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Colin entendió la indirecta y se apartó, pero no dejó de observarla en la oscura escalera. Justo en aquel momento, Rina hizo un descubrimiento que hasta entonces ni siquiera había imaginado: una mujer no podía hacer feliz a nadie si no se sentía bien consigo misma.

O dicho de otro modo, acababa de comprender que en el preciso momento en que aceptó quedarse en casa y limitarse a ser la acompañante de su marido, había dejado de ser Rina Lowell. En lugar de divertirse, sólo había envejecido; había renunciado a su vida y a sus amigos en favor de la vida de su esposo y había desperdiciado su tiempo en actos sociales sin sentido, sólo por obtener la aprobación de Robert.

Su esposo había pensado que sería feliz con una tarjeta de crédito a su disposición y todo el tiempo del mundo. En realidad le había dado una vida de ensueño, llena de lujos. Por desgracia, no había sido la vida que ella necesitaba.

Ahora, en cambio, sabía que no podría estar con ningún hombre que no respetara sus sueños, que no creyera en ella.

Ya sabía que Colin respetaba su trabajo. Pero antes de ir más adelante, debía averiguar si le gustaba todo lo demás.

– Ven a bailar conmigo el viernes por la noche -dijo ella.

– ¿A bailar?

– Claro. Pensé que conocías bien la noche de Boston…

– Sí, ¿por qué no? Iré a bailar contigo. A fin de cuentas alguien debe cuidarte.

– No necesito que cuiden de mí…

Colin movió la cabeza en gesto negativo, divertido con su expresión. Después, le acarició el cuello y descendió con un dedo hacia su escote.

– Algo me dice que tu hermano no estaría de acuerdo con eso.

– Eso es un golpe bajo. Jake es un tipo razonable.

– ¿Incluso en lo relativo a su hermanita pequeña?

– Incluso entonces -mintió-. ¿Y bien? ¿Tenemos una cita o tendré que ir sola a bailar? -preguntó.

La perspectiva de salir con él la entusiasmaba, pero él se limitó a mirarla con atención.

– ¿Por qué tengo la sensación de que me estás probando? Y sobre todo, ¿cómo sabré que he pasado la prueba?

– Lo sabrás -respondió con voz sensual.

– En ese caso, tenemos una cita. ¿Qué te parece si paso a buscarte? Al fin y al cabo, yo conozco la ciudad. Incluso podríamos llamar a Logan y a Cat para que se unan a nosotros.

– ¿Como carabinas? -preguntó en tono de broma.

– Para divertirnos -sonrió.

– Me parece bien.

Alguien llamó a la puerta que daba a la escalera, desde el otro lado, y enseguida oyeron la voz de Emma.

– Rina Lowell, ven aquí ahora mismo…

– Parece que tienes problemas -bromeó Colin.

– Iré yo primero. Tú quédate un momento y así podrás tranquilizarte un poco -dijo, mirando su entrepierna.

– Muy gracioso…-protestó.

Rina entró de nuevo en la redacción y enseguida se dirigió hacia su amiga.

– ¿Qué ocurre, Emma?

– ¿Ese viejo verde te está molestando?

– ¿Te refieres a Colin?

– Ja, qué divertido -dijo Emma, molesta-. Ya sé que Stan te ha enviado las flores. Te dije que ese hombre es un viejo verde. Dice que está interesado en mí y te envía rosas a ti…

– Son margaritas, no rosas…

– Da igual.

– No es lo mismo en absoluto. Además, te estás excediendo…

– Sí, bueno, y tú tienes el carmín corrido. Es obvio que has estado haciendo tonterías en la escalera.

Rina le pasó un brazo por encima de los hombros para tranquilizarla, y la ayudó a sentarse en una butaca.

– Emma Montgomery, estás celosa. Ce-lo-sa. Tienes celos porque Stan ha demostrado interés por otra persona después de que tú lo rechazaras.

– Eso es ridículo.

– No, no es ridículo, es verdad. Y tú sabes de sobra que Stan es un hombre inteligente. Sabe que trabajas conmigo, que trabajas a mi lado, y es lógico suponer que sabía que verías las flores y la nota -dijo Rina mientras se reía-. No deberías ser tan previsible. Vamos, Emma, no seas tan dura y sal con ese hombre…

– ¿Y qué pasará si tengo problemas?

Rina sabía de sobra a lo que se refería su amiga.

– No creo que tu hijo pueda ser tan cruel. Y Logan no permitiría que hiciera nada malo. Ese hombre es un viudo solitario como tú, que al igual que tú necesita compañía.

Emma no dijo nada.

– Dale una oportunidad… -insistió.

– De acuerdo, lo haré si tú haces lo mismo -dijo Emma, con un brillo malicioso en la mirada.

– ¿Cómo?

– Ya que das tantos consejos sobre el viejo verde, deberías hacer lo mismo con Colin.

– Se llama Stan, y será mejor que lo recuerdes antes de llamarle algo tan feo directamente.

– No cambies de conversación.

– No cambio de conversación.

Emma se inclinó sobre ella y dijo en voz baja:

– La cosa es sencilla. Tú confías y yo confío. Eso es todo.

Colin eligió precisamente aquel momento para entrar en la sala. Al verlo, su cuerpo reaccionó y la excitación le recordó que nada era tan sencillo en lo relativo a aquel hombre.

Tenía miedo de poner en peligro su corazón.

En otro intento por provocar cambios en el periódico, Colin se sentó en el despacho de Logan, localizado en el lado del edificio que daba al mar. Incluso en invierno, la vista era impresionante.

– Siento haberte hecho esperar. Esa llamada era importante -dijo Logan-. ¿Qué tal estás?

– Sobreviviendo…

– Mi secretaria me ha dicho que ésta es una visita de negocios. ¿Qué puedo hacer por ti.

– Necesito un consejo legal -respondió Colin.

– Adelante, habla.

– Si como hijo adoptivo de Joe intentara sustituir a Corinne en la dirección del periódico, ¿tendría alguna oportunidad de ganar? Esa mujer está hundiendo el periódico.

Logan suspiró y se inclinó hacia delante.

– Veo que no pierdes el tiempo…

– ¿Debería hacerlo?

– ¿Y qué hay de los deseos de Joe? -preguntó.

Su antiguo compañero de universidad conocía muy bien la relación de Joe y de Colin. Así que era evidente que estaba intentando que se enfrentara al hecho de que Joe había elegido a Corinne para el puesto por alguna razón, y que la había elegido a ella y no a él.

– Hasta que Joe no me diga lo contrario, no tengo más remedio que suponer que Corinne consiguió engañarlo de algún modo.

– ¿Engañarlo?

– Sí, usando el sexo para obtener lo que quería.

– Está bien, te diré lo que quieres. A menos que puedas demostrar claramente que Corinne presionó de forma inadecuada a tu padre adoptivo, no tendrías la menor oportunidad.

– Entonces, ¿no tengo base legal?

– No, a menos que quieras enfrentarte a Corinne en un juicio largo y sucio.

– Ni el periódico ni yo nos podríamos permitir esa solución -declaró Colin, frustrado.

Aquello complicaba mucho las cosas. No quería fallarle a Joe. De no haber sido por eso, habría dejado que Corinne se saliera con la suya y se enfrentara a las consecuencias de su gestión.

– Creo que deberías hablar con Joe. ¿Ya está consciente?

– Después de la recaída, los médicos han dicho que hay que evitarle tensiones. Pero se está recuperando bien y podrá hablar pronto.

– Entonces, te sugiero que lo hagas en cuanto sea posible. Ahora bien, como amigo, me gustaría decir algo más…

– Dispara.

– Sé que Fortune’s ha amenazado con retirar su publicidad si el periódico no vuelve a ser lo que era. Pero te conozco bien y sé que hay algo más en todo esto. Algo personal entre Joe y tú.

Colin se echó hacia atrás. Su amigo había dado en el clavo.

– Menos mal que nunca tuve un molesto hermano… Para eso ya te tengo a ti.

Logan rió.

– Oh, estás hablando con un experto en conflictos familiares. Y tengo la impresión de que la traición de Joe al darle el periódico a Corinne te molesta mucho más que el resto de las razones -dijo-. En serio, habla con él. Y después, si sigues con intención de quitar a Corinne del puesto, estaré de tu lado. Pero será duro y probablemente dividirá a tu familia.