Georgie nunca le perdonaría esa mentira.
Trevor salió a la terraza llevando una bandeja de cuero blanco con dos vasos de margarita y una jarra medio llena. Con toda galantería, ignoró las lágrimas que resbalaban por debajo de las gafas de sol de Georgie.
– El bar está oficialmente abierto.
– Gracias, colega.
Georgie cogió el cóctel helado y, cuando Trevor se giró para dejar la bandeja en la mesa de la blanca terraza, se enjugó las lágrimas. No podía contarle lo de la ecografía. Ni siquiera sus mejores amigas sabían lo que significaba para ella tener un hijo. Ese dolor lo había mantenido en secreto. Un secreto que las fotografías que acababan de tomarle expondrían al mundo.
– El viernes pasado terminamos la grabación de Concurso de baile -explicó Georgie-. Otro desastre.
No podía afrontar tres fracasos de taquilla seguidos y eso era lo que tendría cuando se estrenara Concurso de baile. Dejó el vaso en el suelo sin probarlo.
– Mi padre está furioso por los seis meses de vacaciones que me he tomado -dijo ella.
Trevor se sentó en una silla tulipán de plástico moldeado.
– Has estado trabajando prácticamente desde que saliste del útero. Paul tiene que permitirte holgazanear un poco.
– Ya, como que eso va a suceder.
– Ya sabes lo que opino respecto a su forma de presionarte -comentó él-. No pienso decir nada más sobre ese asunto.
– No lo hagas.
Ella conocía de sobra la generalmente acertada opinión de Trevor sobre la difícil relación que ella mantenía con su padre. Georgie dobló las piernas y se las rodeó con los brazos contra el estómago.
– Diviérteme con algún buen cotilleo.
– Mi coprotagonista está cada día más loca. Si alguna vez se me ocurre grabar otra película con esa mujer, mátame. -Trev movió su silla para que su cabeza rapada quedara en la sombra-. ¿Sabías que ella y Bram habían salido juntos?
A Georgie se le encogió el estómago.
– Son tal para cual.
– Él está cuidando la casa…
Georgie levantó una mano.
– Para. No soporto hablar de Bramwell Shepard. Y menos hoy.
Bram podría haberla visto morir aplastada aquella tarde y ni siquiera se le habría borrado la sonrisa de la cara. ¡Dios, cuánto lo odiaba! Incluso después de tantos años.
Afortunadamente, Trev cambió de tema sin formular ninguna pregunta acerca de Bram.
– Ya viste el sondeo de opinión de USA Today de la semana pasada, ¿no? Aquel sobre las protagonistas de comedia favoritas. Scooter Brown es la tercera después de Lucy y Mary Tyler Moore. Incluso has desbancado a Barbara Eden.
Georgie había leído el resultado de la encuesta, pero la dejó indiferente.
– Odio a Scooter Brown.
– Pues eres la única. Scooter es un icono. No quererla es antiamericano.
– Hace ocho años que la serie dejó de emitirse. ¿Por qué no se olvidan de ella?
– Quizá las continuas reposiciones que se emiten por todo el mundo tengan algo que ver.
Georgie se subió las gafas de sol.
– Cuando la serie empezó yo era una niña, sólo tenía quince años. Y apenas tenía veintitrés cuando se dejó de rodar.
Trev se dio cuenta de que Georgie tenía los ojos rojos, pero no comentó nada.
– Scooter Brown no tiene edad. Es la mejor amiga de cualquier mujer y la virgen favorita de cualquier hombre.
– Pero yo no soy Scooter Brown, sino Georgie York. Mi vida me pertenece a mí, no al mundo.
– ¡Pues te deseo buena suerte!
No podía seguir haciendo aquello, pensó Georgie: reaccionar una y otra vez a las fuerzas externas, incapaz de actuar por sí misma; siguiendo siempre las sugerencias de los demás, nunca las suyas propias. Apretó más las rodillas contra el pecho y examinó los arco iris que había pedido a la pedicura que le pintara en las uñas de los pies en un vano intento por animarse.
Si no lo hacía en aquel momento, no lo haría nunca.
– Trev, ¿qué te parecería si tú y yo viviéramos un pequeño… un gran romance?
– ¿Un romance?
– Sí, nosotros dos. -No podía mirarlo a la cara, así qué mantuvo la vista clavada en los arco iris-. Nos enamoraríamos muy públicamente. Y quizá… Trev, llevo dándole vueltas a esto mucho tiempo… Sé que pensarás que es una locura. Y lo es. Pero… si no detestas la idea, he pensado que… al menos podríamos considerar la posibilidad de… casarnos.
– ¿Casarnos?
Trev se puso en pie de golpe. Aunque era uno de sus amigos más queridos, Georgie se sonrojó. De todos modos, ¿qué era otro momento humillante en un año lleno de ellos? Georgie se soltó las piernas.
– Sé que no debería soltártelo así, sin más. Y también sé que es una idea rara. Muy rara. Cuando se me ocurrió, yo también lo pensé, pero después la analicé objetivamente y no me pareció tan horrible.
– Georgie, yo soy gay.
– Se rumorea que eres gay.
– Sí, pero en la vida real también lo soy.
– Pero estás tan metido en el armario que prácticamente nadie lo sabe. -Deslizó las piernas por el lado de la tumbona y el arañazo reciente de su tobillo le escoció-. Eso acabaría con los rumores. Enfréntate a ello, Trev. Si se enteran de que eres homosexual, será el fin de tu carrera.
– Ya lo sé. -Se frotó la cabeza rapada con la mano-. Georgie, tu vida es un circo y, por mucho que te adore, no quiero verme arrastrado a la pista central.
– Ésta es la idea: si tú y yo estamos juntos, el circo se acabará.
Él volvió a sentarse y ella se acercó y se arrodilló a su lado.
– Trev, sólo piénsalo. Siempre nos hemos llevado bien. Podríamos vivir nuestras vidas como quisiéramos, sin interferir en la del otro. Piensa en toda la libertad que tendrías… que tendríamos los dos. -Apoyó la mejilla en la rodilla de Trev un segundo y después se sentó a su lado-. Tú y yo no somos una pareja llamativa como lo éramos Lance y yo. Trevor y Georgie serían un matrimonio aburrido y, después de un par de meses, la prensa nos dejaría en paz. Viviríamos por debajo del radar. Tú no tendrías que seguir saliendo con todas esas mujeres por las que has fingido sentir interés. Podrías verte con quien quisieras. Nuestro matrimonio sería la tapadera perfecta para ti.
Y para ella sería la manera de conseguir que el mundo dejara de compadecerla. Por un lado recuperaría su dignidad pública y, por el otro, su matrimonio constituiría una especie de póliza de seguros que evitaría que volviera a lanzarse por un precipicio emocional a causa de un hombre.
– Piénsalo, Trev. Por favor. -Tenía que dejar que él se hiciera a la idea antes de mencionar a los niños-. Piensa en lo liberador que sería.
– No pienso casarme contigo.
– Yo tampoco -declaró una voz terriblemente familiar desde el otro lado de la terraza-. Antes dejaría de beber.
Georgie se incorporó como un rayo y vio a Bramwell Shepard subiendo tranquilamente las escaleras que conducían a la playa. Bram se detuvo en lo alto con una mueca de calculada ironía.
Ella contuvo el aliento.
– No quisiera interrumpir. -Bram se apoyó en la barandilla-. Es la conversación más interesante que he oído casualmente desde que Scooter y sus amigas comentaron la posibilidad de teñirse el vello púbico. Trev, ¿por qué no me habías dicho que eres un mariquita? Ahora no podremos volver a dejarnos ver juntos en público.
A diferencia de Georgie, Trevor pareció sentirse aliviado por la interrupción y, levantando el vaso hacia la cabeza bañada por el sol de Bram, declaró:
– Pues tú me presentaste a mi último novio.
– Debía de estar borracho. -Entonces el anterior compañero de reparto de Georgie se fijó en ella-: Hablando de desastres… tú estás hecha un asco.