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Rio puso el brazo alrededor de ella.

– Todo está bien. Sabíamos que vendría por ti… -rozo su sien con un beso- Pero no antes de que consigas ropa. Dejamos un rastro bastante claro que conduce a la pequeña choza de Tama y Kim. Parecerás una mujer nativa haciendo sus cosas.

Rachael se reclinó contra él con comodidad. El brazo de Rio se apretó.

– No tenemos que hacerlo. Si tienes miedo, podemos encontrar otra manera.

Ella sacudió su cabeza con decisión.

– No. Quiero ser el cebo. Armando ha dominado mi vida para someter a Elijah por mucho tiempo, se siente bien ser capaz de hacer algo positivo. No me preocupa si actúo como una boba en una choza y hago un espectáculo para el espía de Armando. Me hace sentir poderosa contra ese monstruo horrible. Él destruyó a Elijah, y me usó para hacerlo.

Él acarició su oído todo el rato mientras la sacaba del agua y la llevaba al refugio de los árboles.

– Cambiemos aquí, Rachael. El espía de Armando no puede verte como un leopardo. Tenemos que darle un amplio margen y guiarlo a la choza. No queremos que encuentre el rastro de tu esencia de leopardo y te identifique como un cambia-forma. Déjate ver a cierta distancia en tu forma humana. Te cubriré. Si hace un movimiento equivocado, lo mataré.

Ella se estremeció. Eso le pareció a Rio.

– ¿Estas seguro que solo es el espía y no mi tío?

– Escuche a los animales. Es el leopardo, y se dirige hacia la choza.

Ella soltó el aliento.

– ¿Que pasara con Fritz y Franz? Tendrás que alejarlos a un lugar seguro. No quiero que les hagan daño. Sabes que ellos te seguirán dondequiera que vayas.

– No te preocupes, hemos cazado muchas veces juntos. Es nuestro trabajo, Rachael. Tu tío tiene un ego demasiado grande para dejar sólo a su leopardo. Si piensa que puede matarte bajo la nariz de Elijah, es lo que decidirá hacer.

– No te preocupes por mí. Me confieso culpable de tener miedo, pero de un modo positivo. Finalmente siento que le soy útil a Elijah -giró la cara hacia su hombro y se rozó cariñosamente de la manera de los felinos- Seré cuidadosa.

– Puede tratar de agarrarte para llevarte con tu tío, pero lo dudo. Cuento con que esté haciendo un viaje de exploración, para confirmar tu presencia. Mantente alerta de todos modos, por si acaso me equivoco.

Subió por el terraplén y tiró de ella hasta que la vegetación los escondió. Él cambiaba ya, su pelambre rozaba su piel desnuda. Siempre se asombraba por el milagro del cambio. Parecía increíble que pudiera sumergir las manos en la piel de un leopardo, aún más increíble que pudiera acariciar su espalda y frotar sus orejas. A pesar del peligro, Rachael sonrió felizmente cuando se permitió cambiar.

El viaje por el bosque era mucho más largo, escabulléndose con cuidado a lo largo del camino que los llevaba a la casa. La pequeña choza había sido erigida en una arboleda particularmente llena de árboles. Los troncos eran delgados y los árboles estaban muy juntos. Rio quiso que el sitio fuera seguro, a un tirador le resultaría difícil disparar entre los árboles. Si el asesino a sueldo de Armando quisiera matar a Rachael, tendría que hacerlo de frente y en persona. Tendría que usar su forma de leopardo para atacarla.

Permaneció cerca de Rio cuando se movieron a través de los árboles, asegurándose de demostrar a los gibones y aves que no estaban cazando. No querían alertar al intruso. La choza estaba abrigada por un dosel elevado y el techo cubierto con paja. Era el tipo de choza que a menudo usaban los miembros de la tribu cuando se movían de un lugar a otro.

La ropa de Rachael estaba escondida en la choza y se cambió deprisa. Rio permaneció en su forma de leopardo, no parpadeo, la miraba fijamente cuando ella tiró de sus vaqueros y se puso una camisa. Se rió de él, inclinándose para besar suavemente la cabeza del leopardo.

– Es seguro, Rio. Mantén seguro a Elijah para mí -Su corazón palpitaba, sabía que su leopardo podía oírlo, podía oler su miedo, como ella podía saborearlo en su boca. Cuando el gato rozó su pierna le abrazo por cuello- No lo subestimes. Armando Lospostos es un monstruo. No puedes olvidarlo.

Rio quiso cambiar, sólo por un momento y sostenerla en sus manos para consolarla y tranquilizarla, pero no se atrevió. El bosque había cobrado vida con noticias. Su tío había hecho lo inesperado, llegando con el contingente de sus hombres y el espía leopardo. Armando no dejaba ninguna posibilidad de perder su oportunidad. Envió al espía al campo de caza que había establecido unas millas en lo alto. Rio esperó que Elijah escuchara la alarma de las criaturas así como sus aliados humanos cuando llevaran las noticias de arriba y abajo del río y por los árboles.

Rio se rozó contra el cuerpo de Rachael en una caricia larga antes de saltar a las ramas bajas que colgaban de un árbol cercano al lado abierto de la choza. Parecía sola y vulnerable. Era el modo que supuso la verían, pero maldición, esto le dolía en el corazón. Desapareció en el grueso follaje, sabiendo que no podría verlo, esperando que lo sintiera cerca. Si el leopardo espía hacia un movimiento contra ella en vez de confirmar sólo su presencia, no tenía ninguna duda que tendría que hacer una matanza.

Le tomó al leopardo un día y una noche encontrar la pequeña choza de Rachael. Estaba sola en la cama, su corazón palpitaba, respiraba profundamente, rechazando el lado salvaje de su naturaleza, tratando de ser un cordero para atraer al monstruo que había arruinado sus vidas. Comió sola, hizo tareas sin fin, inútiles, encontró el trabajo aburrido. Comenzó en el jardín, plantando de nuevo hierbas cerca de la choza. Todo el rato sentía a Río cerca de ella. Nunca lo vio, pero sabía que estaba allí y esto la reconfortó. No temía por su propia seguridad. Confiaba en Rio, conocía sus capacidades.

Rachael estaba en el pequeño jardín cuando oyó el primer susurro de inquietud entre las aves en el dosel encima de la casa. La agitación de sus alas cuando alzaron el vuelo. El trino de alarma de los centinelas pareció una advertencia. Pretendió no oír, usando las habilidades que había adquirido durante años para parecer tranquila y relajada ante cada crisis. El espía leopardo la acechaba. Los monos divulgaron sus movimientos mientras que se acercaba a su pequeña choza. El animal buscaba signos de Elijah, de una trampa para Armando. Todo lo que iba a encontrar era a Rachael que intentaba hacer una casa de una choza de viajeros.

Se levantó y lo olió. El olor salvaje del intruso que se acercaba sigilosamente. Sintió el impacto de su mirada cuando la miro, entusiasmado. El conocimiento de que podría tomar su vida, que estaba sola, un blanco fácil para un depredador como el leopardo. El leopardo estaba seguro de que ella sería su regalo. Armando le había asegurado que ella no era un cambia-formas, que estaba atada a la forma humana y no era digna de vivir. Aunque no pudiera verlo, ella casi podía sentir como su cuerpo temblaba por la impaciencia de la caza. El pelo en la parte posterior de la nuca se erizo. La carne de gallina se elevó en su piel. Una frialdad se deslizó hacia abajo por su columna vertebral.

Rachael tarareó suavemente, deliberadamente se acerco al tronco del árbol más cercano cargado de orquídeas perfumadas y cortó varias para colocar en la losa de madera que le servia como mesa. Se quedó al aire libre, sabiendo que Rio tenía la mira de su rifle en el leopardo. Entro en la pequeña choza y arregló las flores. Sus piernas comenzaban temblar, entonces se sentó en uno de los tocones y miró fijamente la belleza del bosque, intentando mirar a gusto los alrededores.

Con asombro Tama y Kim llegaron con cuatro de los miembros de la tribu, hablando y gesticulando pidiendo agua. Kim le guiñó. Era el único modo de asegurar que el leopardo espía no tratara de llevarla al lado de Armando. Podría decirle con tranquilidad a Armando que Rachael estaba sola y Elijah no estaba cerca de ella, pero tendrían que volver a la choza una segunda vez a fin de capturarla. Sintió la presencia del leopardo la mayor parte de la noche. Los miembros de la tribu se instalaron alrededor de ella, hablaron mucho por la noche, dejándole la intimidad de la choza, pero con éxito impidieron al espía hacer cualquier movimiento contra ella. Paso mucho tiempo antes de sentir que el peligro había pasado. Permaneció de todos modos, esperando, queriendo enroscarse en una pequeña pelota y gritar.