Выбрать главу

Will miró la montaña de papeles pendientes de clasificar que tenía delante. La luz de su teléfono destellaba: dos mensajes.

– Hola, Will, soy Tova. Espero con ganas lo de esta noche. Dime si hay algo que quieres que lleve.

Se había olvidado. TC iba a ir a cenar a su casa esa noche. Beth lo había planeado todo y había invitado a un atractivo médico soltero que trabajaba con ella en el hospital y a otros dos amigos sin pareja, para despistar. Will se había opuesto a semejante estrategia por considerarla demasiado evidente.

En ese momento, se preguntó cómo reaccionaría ante ese montaje. Para TC, la vida había cambiado durante aquella semana igual o más que para él. Ella fue la primera persona, después de la policía, que llegó a la casa una vez finalizado el Yom Kippur; estuvo enviando frenéticos mensajes a Will, y al no obtener respuesta se dirigió directamente a Crown Heights siguiendo las sirenas de la policía.

– Sabía que estabas decidido a presentarme a tu mujer -le dijo más tarde-, pero se te podría haber ocurrido una forma más fácil, ¿no?

Él le contestó que se marchara a su casa a descansar, pero ella se negó.

– Hay algunas cosas que necesito acabar por aquí -le dijo mientras se despedían en la esquina con un abrazo-. Hay alguna gente a la que debo ir a ver.

Rodeado por las luces rojas de la policía, Will le deseó mucha suerte.

– Ah, una cosa, Will.

– ¿Sí?

– ¿Puedo pedirte que hagas algo por mí? Lo he estado pensando. Hace tiempo que dejé de ser Tova Chaya, y lo de TC ya no encaja porque suena demasiado a disfraz. ¿Te importaría llamarme Tova?

De eso hacía ya seis meses.

– ¡Por favor, escuchad!

Era Harden, que reclamaba la atención de la gente y sacaba a Will de sus recuerdos.

– Es hora de que nos despidamos de Terence Walton.

Enseguida, unas treinta personas se reunieron en la sección de Local mientras Harden rememoraba la trayectoria profesional de Walton en The New York Times.

– Bien, debemos reconocer que este hombre ha tenido un innegable talento en cuanto a versatilidad. Ha hecho de todo, ha cubierto la información de la policía, la del ayuntamiento, la sección de economía, ha hecho de editor nacional y de corresponsal en Delhi. Nombren un puesto, y Walton lo habrá ocupado. ¿Quieren creer que este hombre se encargó durante dos años de los rompecabezas de la contraportada de la revista? Incluso escribía los crucigramas. En fin, ahora ha decidido que ya tiene bastante de nuestra maravillosa ciudad y que prefiere compartir su talento con la buena gente de India. Se marcha para preparar a los periodistas de allí y enseñarles todas las malas costumbres de la profesión. De todas maneras, le estamos muy agradecidos; por lo tanto, alcemos nuestros platos llenos de tarta y digamos «¡A la salud de Terry!».

– ¡A la salud de Terry! -corearon los presentes, que enseguida pidieron que hablara.

Walton, obligado por la insistencia de sus antiguos colegas, muchos de los cuales eran desconocidos para Will, hizo algunas bromas y por fin empezó:

– Bueno, si mi educación de Yale me ha enseñado algo es que siempre es mejor una breve intervención que un largo discurso. Y tal como dice la Biblia: «Hermanos, el tiempo apremia». Esta noche cojo el avión para Delhi, de manera que concluiré: ha sido un placer y un privilegio…

La sala prorrumpió en aplausos. Incluso Amy Woodstein se permitió un grito de ánimo, aunque puede que se debiera a que por fin veía partir a Walton. Will, refugiado tras su trozo de tarta, estrechó la mano de su colega y le deseó lo mejor.

Quizá fuera por la mención de Yale, pero cinco minutos después a Will se le ocurrió una idea y se sentó ante su ordenador mientras seguía picoteando pastel. Tecleó «Iglesia de Jesús Renacido» y fue pasando páginas hasta que encontró la foto donde aparecía el reverendo Jim Johnson junto a sus acólitos. Empezó directamente por su padre, tan serio como siempre; luego, pasó a Townsend McDougal y a continuación fue metódicamente de rostro en rostro desde la última fila.

Aumentó el tamaño de la imagen. Allí estaba, en la hilera del centro, separado de McDougal por cuatro personas. Con sus largos cabellos de estilo hippy resultaba casi irreconocible. No obstante, la arrogante sonrisa seguía siendo la misma: Terence Walton

De repente, un escalofrío recorrió la espalda de Will. Todavía podía oír la voz de Walton de hacía un momento: «Tal como dice la Biblia: "Hermanos, el tiempo apremia"». Entonces supo por qué le sonaba: eran las palabras que la persona que le había estado enviando los mensajes de texto al móvil le mandó mientras estaba encerrado en la comisaría. Era un fragmento de una de las Cartas de Pablo a los Corintios.

Will se recostó en su asiento con una sonrisa. ¿Acaso no había dicho Harden que Walton había desempeñado todo tipo de tareas en el periódico, incluso la de escribir los crucigramas?

– ¡Pero si era él! -exclamó en voz alta.

Un miembro fundador de la Iglesia de Jesús Renacido con un talento especial para los acertijos. De repente, a Will no le cupo duda. «No se detenga», los diez Proverbios… Walton estaba al tanto de todo y quiso comunicárselo. Seguramente tenía miedo. Demasiado para abordar a nadie directamente. Si el Apóstol y sus sicarios hubieran descubierto su traición no habrían dudado en matarlo. No era de extrañar que hubiera recurrido a mensajes en clave.

Pero ¿por qué lo eligió a él como destinatario? Sin duda leyó los reportajes que publicó en el periódico y llegó a la conclusión de que estaba sobre la pista de los asesinatos de los hombres justos. Cuando le dijo que no se detuviera, no se refería a que siguiera buscando a Beth, sino que continuara tras el rastro de los lamad vav; que no se contentara con Baxter y Macrae, que habría más. Ahora entendía por qué Walton le robó su libreta de notas: quería saber todo lo que él sabía, aunque también cabía la posibilidad de que deseara guardarlo en lugar seguro.

Entonces, tuvo una duda. Si Walton era su informador, un topo infiltrado en el círculo más íntimo de su padre, ¿por qué se había burlado de su reportaje sobre Macrae? ¿No habría sido más lógico que lo hubiera animado?

Will recordó entonces la conversación que mantuvieron después de que la historia apareciera publicada en primera página. «Un éxito difícil de repetir», le dijo, y sin embargo eso era exactamente lo que Will consiguió después al relatar la vida y muerte de Pat Baxter. Walton le había trazado un camino, y él lo había seguido exactamente.

Tras leer su historia sobre Baxter, Walton seguramente supo que él era la persona que podía poner al descubierto a la Iglesia de Jesús Renacido, desenmascarar a su propio padre. Pero ¿y si resultaba que Walton había trazado sus planes con anterioridad e incluso había organizado la historia de Baxter? ¿Qué dijo Harden antes de enviarlo al oeste? «Yo intenté aprovechar los restos y se los ofrecí a Walton, pero él se disculpó con una vulgar excusa y te propuso a ti.» ¿Podía ser cierto? ¿Walton se había quitado el encargo de encima sabiendo que él iría en su lugar y se daría de bruces con la historia de Baxter? ¿Y el misterioso folleto de la convención de la Iglesia de Jesús Renacido que apareció en su mesa? ¿Fue también cosa de Walton?

Will decidió que lo mejor era preguntárselo directamente, allí y entonces. Giró en su silla y vio que la mesa de al lado estaba aún más limpia que de costumbre.

– ¿Dónde está Terry? -preguntó a Amy.

– Según parece, ya se ha marchado. Iba directo al aeropuerto.