Todavía más negativo que el tradicionalista Zoila (y con argumentos semejantes contra la ausencia de dramatismo) es Renato Barilli, un joven crítico que pocos años más tarde se convertiría en uno de los teóricos de la neovanguardia del Grupo 63, y que lanza contra los cuentos de Calvino una larga y despiadada acusación:
«Que, pese a ciertas apariencias, su posición no es radical ni extremista queda confirmado por un examen del nivel psicológico y epistemológico en que se sitúa al establecer sus relaciones con el mundo. Ya hemos dicho que Calvino es, frente a las cosas, "mirada", abrazo lenticular. Por una rápida asociación de ideas viene en seguida a la memoria la nueva narrativa francesa, l'école du regard, Robe-Grillet y Butor: pero el parecido es totalmente exterior. Los dos narradores transalpinos intentan en realidad un juego dificilísimo, audaz, y no pocas veces genial, más allá de los límites del "sentido común", y de un universo antropocéntrico regido por tranquilizadoras leyes de la gravedad, salen a descubrir relaciones inéditas con las cosas, restituyéndoles el poder de choc que el hábito ha desgastado y cubierto de sedimentos; naturalmente, a esta obra audaz no llegan solamente gracias a un excepcional trabajo personal, sino que son ayudados y sostenidos por una poderosa tradición específicamente narrativa, por una cultura como la francesa, muy avezada a las más audaces especulaciones en los diversos campos de la investigación epistemológica, psicológica, pedagógica, etc. En cambio, Calvino tiene a sus espaldas la cultura italiana, más calma y compuesta, que no le da amplios márgenes de movimiento; por lo tanto, si bien sale a pescar valientemente en un ámbito situado muy en el límite, donde los objetos se agrandan y presionan por todas partes la pantalla visual con la pretensión de asumir la iniciativa, no tiene sin embargo fuerzas para pasar el umbral del "sentido común", más aún, en definitiva hace valer sobre el mundo de las cosas la legislación y las jerarquías que en él tienen vigencia. En una palabra, el escritor no se aparta de un universo de proporciones habituales y tiene plena confianza en una naturaleza familiar, al alcance de la mano, enteramente controlable. Y es muy probable que se vea inducido a creer que este equilibrio, este hacer que las cosas permanezcan en su lugar, ratifican el triunfo de una actitud racionalista sobre el irracionalismo del decadentismo europeo; nosotros, más persimistas, pensamos que ésta es la victoria de una forma del "buen sentido" italiano, con todas las connotaciones limitativas, de mezquindad, de conformismo, que van unidas a esa expresión sobre inquietudes y fervores más vitales. Lo malo es que el atrincheramiento en el "sentido común" no puede por menos que reducir a la futilidad y a la vacuidad las sin embargo finas consideraciones analíticas que Calvino eficazmente consigue. Considérese la serie de Los amores difíciles y por ejemplo "La aventura de un viajero" que, como ya se ha dicho, incita vagamente a una comparación con La modificación de Butor: la red de gestos mínimos del protagonista, pacientemente registrada y fijada, permanece sin embargo dentro de los límites, mantiene las reducidas dimensiones que le corresponden en el universo del "sentido común", no pasa a primera línea, no alcanza las proporciones del drama (como ocurre por el contrario en Butor). Por lo tanto, la anatomización de Calvino no va más allá de las ambiciones y las posibilidades de un juego marginal, gracioso, exquisito, finamente trabajado, pero incapaz de cargarse de valores más altos. Por estas razones quizá sea más conveniente hablar en su caso de "mirada" que en el de los jóvenes narradores franceses, justamente porque en él la relación con las cosas es lineal, "fotográfica", carente de implicaciones ontológicas, y no se propone como introducción a un nuevo orden fenoménico; "mirada" justamente, es decir, acto de compromiso ocasional obediente a cierta "indolencia" que lo lleva a pasar de un objeto a otro con curiosidad inestable e intranquila».
La poética visual de estos cuentos (que es para Zoila la de un «prisionero del voyeurisme» y para Barilli acto de «compromiso ocasional» e indolente) es considerada en cambio la esencia estilística (y también moral) de la obra de Calvino por Francpis Wahl, uno de los pocos observadores extranjeros que han establecido con el escritor italiano una verdadera relación de colaboración crítica, aunque a partir de posiciones teóricas diferentes (las de la nueva crítica francesa).
Dice Wahclass="underline" «El choc de lo real provoca la aparición de una imagen: todavía es lo real y ya es otra cosa; la imagen traduce una experiencia, pero significa más y en otro plano. Y he aquí que este símbolo empieza a vivir; desarrolla una lógica propia; lleva consigo una red de acontecimientos, de personajes; impone su tono, su lenguaje. Pero esta lógica, a su vez, tiene fijadas desde el principio algunas de sus articulaciones y su punto de llegada; la sucesión de fórmulas y de acontecimientos se agota para terminar al fin en la paz de una contemplación. Este es el proceso que gobierna las obras de ítalo Calvino. Concilia los términos que menos habituados estamos a ver marchar de acuerdo […].
»Lógica, decíamos: lógica loca, lógica que desarrolla imperturbablemente un dato posible hasta la más imposible de las imposibilidades. Entonces el héroe de Calvino, extenuado, no encuentra recurso sino en la paz de la mirada: el soldado se levanta y mira por la ventanilla, el flamante inquilino camina hacia el mar y se sienta en el muelle, la joven esposa sólo encuentra a su marido en la tibieza que la cama ha conservado del lado de ella. Sería un error ver en todo esto una especie de quietismo: lo que se condena no es la acción, sino una situación absurda en la cual sólo se puede actuar debatiéndose, es decir, en vano […].
»Dejaremos al lector el placer de descubrir en "La aventura de un poeta" el mecanismo creador que acabamos de analizar. Permítasenos solamente subrayar un tema sobre el cual Calvino borda constantemente: la desventura del hombre presa de los caprichos de una mujer […]. Obsérvese que también aquí (y de una manera casi brechtiana) a la agitación inútil se opone claramente la acción reaclass="underline" el trabajo de los pescadores. Pero el poeta, por su parte, no puede sino refugiarse en la mirada, lo que nos vale la admirable página final, pasmoso travelling literario en el que la aldea meridional aplastada por el sol ofrece su espectáculo y su grito. Y "La aventura de un poeta", si bien tiene el mismo punto de partida que los otros cuentos, dice más: aquí la lección va más allá de la denuncia».
1. No es, a decir verdad, el caso de Calvino que en esos años escribía El vizconde demediado, El barón rampante, El caballero inexistente, y que en sus declaraciones teóricas se remitía en todo caso al siglo XVIII o a las novelas de caballería o a los cuentos populares para proyectar hacia el futuro la energía guerrillera que seguía siéndole cara. Pero su trabajo avanza siempre por vías divergentes, respondiendo a solicitaciones diversas que antes que anularse, se yuxtaponen.