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– ¡Eh!

Chaz dio un tirón fuerte y se lo arrancó.

– No se permiten cámaras, ¿no te habías enterado?

– ¿Y a ti qué te importa? ¿Tienes idea de lo que las agencias pagan por porquerías como ésta?

– No lo suficiente.

Marcus había enrojecido, pero no podía arrebatarle la cámara a Chaz sin que todo el mundo notara que pasaba algo. Ella se alejó de allí, pero él la siguió.

– Podrías vender tu historia, ¿sabes? Sobre tu trabajo. Seguro que podrías conseguir, como mínimo, cien de los grandes. Devuélveme la cámara y te pondré en contacto con un tío que se encargará de todo.

«Cien mil dólares…»

– Ni siquiera tendrías que decir nada malo de ellos.

Ella no respondió. Sólo se alejó.

«Cien mil dólares…»

Después de la cena se proyectó un divertido videomontaje con escenas de Skip y Scooter. Poco antes de la ceremonia de cortar el pastel, apareció Dirk Duke con un micrófono. Dirk era el pinchadiscos más famoso de la ciudad. Su verdadero nombre era Adam Levenstein y Poppy lo había contratado para que pusiera música para bailar, lo que estaba programado para media hora más tarde. Dirk era bajito, tenía la cabeza en forma de pepino, el cuello tatuado y se había educado en una universidad privada, algo que él se esforzaba en ocultar. Aquella noche, en lugar de sus habituales vaqueros, iba vestido con un esmoquin que no era de su talla.

– ¡Hola a todos! ¡Esta fiesta es increíble! ¡Un gran aplauso para Georgie y Bram!

La audiencia, obediente, aplaudió con entusiasmo.

– ¡Eh, vosotros, fans de Skip y Scooter! Ver a Georgie y Bram casados es fantástico, ¿no creéis?

Más aplausos y un par de silbidos, uno de ellos de Meg.

– Estamos aquí para festejar un matrimonio que se celebró hace dos meses. Un matrimonio al que ninguno de nosotros fue invitado porque no somos lo bastante importantes.

Risas.

– Pero esta noche vamos a ponerle remedio…

Cuatro camareros entraron con un dosel nupcial cubierto con un tul blanco recogido a los lados con ramilletes de hortensias azules. Poppy iba detrás, vestida con un traje largo negro y una expresión de petulancia expectante.

Georgie le dio un codazo a Bram.

– Creo que Poppy acaba de desvelar su sorpresa. La que tú le dijiste que llevara a cabo.

Él hizo una mueca.

– Deberías haberme dado un golpe en la cabeza. Esto no me gusta nada.

A ella todavía le gustaba menos, pensó Georgie mientras contemplaba cómo los camareros colocaban el dosel en la parte delantera de la pista. Bram soltó una maldición en voz baja.

– Esa mujer está oficialmente despedida.

– Como ministro ordenado de la Iglesia de la Vida Universal… -Dirk realizó una pausa para causar más efecto- es un honor para mí… -otra pausa -pedirle a los novios que se acerquen y… -levantó la voz- ¡repitan sus votos delante de todos nosotros!

Los invitados estaban entusiasmados. Incluso el padre de Georgie. Los labios siliconados y realzados con brillo de Poppy se curvaron en una sonrisa triunfal. Un músculo se agitó en el extremo de la mandíbula de Bram. Poppy no tenía derecho a representar en público algo tan personal sin consultárselo a ellos.

Bram apretó los dientes y se levantó.

– Pon tu mejor cara.

Georgie se dijo que aquello no tenía importancia. ¿Qué era una representación pública más después de todas las que había hecho? Al levantarse, su resplandeciente vestido crujió.

Dirk alargaba las vocales, como si fuera el presentador de un juego televisivo.

– Papá, ven y únete a ellos. ¡El señor Paul York, señoras y señores! Bram, elige a tu padrino.

– Me elige a mí.

Trev se levantó de golpe y los invitados se echaron a reír.

Georgie tenía la sensación de estar asfixiándose.

– Georgie, ¿quién va a ser tu dama de honor?

Ella miró a Sasha, Meg y April y pensó en cuánta suerte tenía de que aquellas maravillosas mujeres fueran sus mejores amigas. Entonces inclinó la cabeza.

– Laura.

Laura, impresionada, al levantarse estuvo a punto de volcar la silla.

Se encontraron todos debajo del dosel. El padre de Georgie, Trev, Laura y los reticentes novios.

Dirk tuvo el detalle de volverse de espaldas al público para que Bram y Georgie estuvieran de cara a los invitados. Entonces tapó el micrófono con la mano.

– ¿Estáis todos preparados?

Georgie y Bram se miraron a los ojos y se produjo un instante de perfecta comunicación sin palabras. Él arqueó una ceja y ella le explicó exactamente lo que pensaba con la mirada. Bram sonrió, le apretó la mano y le arrebató el micrófono a Dirk.

– Un cura, un rabino y un pastor entran en un bar… -Todos se echaron a reír. Bram esbozó una amplia sonrisa y se acercó el micrófono a la boca-. Gracias por vuestros buenos deseos. Georgie y yo los valoramos más de lo que podamos expresar con palabras.

Poppy, a un lado del improvisado escenario, se mordió el labio inferior. El discurso de Bram no estaba en el guión y era evidente que no le gustaba que los clientes interfirieran en su programa.

Bram soltó la mano de Georgie y señaló el dosel.

– Como ya os habréis imaginado, esta ceremonia es una sorpresa para nosotros, pero la verdad es que, aunque tanto Georgie como yo comprendemos lo atractivo que resultaría ver cómo Skip y Scooter se casan, nosotros no somos esos personajes y esta ceremonia no nos parece bien a ninguno de los dos.

Georgie deslizó la mano en el interior del codo de Bram y sonrió a los invitados que se mostraban empáticos con ellos.

Bram le cubrió los dedos con su mano.

– Ahora mismo, me apetece decir cosas realmente emotivas respecto a Georgie. Lo cariñosa, dulce y divertida que es. Y que es mi mejor amiga… Pero no quiero avergonzarla.

– No importa. -Ella se inclinó hacia el micrófono-. Avergüénzame.

Bram se echó a reír, y lo mismo hizo la multitud. Los esposos intercambiaron otro de sus besos seguido de una larga y amorosa mirada mientras él la manoseaba a escondidas y ella le pellizcaba el culo.

De repente, las rodillas de Georgie empezaron a temblar. A temblar de verdad. Un temblor de terremoto, sólo que aquel terremoto se estaba produciendo en su interior.

Se había enamorado de él.

Georgie palideció y absorbió la terrible verdad. A pesar de todo lo que sabía de Bram Shepard, se había enamorado de él, del egocéntrico y autodestructivo chico malo que le había robado la virginidad, había arruinado la serie televisiva y casi se había destruido a sí mismo.

Él resplandecía a la luz de las arañas, con aquella pulida belleza y elegante masculinidad diseñadas para el celuloide. Georgie apenas podía respirar. Justo cuando por fin estaba aprendiendo a ser ella misma, se saboteaba enamorándose de un hombre en el que no podía confiar, un hombre al que le pagaba para que permaneciera a su lado. La magnitud de la calamidad la mareó.

Bram terminó su discurso. Sacaron el pastel de boda en un carrito, una maravilla glaseada de varios pisos con hortensias de pastelería y coronada con dos muñequitos de Skip y Scooter vestidos de boda. Bram cortó el primer trozo y le dio un bocado a Georgie dejando en sus labios una mancha de glaseado que limpió con un beso. Ella, con gran esfuerzo, le devolvió el favor. El pastel sabía a corazón roto.

Más tarde, April la llevó aparte para que se cambiara el resplandeciente vestido por otro azul de estilo años veinte que habían elegido para bailar. Georgie se pasó el resto de la noche en una vorágine de perpetuo movimiento, bailando y riendo, meneando las caderas y con el pelo golpeándole las mejillas.

Bailó con Bram, quien le dijo que estaba guapísima y que se moría de ganas de llevársela a la cama. Bailó con Trev y con sus amigas, con Jake Koranda, con Aaron y con su padre. Bailó con los actores que habían coprotagonizado películas con ella y con Jack Patriot. Incluso bailó con Dirk Duke. Mientras sus pies no dejaran de moverse, no tenía que pensar en cómo salvarse.