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Frankie aplaudió y Rina hizo una reverencia como si se encontrara en un escenario. Sólo esperaba ser capaz de decir lo mismo el lunes por la mañana cuando volviera a ver a Colin.

Capítulo 6

«Estaba charlando con alguien». Un día después, Colin todavía recordaba la frase que había dicho Rina durante su conversación telefónica. No creía que estuviera con un hombre, pero eso no evitó que sintiera celos. Incluso consideró la posibilidad de que la intención de ella hubiera sido precisamente esa y se maldijo por haber mordido el anzuelo.

Tenía un plan en lo relativo a Rina, pero todo se estaba estropeando por culpa de los sentimientos que albergaba hacia ella.

Levantó el auricular del teléfono y llamó a varias empresas pequeñas que se anunciaban en el Ashford Times para asegurarse de que seguirían trabajando con ellos. Después, se puso en contacto con la compañía que suministraba el papel para comprobar que todo estaba en orden, y acto seguido tomó nota de que tenía que llamar a Bloomberg para hablar sobre la posibilidad de adquirir las noticias deportivas de una agencia de prensa muy conocida. A Corinne no se le había ocurrido mejor cosa que eliminar la sección deportiva y no le extrañaba que perdieran lectores tan rápidamente.

Sabía que los cambios que debía hacer iban a costar dinero; sin embargo, no tenía más remedio que gastar algo para recuperar la confianza de los lectores.

– Buenos días, Colin.

Emma entró en la redacción. Parecía excesivamente feliz a pesar de ser lunes.

– Buenos días. Supongo que has pasado el fin de semana descansando de la fiesta…

– Oh, sí. Me di un buen baño caliente y leí un buen libro. Ahora me siento totalmente recuperada, gracias. ¿Qué tal tu fin de semana?

– Ayer estuve con Joe.

También había estado con Corinne, pero no quería pensar en ello en aquel momento.

– Corinne me ha dicho que se está recuperando y me alegra sinceramente. Nadie debería pasar tanto tiempo en un hospital. Creo que deberíamos preparar una fiesta para cuando salga.

Un segundo más tarde, apareció un hombre, que se acercó a ellos y dijo:

– Estoy buscando a Rina Powell. Tengo un ramo de flores para ella.

– Qué bonito… -dijo Emma-. Déjalas en este escritorio, es el suyo.

El hombre se marchó y la anciana se volvió hacia Colin.

– No has debido molestarte…

– No he sido yo.

– Oh, vaya…

Antes de sugerir que echaran un vistazo a la tarjeta que había en el ramo, Rina apareció en escena.

– Buenos días -dijo mientras avanzaba hacia su escritorio-. ¿Qué es esto?

– Flores, por supuesto.

Rina miró inmediatamente a Colin, que se vio obligado a sacarla de su evidente error.

– Lo siento, no son mías.

– No pensé que lo fueran.

– ¿Y entonces? -preguntó Emma-. ¿No vas a averiguar la identidad de tu admirador secreto?

– Son de Jake y Brianne, para felicitarme por mi primer artículo en el Ashford Times

– Qué detalle. La familia es maravillosa… Y hablando de familias, tengo que hacer una llamada y después ponerme a trabajar.

Emma se alejó y Rina se quitó el abrigo. Colin no se había creído, ni por un momento, que las flores fueran de Jake y Brianne, pero dejó de pensar en ello cuando Emma se quitó la prenda.

Bajo el abrigo llevaba una blusa negra abierta hasta el escote y una falda mínima que enfatizaba sus largas y esbeltas piernas.

Se acercó a ella y la tomó de la mano.

– Ven conmigo.

– ¿Adonde?

– A tomar un café -murmuró.

Colin la llevó hacia las escaleras. No era precisamente hora de hacer una pausa para el café, pero necesitaba estar con ella a solas.

– ¿Quién ha enviado realmente esas flores? -preguntó.

– ¿Te importa?

– Tal vez no debería importarme, pero me importa.

– Me las ha enviado Stan Blecher.

– ¿Y qué cree que está haciendo ese viejo? -preguntó, irritado.

– Es obvio. Intenta poner celosa a Emma prestándome atención a mí.

– ¿Y vas a ayudarlo en el plan?

– Por supuesto que sí, pero no quiero herir a Emma. Sé que no vive sola por elección, sino por necesidad. Teme que, si actúa de otro modo, su hijo la envíe a un asilo.

– ¿Te lo ha dicho ella?

– Me lo ha insinuado. Pero no la presionaría para que haga algo que no quiere. Sé que Stan le gusta. Sin embargo, hay que conseguir que le dé una oportunidad y que confíe en él.

– Así que ahora estás cuidando de nuestra amiga…

– Eso es lo que hacen las amigas -murmuró.

– Es lo que hacen las personas realmente especiales.

Colin la miró con sus intensos ojos azules y ella se estremeció. A esas alturas ya ni se acordaba de que la había abandonado en la fiesta del sábado. A todos los efectos, era un caso cerrado.

Así que aquella mañana se había vestido de forma diferente con intención de atraer a Colin. Si le gustaba, tenía que jugar fuerte para retenerlo. Pero, una vez más, él la había sorprendido; había mirado más allá de su apariencia física y había visto la mujer que había debajo de su piel.

Entonces, le acarició el cabello con suavidad. Aquello la sobresaltó tanto como su enorme capacidad de percepción. Quería seguir con las barreras levantadas y no involucrarse más en aquella relación, pero no podía. Y cuando se inclinó sobre ella y la besó, Rina se dejó llevar y pasó los brazos alrededor de su cuello.

Sus labios eran cálidos y provocativos; tomaron posesión de ella y de inmediato la encendieron. Ella lo besó con idéntico apasionamiento, dando tanto como recibía.

– ¿Sabes el efecto que provoca en mí la falda que llevas? -preguntó él, cuando se apartaron.

– ¿Por qué no me lo explicas?

– Como quieras… Mirar esas piernas me excita.

Colin se frotó deliberadamente contra uno de los muslos de ella para que pudiera comprobarlo.

Rina suspiró, excitada. Colin Lyons la deseaba y quería hacer el amor con ella. Enseguida, se sintió húmeda.

– Y cuando me pregunto lo que esconden esas medias, me vuelvo loco -continuó.

Sin esperar a permiso alguno, extendió un brazo y le acarició un muslo. Se dio cuenta de que llevaba ligas.

– ¡Dios mío! -dijo con voz ronca.

– Son muy cómodas -dijo ella, riendo.

– ¿Para quién?

– Para mí. Los pantys me presionan el abdomen.

– ¿Y qué ha pasado con la ropa ancha que solías llevar?

Por su gesto, Rina sabía que lo había conseguido. Su nueva imagen le había gustado.

Pero necesitaba saber si además de la imagen también estaba interesado en Rina Lowell, la persona. Sin embargo, se estaba divirtiendo mucho con los efectos de su transformación.

No era el único hombre que se había interesado en ella. También lo había hecho Dave, el chico que le había llevado la pizza la noche anterior e incluso Edward Worthington III, el hombre con el que había estado coqueteando en la fiesta. Pero sólo le interesaba Colin.

– ¿Y qué hay debajo de la falda? ¿Qué te calienta durante el frío invierno?

Estuvo a punto de responder que lo que la calentaba era él.

– Solo unas bragas de algodón, Colin. ¿Qué otra cosa podría llevar?

Colin comprobó con sus dedos que decía la verdad y los pezones de Rina se endurecieron.

– No juegas limpio -susurró ella.

– Vestida de ese modo, tú tampoco.

Se besaron de nuevo, pero, esa vez, hubo algo más que un beso. Colin no dejó de acariciarla entre las piernas, excitándola, y ella se apretó contra él, arqueando sus caderas hacia delante.

– ¿Te ha gustado? -preguntó él.

– Oh, sí…

Rina sabía que aquel juego la haría perder la razón si no se andaba con cuidado, así que apretó los muslos con fuerza. Necesitaba más tiempo.