«Acabo de regresar de una peregrinación al monte Valérien, a las tumbas de los partisanos fusilados. Los que cayeron allí son los proyectiles de la reacción. Aquellos sí eran hombres del futuro. En cualquier parte de la tierra, el hombre del futuro se reconoce en el hecho de que, está dispuesto a luchar y a morir por el futuro.»
El propio Kazancev es un ejemplo de estos hombres siempre dispuestos a luchar por el porvenir. Durante más de diez años se afanó en demostrar que el gran meteorito que en 1908 explotó sobre Siberia era en realidad una astronave ínter planetaria de propulsión nuclear. Esta convicción le ha proporcionado muchas reconvenciones y burlas por parte de los pontífices de la ciencia oficial. Efectivamente, las investigaciones han probado que no es posible encontrar astillas de aquel meteorito, que, sin duda alguna, fue un fenómeno extremadamente anormal. Se explicó que se trataba de un cometa cargado de energía, un trozo de antimateria procedente de un anti universo infinitamente lejano, quizá — ¿quién sabe? — una astronave interplanetaria. Exactamente, lo que Kazancev había dicho desde el principio.
La obra de Kazancev está llena de ideas técnicas perfectamente válidas. Su túnel flotante para unir Estados Unidos y la URSS a través del estrecho de Bering, ha sido tan bien estudiado, que muchos ingenieros se interesaron por él. Su acumulador portátil, que explota la superconductividad, será realidad algún día. Sus personajes no son siluetas o títeres, son seres vivos. Nadie como él ha hecho tanto por la ciencia-ficción, publicando antologías, haciendo traducir autores extranjeros de valor como Ray Bradbury, sosteniendo en Pravda las razones del género. Tiene esperanzas de fundar una revista mensual consagrada únicamente a la ciencia-ficción.
Los escritores de los que hasta aquí hemos hablado, y sobre todo Efremov y Kazancev, atraviesan las fronteras de lo fantástico y las rebasan ampliamente. Pero Vladimir Nemcov y Georgij Gurevic tratan, al contrario, de ajustarse a la realidad y de producir obras que sirven directamente de inspiración a los ingenieros y a los laboratorios científicos de investigación. Se consideran como los «public relations» de la ciencia de vanguardia, como la unión necesaria entre investigadores y soñadores. Lo que no les impide poseer dotes de escritores. Los lectores de esta antología podrán darse cuenta de ello leyendo el relato de Nemcov, La esfera de fuego.
La posición de estos escritores ha provocado en la URSS vivas controversias. Algunas revistas los han acusado de falta de fe y de entusiasmo, así como de ser rápidamente superados por los progresos científicos. Es indudable que mientras Nemcov se afana en describir tas ascensiones en globo estratosférico, los sputniks giran alrededor de la Tierra, los cohetes alcanzan la Luna, los planetas artificiales empiezan a girar alrededor del Sol. Sin embargo, no es menos cierto que las ideas de Nemcov sobre el modo de captar la energía solar expresadas en su novela, Un fragmento de sol, son del todo excelentes. Ni que la idea de Gurevic para explorar los océanos, no con un batiscafo, sino con una máquina extremadamente plana, dotada de circuitos impresos, sin riesgo de aplastamiento, porque la presión es la misma sobre las dos caras, es técnicamente irreprochable. Por lo demás, ambos autores han buscado, como continuación de los recientes progresos de la ciencia, ampliar su registro y lo han conseguido muy bien.
Así Nemcov, en La última etapa desarrolla una tecnología bastante interesante para captar las energías cósmicas. Se envían al espacio cohetes que contienen materia inestable, cuyos núcleos puedan ser activados por rayos cósmicos primarios. Luego se intenta el regreso de dichos cohetes hacia la tierra. Entonces se provocará la desintegración de tal materia, y de ella se extraerá toda la energía. Es energía útil el «carbón» estelar. En torno a esta idea, Nemcov ha concebido una óptima trama de aventuras, aunque haya evitado — como indica expresamente en el prólogo— los monstruos galácticos y las intrigas de espionaje.
Paralelamente, la más reciente novela de Gurevio, Nacimiento de un sexto océano, dedica su atención a un argumento de vanguardia: la transmisión de la energía a distancia a través de la ionosfera. Se aprovecha de ello para exponer un plan sensacional para la potenciación de los países subdesarrollados, gracias a un sistema de suministro directo de energía eléctrica a partir de centrales situadas en los países más progresistas y con el personal técnico necesario. Los receptores son completamente automatizados y emiten de inmediato corriente de tipo clásico, de consumo fácil. Es una idea muy estimulante. Si un día pudiese llevarse a la práctica, no existirían más países subdesarrollados, y muchos de los problemas que nos afligen desaparecerían. Gurevic no es tan buen narrador como Nemcov. En sus novelas no ha sabido evitar los acostumbrados espías extranjeros, tópico que hace perder mucho interés a su libro, cualquiera que sea su ideología política. Pese a todo, El nacimiento de un sexto océano se lee con pasión.
Hemos pasado lista a los cabezas de serie de la ciencia-ficción en la URSS. Además de estos maestros, hay muchos jóvenes, algunos de ellos incluidos también en esta antología. Por ejemplo, Arkadij, Boris Strugakcij, A. Dneprov y Vicktor Saparin. Estos jóvenes son, muy frecuentemente, investigadores científicos, que aprovechan los últimos descubrimientos de laboratorio. Por eso, la más reciente ciencia- ficción soviética es de un tecnicismo extremo, y puede leerse con provecho aun para los especialistas. Es posible al mismo tiempo observar el desarrollo en la URSS un «melodrama del espacio», una fantasía de la aventura científica pura, y hasta la novela de espionaje con base científica.
En las relaciones de la Unión de Escritores soviéticos es fácil leer violentas inventivas contra este género narrativo. Parecería, al leer estas relaciones, que se publiquen en la URSS, especialmente por parte de editores de provincias, obras semejantes en todo a las noveluchas adocenadas y de poco precio que en Francia salen a un ritmo de veinte o treinta al mes. Está claro que existe un total interés en sustituir esta producción decadente por ciencia-ficción de calidad o menos por novelas de aventuras que se lean con gusto. Quizá por esta razón las traducciones de autores americanos como Edmond Hamilton, Murray Leinster y H. Beam Piper, encuentran un merecido éxito en la Unión Soviética.
Aún no existe una revista mensual soviética consagrada únicamente a la ciencia-ficción. El mundo de las aventuras actualmente aparece sólo una vez al año, aunque en la forma de un gran tomo.
Dos revistas mensuales, Técnica para jóvenes y Saber es poder, publican regularmente novelas y relatos de ciencia-ficción. La importante revista tecnológica, Inventores y racionalistas, publica en casi todos los números un relato de ciencia-ficción. Las revistas de literatura general, como Jóvenes o Neva, publican con frecuencia temas sobre fantasía científica. Además, existen un gran número de novelas, de colecciones de relatos, y de antologías. Entre los más recientes volúmenes de relatos, A través del tiempo, de la Zuravleva, tiene interés particular.