Cogió el teléfono para llamar a su padre y darle la buena noticia de que lo habían puesto en libertad sin cargos y pedirle que de camino cogiera lo único que le hacía falta: una Biblia.
Capítulo 55
Lunes, 4. 40 h, Manhattan
Por un momento se le ocurrió que podía pedírsela al oficial del mostrador, pero después se lo pensó mejor: no sería oportuno que un tipo de aspecto desaliñado, sospechoso de asesinato, que no había dejado de vociferar sobre la identidad del asesino «¡Tiene los ojos de un azul muy claro!», pidiera prestada una Biblia. Podría haberlo hecho si hubiera sido culpable y hubiera optado por una línea de defensa basada en un estado de enajenación mental, pero no le servía si lo que deseaba era salir de la comisaría habiendo convencido a la policía de que era inocente y estaba en su sano juicio.
Por lo tanto, esperó fuera a que llegara su padre, andando arriba y abajo, desesperado por salir de allí. Por fin apareció William Monroe padre, vestido con una vieja cazadora marinera. Parecía agitado y tenía los ojos enrojecidos. Will se preguntó si habría estado llorando.
– Gracias a Dios, William -dijo abrazando a su hijo-. Me preguntaba qué demonios podías haber hecho.
– Gracias por tu voto de confianza, papá -repuso Will apartándose-. No tengo tiempo de hablar. ¿Tienes lo que te he pedido que trajeras?
Su padre asintió con un gesto de triste rendición, como si estuviera siguiéndole la corriente a un hijo que le dijera que oía voces en su cabeza o le pidiera dinero para otra dosis.
– Toma.
Will dio unos golpecitos en el libro.
– Papá, ¿te acuerdas de los mensajes de texto que he estado recibiendo de un informador anónimo? Aquí tienes el último. -Will le entregó el teléfono.
¡PABLO, ORDENA LAS CARTAS DE LOS NO CRISTIANOS! (I, 7, 29)
– ¿Qué demonios es esto?
Will se lo explicó rápidamente.
– «No Christian» es un anagrama para Corintios. La cifra «uno» se refiere a la primera carta de Pablo a los Corintios, y debe de ser el capítulo siete, versículo veintinueve. Por eso quería una Biblia. Aquí está.
Lo que digo, hermanos, es que el tiempo se acaba.
– Está desesperado -declaró Will.
– Hijo…
– Un momento, papá. Solo quiero demostrarte una cosa. Escucha, ya sé que puede parecerte muy raro, pero en la raíz de todo este maldito asunto parece que hay una teoría religiosa de origen judío que habla de unos hombres de excepcional bondad. -Will vio que la expresión del rostro de su padre pasaba de la lástima a la impaciencia.
– Will, ¿qué historias me estás contando? La policía te ha detenido como sospechoso de asesinato. ¿Tienes idea del lío en que te has metido?
– Sí, papá, créeme. Me consta que estoy metido hasta el cuello en problemas. Más de lo que creerías, pero, por favor, escucha esto: los hasidim que retienen a Beth aseguran que alguien, puede que incluso uno de ellos, está matando a esa buena gente, a esa gente extraordinariamente buena; y no solo aquí, sino por todo el mundo. Lo que ha ocurrido esta noche es que he estado a punto de ser testigo de uno de esos asesinatos. Si la teoría de los hasidim es cierta, el hombre que ha muerto esta noche es uno de los llamados «hombres justos». Por eso quería que vieras esto.
Sacó la Blackberry de la bolsa de plástico de la policía, conectó el buscador de internet y seleccionó Google. A continuación introdujo las palabras «Bitensky y Lower East Side».
Google empezó la búsqueda, pero se trataba de un aparato de bolsillo y lo hacía lentamente. Al cabo de un momento apareció la página con los resultados: primero un portal biomédico, después algo de un pianista de música clásica y, por fin, un enlace con el Downtown Express, el diario semanal del sur de Manhattan. Hizo clic en el enlace y aguardó una eternidad a que acabara la descarga. Luego, la examinó: se trataba de un archivo de unos años atrás. Will rezó para que fuera algo importante, algo que pudiera demostrarle a su padre que no estaba loco de remate.
Los habitantes de la zona de Greenstreet sufrieron esta semana un glacial inicio de la Pascua Judía cuando su edificio de apartamentos tuvo que ser evacuado el martes por culpa de un aviso de incendio.
Fue después de medianoche cuando numerosos inquilinos tuvieron que reunirse en el parque mientras las dotaciones de bomberos examinaban el edificio antes de declararlo seguro.
La mayoría de los desalojados iban en pijama y bata, aunque un grupo estaba completamente vestido porque tomaba parte en el tradicional seder, que normalmente se prolonga hasta altas horas de la madrugada.
Eran los invitados de Judah Bitensky, uno de los últimos inquilinos judíos de un edificio que, en su momento, había sido el centro de la comunidad judía de East Broadway. Según parece, el señor Bitensky, encargado de una de las sinagogas que quedan en la zona, celebra una cena seder todos los años para aquellos que no tienen adónde ir.
«Es una especie de tradición -declaró Irving Tannenbaum, de sesenta y seis años e invitado habitual-. Todos los años. Judah abre las puertas de su casa para gente como nosotros. Algunos de los que acudimos somos viejos y vivimos solos. Otros son, ya sabe, gente de la calle. Es digno de verse.»
Riwy Gold, de cincuenta y un años y sin techo, añadió: «Es la mejor comida que tomo en todo el año. Es la única noche en que tengo la sensación de tener una familia».
Downtown Express contó a veintiséis personas en el pequeño apartamento del señor Bitensky, incluidos a dos que iban en silla de ruedas y dos más con muletas. Reacio a dejarse entrevistar, se le preguntó cómo era capaz de dar de comer a tanta gente con unos medios tan escasos. «De alguna manera me las arreglo -declaró-, aunque no sé muy bien cómo.»
Capítulo 56
Lunes, 14. 25 h, Brooklyn
Will se quedó junto a la ventana, apartando la cortina a intervalos regulares para mirar hacia la calle. Sabía que era una imprudencia: si alguien lo seguía, no había mejor manera de llamar la atención. Corría y descorría la tela con tanta frecuencia que parecía que estuviera enviando un mensaje codificado.
Se despidió de su padre pocos minutos después de su encuentro. Este lo miró inexpresivamente cuando Will le mostró la noticia aparecida en la Blackberry, como si toda aquella historia fuera demasiado absurda para ser tomada verdaderamente en serio. A continuación hizo un gesto, como diciendo «Olvidémonos de todo esto», y le pidió que regresara a casa con él. Allí tendría la oportunidad de ducharse, dormir un poco y tranquilizarse. Linda se ocuparía de él. Por su parte, tenía que preparar un caso importante para el día siguiente, pero estaría de regreso por la noche. Entonces, padre e hijo podrían ponerse a trabajar conjuntamente y planear el modo de recuperar a Beth. Era una oferta muy tentadora, pero Will la rechazó. Ya había perdido demasiado tiempo. Dio las gracias a su padre, lo acompañó hasta su coche y después envió un mensaje a TC.
Se alegró de que contestara. La habían soltado a las nueve de la mañana. La policía había visto las grabaciones de las cámaras de seguridad del edificio, y las grabaciones del sábado incluían una secuencia filmada por la cámara de la parte de atrás donde aparecía Pugachov ayudando a TC y a un desconocido a meterse en un cubo de basura y llevándoselo hasta perderse de vista. A continuación, la misma cámara había grabado a Pugachov regresando solo. Las imágenes no solo confirmaban la curiosa historia que ella había contado a la policía, sino que demostraban que el encargado del edificio seguía con vida después de que ella se hubiera marchado.