombros.

– No sería la primera vez.

Rachael tiró un pesado libro al suelo. Cayó con un ruido sordo y se hizo un repentino silencio.

– Si seguen así -silbó entre dientes-, les tiro el resto de la sopa encima de la cabeza. A ver si consigo que les funcione el cerebro a los dos. Los quiero a ambos. Poner posturitas y amenazarse el uno al otro no los hace ganar puntos conmigo -apartó la mano de Rio y apartó el tazón de sopa vacío-. Elijah, ¿vas a querer café o no?

– ¿Vas a tirarmelo encima?

– No estoy segura aún.

– Entonces creo que esperaré hasta que termines con tu pequeña… -se calló bruscamente al ver que Rio le hacia desesperadas señas para hacerle callar.

Rachael se giró para fulminar con la mirada a su hermano.

– Sé que no ibas a acusarme de tener mal genio o de ser temperamental. Te mereces que te eche encima toda la cafetera. Deberias haberte dirigido a mi. Soy una mujer adulta no una niña a quien debas proteger. Sé exactamente de lo que es capaz Armando y sé que no tuviste otra opción, aparte de intentar deshacerte de él para que cualquiera de nosotros pudiera llevar una vida normal -se movió para incluir a Rio en su charla-. Si alguna vez se te ocurre la estúpida idea de acercarte a mi en silencio y en plan macho, olvidala de inmediato. Es probable que te golpee con otro palo si lo haces.

Elijah levantó una ceja.

– ¿Te golpeó con un palo?

– Me hizo una cicatriz -dijo Rio con orgullo, apartándose el pelo para dejar al descubierto la irregular linea blanca-. Directamente en la sien. Casi acabó conmigo.

– Sabe lo que hace -confirmó Elijah-, y golpea como un hombre, pero no cocina demasiado bien.

– Soy una buena cocinera -dijo Rachael, ultrajada-. Soy muy buena. No es culpa mía que solo te gusten el arroz y los frijoles. Y sin nada de especias.

– Pones demasiadas especias -dijo Elijah.

Rio sonrió a Rachael maliciosamente.

– No sé Elijah, podrías probar. Vive un poco.

Rachael gimió y fregó los platos, pero estaba sonriendo otra vez. Ese hombre tenía una boca de pecado y un modo de meterle fantasias en la cabeza que a veces eran como mínimo, inoportunas.

Rio se echó hacia atrás en su asiento.

– El anciano tuvo una buena idea. Si fueras al pueblo y pidieras asilo, tendrían que dártelo. Tendrías la protección de nuestra gente. Así tendremos más gente de nuestro lado.

– ¿Que es lo que haces exactamente aparte de enfadar a los bandidos locales? -preguntó Elijah.

La sonrisa de Rio se ensanchó.

– Has estado hablando con Thomas y sus hombres ¿verdad? Basicamente eso es exactamente lo que hago. Ese es mi trabajo.

– Se lo haces a todo el mundo sin demasiado esfuerzo -intervino Rachael.

Franz saltó de la chimenea y se deslizó bajo los pies de Rio, mirando a Elijah con curiosidad. Rio estiró las piernas para que cupiera el pequeño leopardo.

– Me sitúo en una colina o en un árbol, en cualquier sitio que encuentre y escondo mi equipo mientras secuestran a sus victimas o pagan el rescate. Hago lo necesario para mantenerlos seguros. Cuando se van dejo un rastro falso y alejo a los bandidos hacia el bosque.

– He oído que los bandidos tienen refugios.

– Hay laberintos de túneles en los campos de caña, practicamente en todos. Si valoras tu vida no puedes meterte en uno de ello e intentar perseguirlos. Tuvimos que entrar dos o tres veces cuando los usaban para esconder a sus prisioneros. Los hicimos explotar para que dejaran de utilizarlos para eso, aunque podemos entrar si es necesario.

– De modo que no queremos que Armando se ponga de acuerdo con los bandidos y se les ocurra la idea de usar los túneles.

– ¿No crees que si tu tío hubiera averiguado que estaba escondida en una casa en el bosque con un tipo del lugar hubiera venido con un lanzallamas? Sobre todo si la información que le dieron fue para obtener el millón de dólares de la recompensa. Tenemos que descubrir quien es el topo de Armando y mencionar como por casualidad que han encontrado a Rachael. Se pondrá inmediatamente en contacto con tu tío y Armando vendrá hasta aquí a toda velocidad para llegar antes que tú.

– Enviará a su asesino detrás de ella.

Rio se encogió de hombros.

– Por supuesto que lo hará. Querrá asegurarse de que está ahí y querrá quitarme de en medio. Esperan que sea una matanza fácil.

– Te cazará, Rio. Los leopardos son unos enemigos terribles. Nunca se desvían del objetivo y son tan astutos como el diablo. Lo sé.

Rio sonrió abiertamente a Elijah, pero era una sonrisa satisfecha y mortífera.

– Sé muy bien lo que es capaz de hacer un leopardo.

Rachael se enroscó en el regazo del Rio. Parecía completamente natural la forma en que se adaptaba a su cuerpo. La noche había tomado una sensación surrealista, como de ensueño. No podía creerse que Elijah estuviera tumbado en un sillón a poca distancia de Rio, tan relajado como si estuviera en su casa. ¿Cómo podía haber dudado alguna vez de él? Sus ojos no parecía frios y despiadados, aunque sabía que podían serlo. Ahora mismo era su hermano mayor, conversando en la casa. Había olvidado esa imagen. La de Elijah descansando. Elijah relajado. Elijah con una ligera sonrisa en la cara.

Enterró la cara contra el pecho del Río, confiando en que no diría una palabra cuando notará sus lágrimas calientes contra su piel. Entendaría la enormidad del regalo que le habían dado esa noche. Rio la rodeo fuertemente con los brazos, de modo protector, como sabía que haría. Hocicó su cabeza con la barbilla, enterrando una mano en su gruesa mata de pelo, manteniendola cerca.

– Este es mi territorio, Elijah. Mi reino. Los que entran en el están sujetos a mi gente y a mis leyes. No importa si se trata de animales o de personas. Puede que Armando sea importante en Sudamérica y en Florida, pero aquí no es nadie.

Elijah asintió.

– He ido vendiendo lentamente nuestros activos y colocando el dinero donde Armando no pueda tocarlo. Por supuesto, no lo sabe, pero espero que Rachael y yo podamos librarnos de nuestras posesiones y regresar a mi patria. Por desgracia hay problemas.

– Podrías venir aquí, Elijah -ofreció Rachael. Su voz quedaba amortiguada por el pecho de Rio, y no podía verle la cara-. Los ancianos te aceptarían, ya oíste a Delgrotto. Aquí nadie te conoce, podrías tener un nuevo principio.

– No lo sé, Rachael -Elijah miró a su hermana entre sus largas pestañas con ojos fríos- Si no puedo hablar con mi propia hermana ¿Cómo crees que voy a aprender a vivir alguna vez con otras personas de nuevo? Gracias por la oferta, pero si logramos librarnos de la amenaza de Armando, lo último que deseo hacer es fastidiarte la vida.

Rachael se movió como si fuera a protestar, pero Rio apretó el brazo a modo de advertencia.

– Solucionemos cada cosa en su momento. Lo primero es Armando. Encuentra a su topo y sácale lo que sepa.

– Sabrá que estoy aquí.

– Perfecto. Querrá matar a Rachael delante de tus propias narices. Para entonces tu ya habrás preparado algo para esconderla y que parezca que la estás buscando. Pero buscarás en otra zona y él se convencerá de que estás peinando la región por Rachael.

– Pero entonces, cuando trate de atacar a Rachael, estaré a millas de distancia. No pienso hacerlo. Si ese hombre pone un pie en este país, no voy a apartarme del lado de Rachael.

Rachael suspiró con cansanció.

– ¿Te das cuenta de donde saco palabras como “imbécil” e “idiota”? Elijah, por esta sola vez, por favor, escucha lo que Rio tiene que decir.

– ¿Qué sabes de este hombre, Rachael? Estás arriesgando la vida por él.

– Lo sé. Y si insistes en quedarte, tal vez deberías escucharle, porque eso podría salvarnos la vida a los dos, y eso debería ser suficiente para ti. Me fui de casa para no ponerte en situación de tener… -se tranquilizó. Sólo Rio supo que se había metido el puño en la boca para detener lo que iba a decir.