Entonces, se preguntó por lo que realmente deseaba. Siempre le había interesado la naturaleza humana, la gente y sus relaciones. Al igual que Emma, había jugado a celestina con su hermano Jake y con su esposa, Brianne. De modo que decidió utilizar su habilidad con la gente y su don con la palabra y hacerse periodista.
Y ahora, tenía su propia columna.
– Pero me siento mucho mejor desde que vine a vivir a Ashford -continuó la joven.
Emma asintió.
– Hiciste bien al dejar Nueva York.
– Amén -dijo Rina, con una sonrisa.
Rina no dudaba que Emma había vivido mucho, ni que había aprendido a aprovechar sus oportunidades, filosofía que la joven compartía. Por eso, había decidido utilizar sus escasas influencias para obtener aquel empleo.
El padre de Corinne vivía en el mismo barrio que los padres de Rina, en Florida, y se habían hecho amigos jugando al golf. Así que, cuando supo que Corinne se iba a hacer cargo del periódico de su esposo, descolgó el teléfono, la llamó y consiguió el empleo.
Sin embargo, sabía que tendría que hacerlo bien para no perderlo.
Y estaba dispuesta a ello.
– Ah, más silencio… Estás muy pensativa. Eso está bien siempre y cuando te hables con palabras sabias a ti misma -comentó Emma-. Pero si en algún momento quieres compartir tus pensamientos con alguien, no olvides que puedes contar conmigo.
– Eres muy cotilla -dijo Rina en tono de broma-. Y muy perceptiva.
– Vive tantos años como yo y te aseguro que para entonces habrás aprendido algo. Pero, ahora, me gustaría que me contaras más cosas sobre tu serie de artículos. ¿He mencionado ya que me gusta tu sentido común?
– No, últimamente no -respondió con ironía.
– Encontrar un hombre es más difícil hoy en día que cuando yo era joven. Antes bastaba con un poco de colorete, pero ahora hay que ir directamente a la ropa interior de fantasía -dijo Emma mientras contemplaba los atributos físicos de Rina-. Y aunque tú eres una belleza natural, te ayudaría bastante que comenzaras a vestir de un modo más vistoso. Enseña lo que tienes.
Rina negó con la cabeza, incapaz de creer lo que acababa de oír. Aquella mujer era todo un caso.
– Además, creo que eres demasiado ambiciosa con tu columna. Hablar sobre lo que los hombres desean no es tan fácil. Nunca dicen lo que desean.
– No pretendo que me lo digan. Tengo intención de usar mi poder de observación para averiguarlo yo sola. Lo haré de forma metódica. Creo que no sólo cuenta el aspecto. También es cuestión de actuar, caminar y hablar de la forma oportuna.
– Sí, no te vendría mal contonearte un poco cuando caminas -observó.
Rina cedió a las bromas e insinuaciones de Emma y comenzó a caminar contoneándose, de manera en extremo provocativa. Uno de los redactores del periódico, que seguía trabajando en su escritorio, contempló la escena y aplaudió.
– ¿Lo has visto? Es cuestión de actitud -continuó Rina-. Pero, ¿qué es más importante? ¿La actitud, o la inteligencia? Estoy segura de que los hombres inteligentes quieren estar con mujeres inteligentes, con quienes puedan mantener conversaciones.
– Te equivocas. Sólo quieren algo bonito para llevarlo del brazo.
– Oh, vamos, Emma, eso no es cierto…
– Despierta, Rina. Desean a las mujeres bellas para llevarlas del brazo y sentirse orgullosos. Son muy egocéntricos.
– Bueno, eso último es cierto.
Rina estaba pensando en su difunto esposo. Después de casarse, había dejado de ser su secretaria y él le había ofrecido una vida llena de lujos a cambio de que estuviera en casa, que entretuviera a los invitados y que se vistiera con elegancia para sentirse orgulloso cuando salía con ella.
– Y confía en mí. Llevas tres meses en esta ciudad y aún sigues sola porque no haces nada para vestir de un modo más atractivo.
– Lo sé.
– Pues no lo comprendo -comentó Emma, confusa-. Tienes un gran potencial. Te he ofrecido a mi chófer para que te lleve de compras y te he recomendado a mi peluquero para que te arregle un poco. Pero siempre te niegas. ¿Podrías decirme por qué?
– Corinne me contrató para dar vida al periódico con mi idea sobre la serie, y sólo podré hacerlo bien si les doy a mis lectores mi experiencia personal. De modo que he comenzado por adoptar una actitud lo menos llamativa posible.
– Continúa…
– He estado investigando y catalogando las reacciones de los hombres ante la Rina que he sido hasta el momento. Pero ahora voy a cambiar de aspecto y de comportamiento para ver qué cambios experimentan ellos a su vez. Así podré dar una lección de primera mano a los lectores.
– Me gusta la idea.
– Gracias.
– Tal vez te viniera bien echar un vistazo a típicas relaciones entre hombres y mujeres, como la que mantienen mi nieto Logan y Cat. Los conocerás en la fiesta de Navidad del sábado, pero estaría bien que también conocieras a Grace y a Ben. Por desgracia, viven en Nueva York, así que no podrás verlos hasta que vengan de visita.
La anciana también había tenido algo que ver en el matrimonio de su nieta Grace. No en vano, había sido ella quien había contratado al detective privado con el que finalmente se casó, pero Rina sospechaba que sus nietos se habrían casado de todas formas, incluso sin su intervención.
– Entonces, ¿estás haciendo un estudio con un número suficiente de hombres? -preguntó Emma.
Rina asintió.
– Sí, con todos los que puedo, incluido el repartidor de pizza. Es muy atractivo.
Rina había obtenido muy poca respuesta por parte de los hombres de aquella ciudad. Su empeño en vestirse de forma discreta no era una invitación a reacciones de otra clase, pero todo aquello iba a cambiar; y no sólo por cuestiones periodísticas, sino también personales.
Estaba deseando volver a coquetear, a probar su suerte con el sexo opuesto. La experiencia le había servido para realizar un buen estudio de campo con los hombres que conocía en la cafetería cercana a su casa y en el bar de su vecina Frankie. Se habían hecho muy amigas nada más conocerse, y compartían información e ideas.
Además, quería concentrarse un poco en su vida personal. Hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre, y aunque no tenía intención alguna de mantener una relación continuada, deseaba divertirse un poco.
– ¿Tienes ideas sobre quién va a ser tu primer conejillo de Indias? -preguntó Emma.
– Oh, sí. Un hombre de cabello oscuro y ojos azules. Don Perfecto -respondió.
Justo entonces, y como si hubiera conjurado su presencia, apareció Colin Lyons en persona. Rina no había notado su presencia hasta que lo tuvo al lado.
– Buenas tardes.
La joven inspiró el aroma del hombre y se estremeció. El simple hecho de encontrarse con Colin desataba en ella una fortísima reacción química y la dejaba sin palabras.
– Hola, Colin. Supongo que vienes del hospital…-dijo Emma.
Colin asintió.
– Sí.
– ¿Qué tal está Joe?
– Descansando. Parece que ha mejorado.
– Me alegro mucho. Sé que Corinne está muy preocupada por él -intervino Rina, para no permanecer al margen.
– Corinne tiene muchos motivos para estar preocupada -comentó Colin-. Pero te agradezco la preocupación. Le diré a Joe que has preguntado por él.
– Bueno, Emma se ha interesado antes que yo…
– Sí, es cierto. Pero tú también lo has hecho, y como familiar de Joe, te doy las gracias -dijo Colin con una sonrisa.
Rina lo miró y se quedó sin respiración.
Colin había trabajado mucho tiempo en televisión y poseía el aspecto y el carisma suficiente para enamorar a la pantalla. De rasgos varoniles, tenía una sonrisa preciosa y una mirada penetrante.