Sus labios rozaron los suyos. Suavemente. Tiernamente. Un pequeño toque, llamas que parpadeaban como si bailaran. La necesidad se precipitó y extendió en cada vena, en cada célula. Rachael se inclino más cerca, levantando su boca a la suya. Las puntas de sus pechos tocaron su pecho, mandando llamas a toda su piel. Rachael suspiró contra su boca, cuando la abrió él la tomo. Calor, fuego y seda. Algo se movió dentro de ella, una conexión.
Rio profundizó el beso, ahuecando su cara con sus manos, deslizando sus dedos para acunar la parte posterior de su cabeza besándola, su otro yo se elevó hasta fusionarse con ella. La sensación aumento con cada toque. La brisa de la cascada en sus pieles se sentía como el toque de una lengua que los lamía a lo largo de sus cuerpos
Ráchale jadeo cuando el placer sensual la inundo, privándola de aliento, de pensamiento. Se inclino contra él, frotando piel contra piel, necesitando su contacto. Cuando él levanto su cabeza para respirar, ella bebió las gotas de su pecho, su lengua seguía las diminutas gotas que bajaban por su vientre. Sus manos se movieron sobre ella, encontrando cada punto que la harían gritar de pasión, que la excitarían aun más.
Ráchale se derritió, piel con piel, rozando, acariciando, necesitando tocar cada centímetro cuadrado de él. No bastaban los besos, el sabor, no había tiempo suficiente para explorarlo como ella deseaba antes de que su cuerpo se rindiera a sus demandas.
– Ronroneas -murmuró suavemente- Amo el modo en que ronroneas.
Beso su garganta, el hueco invitador de su garganta y mas abajo para probar las gotitas de agua, acaricio su cadera tomándola de las nalgas para levantarla.
Rachael enredó sus piernas alrededor de él.
– ¿Ronroneo? No lo sabía. No -Sus dientes mordisquearon sobre su hombro, su cuello, el punto de su barbilla. Su aliento era caliente y atractivo como el satén suave de su piel- me harías ronronear, Rio. ¿Sientes al leopardo en mí combinándose con tu leopardo? ¿Cómo puede pasar? ¿Cómo podemos experimentar lo qué ellos sienten cuando somos realmente uno con él?
– Tú me dejas entrar a tu mente. En tu corazón y cuerpo. Esto incluye a tu leopardo y mi leopardo está impaciente. Somos un par apareándose, Rachael. No todos nosotros tenemos esto en la vida. Sospecho que nos hemos apareado en más de una vida. Te sientes tan familiar -puso su cuerpo sobre el suyo cerrando los ojos cuando sintió el increíble placer sensual.
Su sangre corrió caliente por su cuerpo, ardiendo sus venas como fuego sin control, llegando a su cabeza para explotar en acometidas de calor y llamas. Ella estaba apretada y caliente, una vaina aterciopelada que agarraba su cuerpo, rodeándolo de tanto placer al borde del dolor. Sintió todo inmediatamente, lujuria salvaje, una necesidad codiciosa, el amor abrumador y la ternura. Quiso tomarse su tiempo, meciéndola mientras el agua bañaba sus cuerpos, pero el placer era demasiado intenso, hasta con su empuje lento. Estaban demasiado calientes, el calor formaba un arco entre ellos y se eleva rápido no importaba cuanto tratara de detenerlo, trató de ir más lento. Sus uñas se clavaron en su piel. Su cabeza se arqueo hacia atrás, exponiendo la línea de su garganta.
Profundamente, se movieron juntos, mezclándose y combinándose, haciéndose uno en una piel. El grito suave de Rachael tomó lo último de su control. Su cuerpo apretado alrededor suyo, amarrándole y haciéndole demandas.
Levantó su cara al cielo, elevándose, tomándola mientras que el agua salpicada alrededor de sus cuerpos.
– Estabas jurando -susurró Rachael. Había risa en su voz. Besó su hombro, movió sus caderas al mismo ritmo, permitiendo a las pequeñas réplicas remontar sobre ambos.
– Tu me haces esto, Rachael. Pienso que va a darme un ataque cardíaco. Yo podría hacerte el amor cien veces por día -La bajó suavemente hasta que sumergió la cintura en el agua- Pierdo mi poder, ¿lo has notado?
La suave risa recorrió cada célula de su cuerpo, lavándolo como la lluvia limpia.
– Pensé que era yo.
Un ruido en los arbustos cerca del terraplén los alertó ya no estaban solos. Rio giro para afrontar el peligro, poniendo su cuerpo entre Rachael y los arbustos. Dos pequeños gatos cayeron en el claro, Fritz se deslizo por el fango hasta caer al agua. La mano de Rachael, en el trasero de Rio sentía su tensión.
Fritz aulló cuando salio del agua, escupiendo y silbando a Franz. El otro gato macho se rió, espero bajo los helechos a que Fritz se quitara el agua. Franz salto una segunda vez, sobre su hermano haciéndolo rodar y volviéndolo a empujar sobre el terraplén. Cayeron en un frenesí salvaje de piel y garras, haciendo más ruido del que Rachael alguna vez había oído que hacia un gato.
Se echó a reír y abrazó a Río por la cintura.
– Parecen un par de niños.
Él paso la mano por el sedoso pelo negro.
– Si -pareció totalmente exasperado- No puedo hacer nada con ellos.
Esto la hizo reír más.
– No tienes ni idea de lo increíblemente atractivo que te encuentro -besó su barbilla- Voy a nadar mientras todavía tengo la posibilidad. Empezara a llover en cualquier minuto.
– Llueve.
– Esto es sólo la niebla. ¡Mira el arco iris! -Señaló hacia arriba y se zambulló bajo la superficie, un destello de piel desnuda y sedoso cabello negro.
Sacudió la cabeza cuando la miró nadar, luego giro para mirar a los dos leopardos nublados echándose uno encima del otro. No había nada que parara a los gatos cuando jugaban sucio. Caminó por el agua hacia la roca plana donde a menudo se posaba para tomar el sol. Estaba siempre húmeda y caliente, pero la brisa del agua de la cascada y la niebla, lo mantenían fresco. Su mirada se dirigió a Rachael cuando nadaba por el fondo, su piel desnuda se veía pálida en el agua azulada.
Rachael se elevó bajo la cascada, levantando su cabeza para permitir que el agua cayera sobre su cara. Empujo hacia atrás la pesada cabellera y sonrió con la alegría de estar viva. El agua era una sombra asombrosa de azul, la niebla blanca que se cernía encima en el dosel como nubes mullidas. El crepúsculo ya caía, un cielo gris suave que sacó a los murciélagos, girando y bajando cuando se lanzaban para capturar insectos en el agua. Echó un vistazo a través del pequeño foso hacia Rio. Estiraba su cuerpo entero en una losa gris, su mirada verde viva se fijó en ella atentamente.
– Amo este lugar, Rio. ¿Vienes a menudo?
– Cuando quiero un largo baño y una nadada perezosa -no levantó su cabeza, sólo la miró a través del agua, parecía una ninfa del agua, una tentación- No hay ninguna sanguijuela en el agua, es seguro nadar.
Rachael se rió de Rio y comenzó a caminar por el agua hacia él. Las aves levantaron el vuelo de los árboles alrededor de ellos, alas que revolotean fuertemente, llenando el aire de un ruido que tarareaba. Se congeló, alzando la vista hacia la multitud que se elevaba. Su corazón comenzó a palpitar. Miró a través del agua a Rio. Ya no descansaba perezosamente, se puso en cuclillas en la roca, con todos los sentidos en alerta. Le hizo señas sin mirarla, moviendo su mano en un semicírculo.
Rachael echó un vistazo a los dos pequeños leopardos nublados que estaban parcialmente escondidos entre los altos helechos. Soñolientos, los dos habían estado dormitando en el refugio de las hojas; ahora estaban alerta como Rio, bocas abiertas de par en par, las orejas hacia arriba, rastreando el aire. Forzó a su cuerpo a moverse, dirigiéndose en la dirección que Rio señalada. La deseó fuera del agua y en un escondite inmediatamente. Los centinelas del bosque estaban dando la alarma. Un cazador se había movido en su reino.