Brianne le contó todo tipo de cosas sobre la vida de Rina en Nueva York y le dijo que tanto su marido como ella estaban muy orgullosos de su trabajo en el periódico. Incluso mencionó que estaba más guapa desde que había empezado a salir con él.
Tanta conversación familiar le recordó que llevaba un par de días sin ir a ver a Joe, y se sintió culpable.
– Bueno, ya que estáis todos juntos, creo que voy a salir un momento al hospital para ver cómo se encuentra Joe.
– Es su padre -explicó Rina.
– ¿Está en el hospital? Oh, lo siento -dijo Brianne-. Pero supongo que volverás… Me gustaría que pasáramos más tiempo juntos para poder conocernos.
– Por supuesto que volveré. Solo estaré un rato con él. Y así tendréis ocasión de estar solos.
– ¿Estarás de vuelta para cenar? -preguntó Rina.
– Vuelve pronto -sugirió Jake-. De lo contrario me dejarás abandonado con dos mujeres y un perro insoportable…
– Lo intentaré.
– Espero que lo consigas, porque quiero que celebremos la Nochebuena todos juntos -dijo Rina-. Por cierto, Jake, ¿recibiste mis columnas?
– Sí. Y ya sabes que estoy orgulloso de ti, Ri.
Colin también lo estaba. Estaba orgulloso y lleno de admiración, pero aquello lo colocaba en una situación aún más complicada. Precisamente había recibido una llamada de Ron Gold; quería saber si había avanzado algo en el proyecto de devolver al periódico su forma tradicional.
Había llegado el momento de hablar de nuevo con Corinne.
– Acompañaré a Colin a la salida. Vuelvo en un par de minutos -se excusó Rina.
Una vez fuera de la casa, Rina le dijo:
– Sé que tienes que ir a ver a Joe, pero no quiero que estés con nosotros sólo por obligación.
Él la acarició en una mejilla.
– Por supuesto que no lo hago por obligación. Pero tengo que ver a mi padre adoptivo.
– ¿Volverás?
– Volveré -le prometió.
Y Colin pensaba cumplir su promesa.
Colin comenzó a caminar de un lado a otro. No soportaba la idea de volver a entrar en la habitación y ver a Corinne inclinada sobre su padre adoptivo y dándole todo tipo de órdenes para que fuera a buscar agua para ayudarla en cualquier cosa con Joe. No necesitaba que Corinne le dijera lo que tenía que hacer con la persona que más quería en el mundo.
Se detuvo delante de la puerta de la habitación al oír que la pareja estaba charlando en voz baja. Joe estaba muy débil y hablaba con mucha dificultad. El no le había presionado para que hablara con él, pero en esos momentos no parecía importarle hacer el esfuerzo para hablar con Corinne.
A lo largo de la última semana, Colin había llegado a la conclusión de que su padre adoptivo y la editora del periódico mantenían una relación mucho más intensa de lo que había imaginado en un principio. De hecho, ya había supuesto que debía de ser algo más importante que el simple sexo, porque de lo contrario Joe no habría puesto el diario en manos de su esposa.
Logan tenía razón. Los documentos legales podían afirmar que él era el hijo de Joe, pero cada vez se sentía más fuera de lugar.
Nervioso, regresó al pasillo y estuvo a punto de derribar a una enfermera que en aquel momento pasaba con un carrito.
– Oh, lo siento…
Se dirigió a los ascensores, dispuesto a marcharse de allí tan pronto como pudiera.
Quería estar lejos de la familia que al parecer no tenía y a la que no pertenecía. Necesitaba estar con Rina. Ella hacía que se sintiera aceptado, de un modo que nunca había vivido hasta entonces. Pero lo último que le apetecía era estar con otra familia que le hiciera sentirse un extraño.
Le había prometido que regresaría a su lado; sin embargo, no estaba preparado. Incluso consideró la posibilidad de tomar un avión y marcharse de allí. Naturalmente, su amor por Joe no se lo habría permitido; pero mucho más intenso, incluso, era la pasión que sentía por Rina. Le inspiraba sentimientos que nunca había experimentado.
Sentimientos ante los que no sabía cómo reaccionar.
Brianne y Jake insistieron en pasar la noche en un hotel, así que Rina tenía toda la noche para ella. Por supuesto, pensó que no estaría sola y que Colin aparecería pronto, tal y como había prometido, pero empezaba a comprender que no siempre cumplía sus promesas.
En el fondo de su corazón, sabía que no pretendía herirla. Ni siquiera lo había pretendido cuando la dejó sola en la fiesta de Emma. Irónicamente, habría aprendido a mantener una relación con Colin gracias a su investigación sobre los hombres. Se había preguntado por lo que había más allá de la atracción sexual e incluso intelectual, y había encontrado la respuesta en Colin, en las cosas que él necesitaba.
Sospechaba que el hecho de haber perdido a sus padres lo había convertido en una persona con problemas para asumir sus sentimientos. No estaba acostumbrado a compartirlos y no sabía qué hacer.
Desesperada, decidió pasar el tiempo escribiendo. Así que encendió su ordenador y comenzó un nuevo artículo. Cuando escribió la última frase, levantó la mirada y comprobó que habían pasado dos horas. Entonces, guardó el trabajo y lo imprimió. Después, se levantó, se estiró y pensó que había hecho un buen trabajo. Con excepción de la ausencia de Colin, su vida iba por buen camino e incluso sería aún mejor después de darse un largo baño con espuma y sales.
Se recogió el pelo, se quitó la ropa y se puso una bata. Acto seguido, abrió el grifo de la bañera y estaba a punto de meterse en el agua cuando sonó el timbre de la puerta.
Norton corrió a la entrada y ella supuso que sería su amiga Frankie. Pero no era ella, sino Colin.
– ¡Colin! -exclamó al verlo.
– Hola…
– Adelante, pasa…
Colin entró en el apartamento y ella lo miró.
– No me odies, Rina. Sencillamente no he sido capaz de enfrentarme a todo esto.
Rina se estremeció.
– No esperaba que volvieras esta noche. De hecho, pensé que no volverías en todo el fin de semana.
Colin se pasó una mano por el pelo y la miró con tristeza.
– Cuando salí del hospital, necesitaba estar solo un rato. Alejarme de todo y de todos.
Entonces, extendió un brazo y le acarició el cabello.
Caminaron hacia el sofá y se sentaron.
– No estaba preparado para enfrentarme con otra situación familiar -continuó él-. No quería volver a sentirme un extraño.
Era evidente que Colin necesitaba que ella lo comprendiera. Y Rina lo hizo, porque ahora sabía que lo amaba. Amaba a un hombre que no sabía cómo comprometerse ni cómo analizar sus propios sentimientos.
Los segundos fueron pasando mientras él hablaba, y Rina no dejaba de decirse que, gracias a él, había cambiado e incluso había aprendido a comprender mejor su propio pasado y su propio matrimonio. Ahora ya no sólo sabía lo que quería, sino también lo que merecía.
Colin nunca le había pedido que renunciara a su carrera, ni que dejara de hacer nada por él. Cabía la posibilidad de que al final se marchara y la abandonara, pero le había dado multitud de momentos hermosos.
Lo tomó de la mano y se excitó de inmediato. Pero esta vez era consciente de que entre ellos había algo más que deseo. Y su corazón le pertenecía a él.
Capítulo 10
– ¿Qué pasó en el hospital? -preguntó Rina.
Colin se encogió de hombros y se recostó en el sofá, mirando al techo.
– Cuando vi a Corinne junto a Joe, me sentí… incómodo.
– ¿Por qué?
Rina necesitaba conocer los detalles si quería ayudarlo a superar aquella situación. Además, que hubiera regresado significaba que confiaba en ella. Y no quería fallarle.
– Todo este tiempo he estado culpándola porque creía que engañaba a Joe y que había destruido la familia que teníamos.