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– Es precioso -dijo ella con sinceridad, mientras se lo probaba.

– He pasado muchas noches mirándolo, imaginando cómo quedaría en tu muñeca… Feliz Navidad, Rina.

– Feliz Navidad, Colin -dijo, con ojos llenos de lágrimas.

– ¿Qué te sucede? -preguntó preocupado.

– Nada, que no tengo nada especial que darte…

– ¿Y qué me regalarías?

– Mmm. Un papel y un bolígrafo, para que nunca te olvides de escribirme.

– Si quieres, te escribiré notas de amor el resto de nuestras vidas.

– ¿Eso es una propuesta?

– Por supuesto que sí.

Una vez más, Colin volvió a abrir el cajón de la mesita y extrajo la segunda parte del regalo.

– ¿No pensaste que esa cajita vacía era algún tipo de insinuación? -preguntó él.

– ¿Así que fuiste tú el que me la regalaste?

– Por supuesto. ¿Se te ocurre algún otro hombre que pudiera enviarte notas y regalos personales?

– Te olvidas de las flores…

– Yo no te envié ningún ramo de flores.

– ¿Y tampoco me enviaste mensajes de correo electrónico?

– No -dijo, cada vez más celoso.

– Relájate, no temas. Creo que el responsable de todo esto es una mujer de ochenta años…

– Emma no lo hizo.

– Lo hizo.

– Está muy ocupada. Stan va a pedirle su mano…

– Me gustaría que lo intentara. De hecho, me gustaría ver cómo intenta domar a una mujer independiente. Eso no es posible.

– ¿En tu caso tampoco?

– ¿Tienes intención de hacerlo?

– Corazón, pensé que nunca lo dirías. Mi primera intención es domarte.

Entonces, Colin abrió la mano y le enseñó un anillo de diamantes.

– Ahora, me perteneces -añadió.

Ella tomó el símbolo de su amor y lo miró durante unos segundos antes de apretarlo contra su pecho.

– Eres tan especial, Colin… Te amo.

Él sonrió.

– Yo también te amo. Lo que me lleva al segundo paso. Te has quedado callada, sin habla, así que supongo que ya he empezado a domarte. ¿Qué te parece si seguimos con el juego?

A Rina le encantaba bromear con él, charlar con él, estar con él. Puso una mano sobre sus piernas y la subió hasta colocarla sobre su duro sexo.

– Mmm. Creo que a mí también me gustaría seguir con el juego.

Colin sonrió, se recostó en el sofá y dejó que lo acariciara. Después, ella le desabrochó los pantalones y se los bajó, junto con los calzoncillos, hasta los pies. Ahora lo tenía a su merced, y comenzó a demostrarle con la lengua quién era el ama y quién el esclavo.

Más tarde, estuvo encantada de asumir ella el papel de sierva. Y luego, hicieron el amor como iguales. Era algo tan maravilloso que a Rina no le habría importado seguir así durante el resto de su vida.

Carly Phillips

Carly Phillips inicio su carrera como escritora en 1999, desde entonces ha publicado más de 20 novelas, que han estado entre las más vendidas en las listas más conocidas de Estados Unidos. Actualmente publica en dos sellos, Harlequín y Warner.

Carly vive en Purchase, New York con su marido, sus dos hijas pequeñas y un juguetón Wheaton Terrier.

Su pasatiempo favorito es leer, le gusta escuchar opera y le encanta recibir correos de sus lectoras, ya sea por mail o por correo normal. También se confiesa adicta a la televisión, especialmente a las telenovelas y acostumbra a tenerla puesta incluso mientras trabaja. Pero no todo es “diversión” en la vida de Carly, cuando no se encuentra escribiendo, colabora activamente con varias asociaciones benéficas.

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