Выбрать главу

– Hiciste algo más que eso. La salvaste de acabar en un asilo.

Colin se encogió de hombros. No parecía dispuesto a admitir que tenía un gran corazón y que había hecho todo lo que estaba en su mano por ayudar a una amiga en apuros.

– En realidad sólo le conseguí un trabajo en administración. No sabía que terminaría escribiendo columnas -dijo, frunciendo el ceño.

– ¿Es que no te gustan sus columnas?

– No es eso. Es que la suya no me parece la temática más adecuada para un periódico serio.

– Yo también pensaba eso cuando supe lo que Corinne estaba haciendo en el Ashford Times -dijo la joven.

– ¿Y tú? ¿Cómo conseguiste el empleo en el periódico?

En aquel momento apareció un camarero y les ofreció unos entremeses, pero tanto Rina como el propio Colin estaban más interesados en su conversación y no comieron nada.

– Es una larga historia -respondió ella-. Básicamente, mis padres conocen a los padres de Corinne y se hicieron amigos. Cuando supe que Corinne se había hecho cargo del periódico, pensé que mi trabajo podía interesarle y la llamé por teléfono.

– Veo que luchas por lo que quieres -dijo con aprobación-. ¿Siempre quisiste ser periodista?

– No, tardé en darme cuenta. Antes era secretaria en un bufete. Me pagaban bien y tenía tiempo libre, pero siempre me ha gustado más tratar con gente que estar encerrada en un despacho.

– Lo creo -dijo él, mirándola con intensidad.

– Espero que eso sea un cumplido y no un comentario malicioso sobre mi naturaleza curiosa…

– Te admiro, Rina.

La súbita declaración de Colin la sorprendió.

– Gracias -murmuró.

– En cuanto a tus artículos…

– Oh, siempre tomaba notas y escribía historias. Anécdotas, se podría decir. Cuando me casé, tenía tanto tiempo libre, que llené todo un diario.

Al principio, Rina había escrito sobre los amigos de su marido y sobre las relaciones que mantenían. Pero poco a poco sus comentarios se fueron haciendo más profundos y profesionales.

– ¿Quieres decir que dejaste de trabajar después de casarte?

– Sí. Mi marido quería que dejara el empleo y yo pensaba, por aquel entonces, que aquello me gustaría. Pero no me gustó.

A pesar de lo que acababa de decir, Rina había terminado por aceptar la situación sólo por complacer a Robert.

– No te puedo imaginar encerrada en una casa y comiendo bombones.

– Entonces, ¿cómo me imaginas?

Él se encogió de hombros.

– Eres una mujer decidida y obstinada. Te imagino diseccionando los deseos de los hombres -comentó en tono de broma-. Pero lo importante es que llegues a conclusiones correctas.

– Sospecho que te preocupa que pueda saber lo que piensas…

– Ya lo sabes. He leído tu primera columna.

– ¿Y? ¿Qué te ha parecido? -preguntó, sinceramente interesada por su opinión.

– Tienes mucha razón en varios puntos. Los hombres reaccionamos ante lo que vemos.

– Claro, es química básica.

– Yo diría que es deseo.

– ¿Sí? Veo que tendré que profundizar más en mi estudio…

– Estoy seguro de que sabrás como hacerlo. Se nota que conoces a los seres humanos.

– Y se nota que tú crees que me conoces muy bien…

Colin asintió.

– Sí. Te conozco.

Sin embargo, Colin frunció el ceño como si aquello le preocupara de algún modo. Y Rina se preguntó por qué.

La joven sabía que él también estaba buscando una relación superficial, sin demasiadas complicaciones. Pero también sabía que cada día se conocían más el uno al otro y que, en ciertos sentidos, Colin ya la conocía mejor que su difunto marido.

– Dime una cosa, Rina. ¿No te parece extraño que un periódico tenga dos columnistas dedicadas a relaciones personales?

– ¿Extraño? ¿En qué sentido?

– Eso es más propio de una revista, tal vez. Y hay muchas revistas interesantes en Manhattan…

– Sí, es cierto, pero necesitaba alejarme de Nueva York. Me traía demasiados recuerdos. Corinne me ofreció una oportunidad y yo deseaba trabajar en un periódico. Además, su proyecto me pareció muy interesante.

– ¿Y no crees que tanta atención a ese tipo de temas no es propio de un diario?

– Ciertamente es poco usual, pero el mundo está cambiando. Además, muchos periódicos tienen secciones con comentaristas de ese tipo de cuestiones.

– Es cierto, pero son periódicos con muchas secciones y con muchas páginas. El Ashford Times es un periódico pequeño, con espacio limitado. Publicar determinado tipo de textos implica que otros quedan sin publicar.

Rina asintió.

– Supongo que es cierto. Pero Corinne afirma que el Globe vende mucho más que nosotros de todas formas y que debíamos intentar una estrategia distinta -explicó-. En fin, todo lo que sé es que ella me dio la oportunidad de iniciar una nueva vida. Y no te puedes imaginar cuánto lo necesitaba.

En aquel momento, Emma se abrió camino hacia ellos, acompañada por Stan. Pero tropezó y derramó su copa de champán sobre Rina, que, asustada, intentó evitarlo y derramó a su vez su copa sobre Colin. Ahora, los dos estaban empapados de los pies a la cabeza.

La blusa Rina se le pegó aún al más al cuerpo, y para empeorar las cosas, ahora se transparentaba su sostén y algo más. Pero, por muy preocupada que estuviera, la mirada de asombro de Colin la dejó sin habla. Y entonces sus pezones se endurecieron a pesar de encontrarse rodeados de gente.

– Oh, Dios mío, lo siento… -se disculpó Emma.

– No pasa nada, en serio.

– Grace tiene ropa vieja en su armario. Seguro que puedo encontrarte algún top. Y en cuanto a ti, Colin, creo que Logan puede prestarte algo. Anda, venid conmigo.

Rina sabía que su amiga no se rendiría, así que la siguió e hizo un gesto a Colin para que hiciera lo propio.

– Me quedaré aquí, esperándote -dijo Stan a Emma.

– Viejo verde… -murmuró la anciana.

– Yo diría que es bastante guapo -comentó Rina, según se alejaban.

Emma no hizo caso del comentario. Al parecer le gustaba hacer de celestina pero no soportaba que hicieran lo mismo con ella.

– Colin, ésta es la habitación donde se alojan Logan y Cat cuando vienen de visita. No lo hacen muy a menudo, pero… bueno, puedes escoger la ropa que quieras.

Emma abrió una puerta, metió a Colin dentro de la habitación y se alejó con la joven.

– Eres una apisonadora, Emma -dijo Rina-. Y no puedes huir eternamente de Stan. ¿Qué tiene de malo?

– Que llevo demasiado tiempo sola -dijo, antes de detenerse junto a otra puerta-. Aquí tienes el cuarto de baño. Entra y te traeré algo de Grace.

– Gracias por todo, Emma.

Dos minutos más tarde, Emma regresó con una blusa blanca, bastante parecida a la que llevaba, y se marchó.

Rina se encerró en el cuarto de baño y se desabotonó la blusa. Después, tomó una toalla, se desnudó y comenzó a lavarse el pecho cuando un ruido la sobresaltó. Entonces, se dio la vuelta y comprobó que la puerta que había cerrado era la de un vestidor. La otra, que estaba abierta de par en par, daba a un dormitorio.

Y la persona que acababa de entrar en el cuarto de baño tampoco era Emma, sino Colin, sin camisa.

Antes de que Emma los empapara de champán, Colin había estado pensando en la forma de lograr sus objetivos sin herir a Rina. Pero el destino, personificado en una anciana maliciosa y con segundas intenciones, se había interpuesto. Todavía no podía quitarse de la cabeza la imagen de su blusa pegada al cuerpo, transparente, dejando ver su sostén y sus senos.

Cuando entró en el cuarto de baño, dispuesto a lavarse un poco, pensó que ya lo había superado. Pero no esperaba encontrarse a Rina allí. Y ahora que la estaba mirando, sabía que necesitaría una buena y larga ducha fría.