Colin respiró profundamente. Nunca había hecho el amor con ninguna mujer sin ponerse un preservativo. No se fiaba y no quería arriesgarse a tener posibles problemas.
Por supuesto, alguna vez había pensado no usar preservativos con Julie. Pero ella no había querido tener hijos.
Rina era muy distinta a ella, en muchos sentidos.
– Yo también soy de fiar -dijo él.
– ¿Lo eres? ¿De verdad?
Rina echó la cabeza hacia atrás y gimió. Colin ya no tenía más pensamiento que la obsesión por entrar en ella, por dejarse llevar. Entonces, se incorporó un momento para quitarse los calzoncillos y cuando intentó volver al sofá, vio que Rina había cambiado de posición. Ahora lo esperaba con las piernas muy abiertas.
Descendió sobre ella y acarició su sexo. Rina contuvo la respiración, sintiendo un deseo indescriptible.
– ¿Te gusta? -preguntó él mientras introducía un dedo en su interior.
– Oh, sí…
Colin estaba disfrutando tanto como ella. En realidad, ninguna mujer lo había afectado de un modo tan intenso y directo.
No le había pasado desapercibido el comentario de que Rina no había estado con ningún hombre desde la muerte de su marido. La idea le pareció triste y se dijo que haría lo posible por darle una noche perfecta. Quería darle todo lo que tenía.
No esperó más. Entró en su cuerpo y comenzó a moverse rápidamente. Ella gimió, satisfecha. Colin deseaba disfrutar tanto como pudiera de aquel instante, hacerlo interminable, largo, pero los dos habían llegado demasiado lejos y necesitaban satisfacer su deseo ya, sin esperas. Sus movimientos se sincronizaron y crearon no sólo una sensación tan intensa que apenas podían controlarla, sino una emoción profunda para la que Colin no estaba preparado.
Aunque sabía que entre Rina y él no podía haber sólo sexo, la perfección del instante lo sorprendió. Y cuando ella volvió a cerrar sus piernas a su alrededor, tal y como había hecho antes, no supo dónde empezaba y terminaba cada uno.
No lo supo y no quería saberlo. Sólo quería sentirla.
Entonces, Rina le clavó las uñas en la espalda y se dejó llevar por completo. Por primera vez su vida, Colin se sintió totalmente libre.
Capítulo 8
Colin se estiró a su lado, apretándose contra ella para sentir cada centímetro de su cuerpo. Acarició su cabello y la atrajo hacia sí. Tras el encuentro del sofá, se habían marchado a la cama y Rina se había quedado profundamente dormida al cabo de un rato. Hacer el amor con él había sido toda una experiencia. Una que desde luego iba a repetir por la mañana.
Pero todavía no.
– Háblame sobre Julie -dijo de repente.
Colin gimió.
– Vaya manera de empezar el día…
Rina pensó que se había equivocado al sacar el tema de conversación en aquel momento, pero él siguió hablando.
– Julie es mi ex esposa.
– ¿Y?
– Pertenece al pasado.
– A un pasado doloroso, según veo…
– Sólo duele si te importa. Y no me importa. Ya lo he superado.
– Supongo que sí o no estaríamos aquí.
– Entonces, ¿por qué te interesa tanto Julie?
– Porque tú me interesas.
– ¿Y prefieres hablar en lugar de hacer el amor? -preguntó él sonriendo.
Rina comprendió que el intento de conversación sobre Julie no le había molestado tanto. En realidad sólo intentaba mantener su dignidad masculina con un estoico silencio.
Se besaron durante un largo rato. Y cuando por fin se apartaron, ella insistió con el tema.
– ¿La amabas?
Colin se tumbó de espaldas y se pasó una mano por la cara.
– Supongo que no la amé como debía. Pero ella tampoco lo hizo conmigo. La conocí cuando yo trabajaba en una cadena de televisión de Boston. Teníamos algunas cosas en común y me pareció una mujer refrescante. No era como esas mujeres que buscaban en mí la imagen de macho arrogante que yo daba en la televisión.
– ¿Tú un macho arrogante? -preguntó ella, riendo.
– ¿Es que vas a dudar de mi masculinidad después de lo de anoche?
– Definitivamente, no.
– En ese caso, ¿prefieres hablar de mi experiencia matrimonial o repetir algunas de las eróticas posturas que probamos hace un rato? -preguntó él, nuevamente excitado.
Ella suspiró, dividida entre el deseo y el interés por su vida pasada. Pero al final se decidió por lo último. Era importante.
– Quiero que hablemos. Quiero saberlo todo sobre ti. Y después, quiero que hagamos el amor.
– Está bien -dijo, resignado-. Julie y yo nos casamos. Yo trabajaba en la cadena y seguía inquieto con mi trabajo y mi vida, pero eso no era extraño porque siempre me había sentido así. Creo que Julie notaba mi inquietud, y aunque eso no es excusa para la traición, supongo que también era infeliz.
– ¿Te engañó?
Colin comprendió que no había hablado suficientemente claro y rió. Obviamente había creído que él la había engañado a ella.
– Sí, lo hizo. Está claro que nuestra relación no le resultaba satisfactoria.
– O que no conocía el significado de la palabra lealtad -dijo, enojada.
– No. Creo que Julie quería que estuviera satisfecho en casa. Y como no lo conseguía, buscó fuera.
– Qué curioso. Mi esposo también quería tenerme en casa.
– ¿Y te engañó?
– Que yo sepa, no. Pero hizo algo peor: intentó cambiarme.
– Menudo error.
– Eso es lo que me gusta de ti, Colin. Me aceptas tal y como soy y respetas lo que hago con mi vida. Sé que no tienes una visión equivocada de lo que soy ni una idea alternativa sobre lo que supuestamente debería estar haciendo. Me quieres.
Colin pensó que era cierto. Entonces, apartó los muslos de Rina y mientras entraba en su cuerpo, dijo:
– Sí, te quiero.
Ella se estremeció.
– Quiero un hombre que me conozca y me acepte.
– Y yo lo quiero todo de ti, hasta el último aliento.
Rina se arqueó contra él, para sentirlo más dentro de sí.
– Y yo de ti -dijo ella.
– Entonces, ¿a qué estamos esperando?
Colin se apresuró a conocerla mejor. A aceptarla. Y ella hizo lo mismo. Lo tomó y aceptó todo lo que podía darle.
Rina abrió el grifo de la ducha en el cuarto de baño de Colin mientras aspiraba el aroma de su loción y de su espuma de afeitar. En aquel momento, le pareció delicioso.
Por mucho que quisiera volver a la cama y seguir haciendo el amor, sabía que era mejor que Colin la llevara de vuelta a su casa. Había llamado a Frankie para que le hiciera el favor de sacar a pasear al perro, pero no estaba en casa y no tenía la certeza de que escuchara el mensaje que le había dejado en el contestador. En cuanto al perro, no estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo solo.
Además, necesitaba espacio y tiempo para pensar.
Una hora más tarde, Colin la dejó en su casa. Al aparcar, Rina vio que había un coche desconocido, negro, frente al edificio.
– Puede que Frankie tenga compañía…
– Bueno, es Navidad y la gente suele invitar a su familia. Lo que me recuerda que hay algo que quería preguntarte y que ya te habría preguntado si no fueras tan sexy y me distrajeras tanto. Mañana es Nochebuena… ¿Tienes algún plan?
Jake y Brianne estaban a punto de llegar a la ciudad y Rina quería que Colin los conociera. Presentarle a su hermano y su mujer implicaba reconocer la importancia de su relación, pero la idea de que Colin pasara solo las Navidades, en la habitación de un hospital, le parecía inaceptable.
Pero quería escuchar lo que tuviera que decir antes de hacerle una propuesta.
– ¿Qué tienes en mente?
– Bueno, sé que no tienes árbol de Navidad en tu apartamento.
– Es cierto. Estando sola, no he querido poner ninguno…
– Oh, qué cosas dices -se burló de ella-. ¿No crees que Norton merece unas fiestas más alegres?
– ¡Norton! ¡Lo había olvidado!