»Más o menos. ¿Y tú?
»Más o menos. ¿Y por qué crees que es así?
»¿Por mi patética necesidad de ser amada?
»¿Y a qué achacas la culpa? ¿A la relación con tu padre durante tu infancia?
»Digamos que sí.
»Así que, en última instancia, el hecho de que te enamoraras de Bram Shepard es culpa de tu padre, ¿no?
»No -susurró-. Es culpa mía. Yo sabía que enamorarme de él era imposible, pero aun así tenía que hacerlo.
»Has renunciado a la audición y a la posibilidad de interpretar a Helene.
»¿Y qué? ¿Qué no haría una mujer por amor?
»¡Menuda estupidez!
»¿Qué querías que hiciera? ¿Trabajar con él todos los días y después dormir con él por las noches?
»Lo que deberías hacer es conseguir que tu carrera sea tu mayor prioridad.
»Ahora mismo, mi carrera no me importa. Ni siquiera he contratado a un nuevo agente. Lo único que me importa es…
»¿Sentirte desgraciada?
»Dentro de unos meses lo habré superado.
»¿De verdad lo crees?
No, no lo creía. Quería a Bram de una forma consciente, como nunca había querido a su ex marido. Nada de gafas rosa ni atolondramiento sin sentido, nada de fantasías de Cenicienta ni la falsa esperanza de que él pondría orden en su vida. Lo que sentía por Bram era complicado, sincero y profundo. Georgie sentía que… formaba parte de ella, de lo mejor y de lo peor. Él era la persona con la que quería enfrentarse a la vida; compartir los triunfos y los fracasos; compartir las vacaciones, los cumpleaños y el día a día.
– Estupendo -le dijo su entrevistadora-. Al final te he hecho llorar. Igual que Barbara Walters.
Georgie apagó la cámara y ocultó la cara entre las manos.
Georgie llevaba fuera casi dos semanas y Aaron era la única fuente de información de Bram. El asistente de Georgie se había encargado de filtrar una serie de historias ficticias sobre ellos a la prensa del corazón. Les explicó que Georgie había tomado la decisión de irse de vacaciones mientras Bram trabajaba, y también ofreció largas descripciones de románticas llamadas entre los recién casados. Las invenciones de Aaron mantenían a raya a la prensa, así que Bram no las rectificó.
La casa del árbol seguía avanzando sin mayores tropiezos, aunque la elección del reparto todavía no había terminado. Bram se habría sentido en la cima del mundo, pero, en el fondo, lo que más deseaba era contactar con su antiguo camello. Sin embargo, en lugar de llamarlo se enfrascó en el trabajo.
El lunes por la noche, cuando volvió a su casa después del trabajo, Chaz lo estaba esperando. En lugar de los libros de texto del graduado escolar, que ni siquiera había abierto, tenía sobre la mesa un nuevo surtido de libros de cocina. Cuando Bram llegó, ella se levantó de un salto.
– Te prepararé un sándwich. Uno bueno, con pan integral, pavo y guacamole. Seguro que lo único que has comido en todo el día no era más que basura.
– No quiero nada, y te había dicho que no me esperaras despierta.
Chaz hurgó afanosamente en la nevera.
– Ni siquiera es medianoche.
Su larga experiencia con Chaz le había enseñado que era inútil discutir con ella acerca de la comida, así que, aunque lo único que quería era dormir, se quedó en la cocina fingiendo revisar el correo que había en la encimera mientras ella sacaba recipientes de la nevera y le informaba de su rutina diaria.
– Aaron ha estado pesadísimo. Él y Becky lo han dejado. No han salido juntos ni tres semanas. Según él, son demasiado parecidos, pero eso debería ser algo bueno, ¿no?
– No siempre.
Bram miró, sin prestar atención, una invitación a una fiesta y la tiró a la basura. Él y Georgie tenían más semejanzas que diferencias, aunque había tardado un poco en darse cuenta.
Chaz dejó sobre la encimera un recipiente con tanta fuerza que la tapa salió disparada.
– Aaron sabe dónde está Georgie.
– Sí, ya lo sé. Y su padre también lo sabe.
– Deberías obligarles a decírtelo.
– ¿Por qué? No pienso ir corriendo detrás de ella.
Además, gracias a una conversación telefónica que había mantenido con Trev, quien estaba en Australia rodando su última película, Bram ya sabía que Georgie estaba en cabo San Lucas. Bram consideró la posibilidad de volar a México y traer de vuelta a Georgie, pero ella lo había herido en su orgullo. En resumidas cuentas, era ella la que se había ido, así que le correspondía volver y arreglar las cosas.
Chaz puso un pan de molde encima de la tabla de madera y empezó a cortarlo con golpes secos del cuchillo.
– Sé por qué os casasteis.
Bram levantó la vista.
Ella destapó un recipiente que contenía guacamole.
– Deberíais haber sido honestos acerca de lo que sucedió en Las Vegas y haber anulado o lo que sea ese estúpido matrimonio. Como hizo Britney Spears la primera vez que se casó.
– ¿Cómo sabes qué ocurrió en Las Vegas?
– Os oí hablar sobre ello.
– Nos oíste porque tenías la oreja pegada a la puerta. Si alguna vez le cuentas algo a alguien…
Chaz cerró un armario de un portazo.
– ¿Es eso lo que piensas de mí? ¿Que soy una jodida bocazas?
Ahora Bram tenía a dos mujeres cabreadas en su vida, pero volver a recuperar la aceptación de ésta sería relativamente fácil.
– No, no pienso eso de ti. Lo siento.
Chaz consideró su disculpa y al final decidió aceptarla, como él sabía que ella haría. Se sentó delante de la comida que Chaz le había preparado. Él todavía no quería poner fin a su falso matrimonio. Suponía demasiadas ventajas, empezando por el sexo, que era tan fantástico que no se imaginaba perdiéndolo tan pronto. Gracias a Georgie, volvía a estar en el terreno de juego y tenía la intención de seguir allí. Quería que La casa del árbol fuera la primera de una serie de películas fenomenales y, de algún modo, Georgie se había convertido en la pieza clave para que eso sucediera.
Chaz dejó el sándwich delante de Bram.
– Todavía no puedo creer que Georgie no se presentara a la audición. Se toma el gran trabajo de prepararse y luego lo tira todo por la borda. No te imaginas la de vueltas que le hizo dar a Aaron para conseguirle una ropa especial. Después me obligó a darle mi opinión sobre varios peinados y maquillajes. Incluso me hizo grabarle una estúpida prueba. Y entonces va y se acobarda y sale corriendo.
Bram dejó el sándwich en el plato.
– ¿Le grabaste una prueba?
– Ya sabes cómo es. Lo graba todo. Probablemente no debería decir esto, pero si algún día te graba en plan sexual, te digo en serio que deberías…
– ¿La cinta sigue aquí?
– No lo sé. Supongo que sí. Seguramente está en su despacho.
Bram empezó a levantarse, pero volvió a sentarse. ¡A la mierda! Sabía exactamente lo que vería.
Sin embargo, antes de irse a dormir, su curiosidad pudo más que él y registró el despacho de Georgie hasta que encontró lo que estaba buscando.
Tuvieron su primera pelea por la cuenta del restaurante.
– Dámela -exigió Laura, sorprendida al ver que Paul cogía la cuenta antes que ella. Habían comido juntos más veces de las que podía contar y siempre había pagado ella-. Esta es una cena de negocios y el cliente nunca paga.
– Ha sido una cena de negocios durante la primera hora -replicó él-. Después, no estoy tan seguro.
Ella buscó a tientas su servilleta. Era cierto que aquella noche había sido diferente. Nunca antes habían hablado de los malos tragos que habían pasado en el instituto ni del entusiasmo común que sentían por la música y el béisbol. Y, desde luego, Paul nunca antes había insistido en recogerla en su apartamento para ir al restaurante. Durante toda la noche, Laura había hecho lo posible por mantener su relación dentro de los límites de lo profesional, pero él no había dejado de sabotearla. Algo había ocurrido. Algo que ella tenía que conseguir que dejara de ocurrir lo antes posible.