Выбрать главу

Rina corrió a su casa para sacar al perro, pensando que debía estar desesperado. Pero cuando se detuvo ante la puerta, se sorprendió al ver unos zapatos mojados en el exterior, que reconoció de inmediato. Al parecer, Norton había vuelto a hacerlo. Y esta vez, en los zapatos de Emma. Pero no tenía la menor idea de qué estaba haciendo Emma en su casa.

– ¿Emma? ¿Eres tú?

Colin apareció en aquel momento.

– ¿Emma está en tu casa?

– Supongo que sí. Imagino que Frankie la habrá dejado entrar… Me preguntó qué querrá.

– No importa. Seguro que quiere interrogarnos sobre lo sucedido. Y la verdad es que no me apetece nada.

– Cobarde… -se burló, mientras entraban en la casa-. ¿Emma? ¿Estás ahí?

– Estoy en la cocina…

Rina entró en la cocina y vio que su anciana amiga estaba junto al fregadero, lavando lo que parecían ser unas medias.

– Hola, Emma…

– Hola, querida. Tu amiga Francesca me ha dejado entrar. Es una chica encantadora. Parece que anoche tuvo una mala experiencia con un hombre, así que le voy a dar una lista de todos los hombres disponibles que tengo.

– Ya veo que también has conocido a Norton…

– Oh, sí -dijo la mujer, sonriendo.

– ¿Y no estás enfadada?

– En absoluto. El pobre animal lleva solo toda la noche, así que no cabía esperar otra cosa. Deberías alegrarte de que no te haya denunciado a la sociedad protectora de animales.

Rina alzó los ojos al cielo, desesperada.

– ¿Qué ha pasado?

– Se animó mucho cuando llamé al timbre. Justo en aquel momento apareció Francesca, que había recibido tu mensaje e iba a sacarlo a la calle, pero mientras estaba buscando la correa… bueno, huelga decir que el pobre no pudo aguantarse más -declaró la anciana-. Pero Francesca lo sacó a pasear de todos modos.

– Te pagaré los zapatos y las medias -dijo, preocupada.

– No importa, querida -dijo mientras se volvía y se sentaba en una silla-. Pero ahora me gustaría escuchar lo que tengáis que decir. Seguro que tenéis mucho que contar.

Colin se acercó a Emma, la besó en una mano y dijo:

– Sabes que te adoro.

La anciana sonrió y se ruborizó levemente, para sorpresa de Rina.

– Por supuesto que me adoras. Pero eso no significa que no tengas nada que contar. Has mantenido ocupada a Rina toda la noche…

– ¿Cómo sabes que no hemos quedado para desayunar? -preguntó Rina.

– Porque llevas un vestido de noche, y no muy apropiado para salir a desayunar. Así que no me mientas. Soy demasiado vieja y llevo muchos años en el mundo. Y ahora, jovencito, ¿qué tienes que decir?

– Sólo que te adoro.

– Antes de que sigas con las preguntas, ¿se puede saber qué haces aquí? -preguntó Rina.

– Buena pregunta -dijo Colin.

– ¿Queréis saberlo de verdad?

– Por supuesto -respondió Rina, exasperada.

– He venido a cotillear.

– ¿Qué?

– Bueno, ya sabes. Vine a tomar el té, charlar un poco, excusarme para ir al cuarto de baño y ver las posibles pruebas que hubierais dejado por ahí. Pero luego he pensado que soy tu amiga y que ése sería un comportamiento inexcusable. Aunque tú no te hayas preocupado mucho por mis sentimientos, yo sí me preocupo por los tuyos.

Rina miró a la mujer, sin entender nada.

– ¿Tú sabes de qué está hablando, Colin?

Colin se encogió de hombros.

– Ni idea.

– ¿Sabes que Rina te está traicionando, Colin?

– ¿Cómo? -preguntaron los dos jóvenes al unísono.

– Es verdad. Me está haciendo la competencia con mi querido Stan.

Rina parpadeó.

– Pero si dijiste que era un viejo verde y que no te interesaba. ¿En qué quedamos, Emma?

– Primero te envió flores y luego te pidió que salieras con él -dijo la anciana sin hacer caso.

– Eso no es verdad -dijo Rina.

Colin tuvo que cubrirse la boca para no empezar a reír.

– Stan me enseño la copia de una carta en la que te pedía que salieras con él.

– Te está tomando el pelo. No me envió ninguna carta, pero quiere ponerte celosa y lo ha conseguido. Estás interesada en él. Admítelo de una vez por todas y actúa…

– Es que tengo miedo -confesó.

– Logan no permitirá que tu hijo te envíe al asilo, Emma -dijo Colin.

– Es lo mismo que te dije yo el otro día -afirmó Rina.

Emma asintió.

– La vida es muy corta, Emma -continuó la joven-. Confía en mí, por favor, y disfruta. Si Stan quiere acompañarte, arriésgate a conocerlo más y confía en tu instinto.

– Sé que tienes razón. Y ojalá que fuera tan fácil…

Rina no pasó por alto la ironía de la vida de Emma. No tenía problema alguno para dejarse llevar por su instinto cuando se trataba de aconsejar a los demás, pero curiosamente no lo hacía en lo que se refería a ella.

Por primera vez, Emma le pareció frágil. Quiso estrangular a su hijo por lo que le había hecho. Pero en aquel momento lo más importante era consolar a su amiga.

Como si le hubiera leído el pensamiento, Colin se adelantó, se acercó a la mujer y la abrazó en silencio.

Emma se levantó de la silla segundos más tarde, emocionada.

– Bueno, puedo aseguraros que me vengaré de Stan por haberme engañado -dijo.

– Seguro que lo haces -observó Rina con una sonrisa.

– Y estaré observándote, jovencita. No pienso permitir que engañes a Colin -dijo entre risas mientras la abrazaba-. Eres una buena chica, Rina. Ojalá que tuviera una hija como tú. Y un hijo como tú, Colin.

– Cuídate. Y sobre todo, sé buena contigo misma -dijo Rina.

– ¿Es que puedo ser otra cosa? -se preguntó con malicia-. En fin, me marcho. Creo que mi chófer me está esperando en el coche.

Rina arqueó una ceja.

– No había reconocido el coche. De hecho, no creo haber visto a nadie al volante…

– Porque he tomado prestado el sedán de mi hijo. Y en cuanto al chófer, tal vez haya salido a hacer sus necesidades como el perro…

Rina rió.

– Ya arreglaremos lo de tus zapatos y las medias más tarde, ¿de acuerdo?

– Tonterías, no es necesario. Limítate a darle un beso a Norton de mi parte. Me encanta ese animal.

Cuando Emma se marchó, Rina se apoyó en una pared y suspiró.

– Solos, al fin…

Él sonrió.

– Sí, por fin lo estamos. Y ahora, ¿qué tal si regresamos a la conversación sobre la Nochebuena?

Rina se mordió el labio inferior.

– Creo recordar que te había preguntado por lo que tenías en mente…

– Algo muy sencillo: comprar un árbol, pasar la Nochebuena juntos y hacer el amor todo el fin de semana.

– Suena maravillosamente bien -dijo ella, excitada por el sonido de la voz de su amante-. Si te parece oportuno, podremos seguir haciendo eso todo el día y toda la noche. Pero, mañana, me temo que tendrías que compartirme con mi familia…

– ¿Tu familia?

– Sí. Con todo lo que ha sucedido y con mi deseo por seducirte había olvidado que…

– ¿Tu deseo de seducirme? -la interrumpió.

– Déjame que termine de hablar… Estaba tan distraída, que olvidé que Jake y Brianne vienen mañana.

Colin se sintió muy decepcionado. Esperaba pasar las fiestas a solas con ella.

– Bueno, no me gustaría entrometerme en una fiesta familiar…

– ¿Quién ha dicho que te entrometerías? De hecho, pretendía invitarte. Te habría pedido que te quedaras aquí de todas formas. Pero me distraes tanto, que no puedo pensar con claridad y lo olvidé -dijo con una sonrisa muy sensual-. Además, las fiestas dejarían de serlo si no estuviera a tu lado.

Rina acarició el pecho de Colin. Sabía cómo excitarlo mental y físicamente, y cuando sintió el contacto de sus senos, supo que su invitación era más que sincera. Con familia o sin familia, quería estar con ella.