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Charlotte recordó los tiempos en los que ambas participaban en las investigaciones de Pitt. En su mayor parte eran asesinatos, producto de la codicia o para evitar que se hiciese público algún pecado privado. En nombre de la investigación, juntas habían hecho cosas que en esos momentos parecían escandalosas, pero lo cierto es que no se avergonzaban. Habían descubierto la verdad y obtenido cierta justicia, aunque también había habido tragedias. Añoraba aquella época, aunque en el presente aquellas hazañas eran imposibles, ya que Jack se tomaba demasiado en serio su carrera parlamentaria y temía una indiscreción de Emily, y porque habían encomendado a Pitt a labores más secretas y peligrosas en la BrigadaEspecial. El cambio de Jack era positivo yel de Pitt, inevitable; por consiguiente, no servía de nadalamentarse.

– Hasta cierto punto tiene que ver con el trabajo de Thomas -respondió Charlotte. Siguió a su hermana al interior del gabinete y tomó asiento-. Está relacionado con el atentado anarquista de Myrdle Street, en el que Magnus Landsborough perdió la vida.

La alegría se borró de la cara de Emily.

– ¡Es espantoso! Toda esa destrucción es terrible, al igual que la muerte de Magnus Landsborough, aunque me pregunto qué hacía con esa gente. Hay un grupo en el Parlamento que intenta presentar un proyecto para armar a la policía y permitir que registre las casas con cualquier pretexto. Jack teme que acabe con la colaboración de los ciudadanos de estos últimos años y que, lejos de ayudar a la policía, dificulte enormemente su trabajo. -Su mirada se había ensombrecido-. No estoy segura de que sea tan importante como dice, pero me ha sido imposible convencerlo de que no se oponga.

Charlotte la miró. Emily estaba sentada y echada hacia delante en el elegante sillón. Tenía las manos rígidas y el rostro tenso de ansiedad. Pese a la luz del sol y a los colores que las rodeaban, a los jarrones con flores y al aroma del césped recién cortado que se colaba por la ventana entreabierta, en el gabinete se respiraba temor.

– ¿No quieres que se oponga? -quiso saber Charlotte.

Suponía que, después de que Jack desperdiciara su juventud, Emily debía enorgullecerse de él por decidirse a defender una causa e incluso debería sentirse aliviada por que tuviera un claro propósito. Su hermana lo había deseado durante mucho tiempo, había luchado por ello, insistido y lo había convencido.

Emily apretó con impaciencia sus delicados labios.

– ¡Charlotte, es una batalla horrible! -declaró-. Muchas personas están preocupadas por ello. Están asustadas y el miedo las vuelve peligrosas. Tanqueray, el impulsor del proyecto, no es alguien importante, sino un simple portavoz. Está respaldado por poderosos intereses y no habrá paciencia ni misericordia para quienes intenten bloquearlo.

Charlotte sonrió para sus adentros, por lo que apenas se notó en su rostro. ¿Acaso Emily suponía que las batallas de Pitt jamás eran peligrosas y que no tenía nada que perder? Era la primera vez que su hermana sabía qué significaba permanecer despierta y sola por la noche, sobrecogida de temor por alguien a quien quería de forma intensa y protectora… y a quien no podía ayudar. Ella estaba acostumbrada; aunque en realidad, no podía decir que eso fuera cierto, ya que nunca le resultaba fácil.

– ¿Sabes si hay alguien más implicado? -preguntó y evitó tocar el tema del peligro hasta tener la certeza de que su cólera no afloraría.

– ¡Podría darte montones de nombres! -respondió Emily sin dilaciones-. Algunos ostentan altos cargos y están totalmente dispuestos a arruinar a Jack o a cualquiera que se interponga en su camino. ¿Qué opina Thomas? ¿Está de acuerdo con que los policías vayan armados? Jack dijo que Thomas disentiría, aunque es posible que haya cambiado de opinión después del tiroteo de Long Spoon Lane.

Charlotte se mordió el labio. No pensaba transmitir su sensación de exclusión a Emily, pero le resultó casi imposible seguir manteniendo el secreto. Comprendía a la perfección los temores de su hermana y no debían separarse precisamente ero esos momentos.

– No quiere que armen a la policía -contestó quedamente y miró a Emily a los ojos-. Hay algo que lo inquieta mucho más de lo que me ha dicho y sospecho que no solo se trata de un peligro, sino de algo que lo apena y lo avergüenza, razón por la cual no quiere hablar de ello.

– ¿Has dicho que Thomas se siente avergonzado? -preguntó Emily sorprendida.

– No tiene que ver con él. -Charlotte, a la defensiva, corrigió el error que acababa de cometer-. Tiene que ver con la policía. Ha hablado de corrupción y me parece que es más grave de lo que admite. Prácticamente no tiene en quien confiar.

– ¡La corrupción…! -exclamó Emily bruscamente y el último resto de alegría se esfumó de su rostro-. No me extraña que Jack no quiera que los policías vayan armados. Si lograra demostrar que la corrupción existe…

– ¡No! -Charlotte estiró el brazo como si con la mano pudiese detener físicamente a su hermana-. Recuerda que Wetron está al mando de Bow Street, lo que tal vez significa que todo el Círculo Interior está implicado, que es como, decir el Parlamento o, al menos, buena parte de sus integrantes.

Emily tensó los músculos de la cara.

– ¿Sabías que el Círculo tanteó a Jack para que se hiciese miembro? Se negó. -Tragó saliva-. A veces lamento que haya obtenido un escaño. De no ser así podría haberse dedicado a otra profesión, tendría la conciencia tranquila y estaría a salvo. -Emily se mordió el labio; casi se arrepentía de haber hecho aquella confesión.

– ¿Estás segura? ¿Realmente preferirías que se dedicara a otra cosa? -preguntó Charlotte y sonrió sin entusiasmo ante su debilidad-. A veces yo también deseo lo mismo. Si Thomas se hubiera quedado en el cuerpo como agente e hiciera lo que otro le ordena, no tendría que tomar decisiones que tal vez no agraden a otros ni correría muchos peligros. Y seríamos más pobres, por descontado. En tu caso, si Jack hubiese permanecido en una posición de menos categoría, a ti no te habría afectado gracias al dinero que heredaste, pero a él le habría influido y se sentiría incómodo.

– Lo sé, lo sé. -Emily se dio por vencida y bajó la mirada-. De todas maneras, lo que nos habría gustado no viene a cuento porque solo podemos hacer frente a lo que tenemos. Hay algunas personas valiosas que se oponen al proyecto… como Somerset Carlisle. No podía ser de otra manera. -Mencionó a otros seis parlamentarios e hizo algunos comentarios irónicos y algo despectivos-. Por descontado, algunos de sus prósperos electores reclaman la paz en las calles, la seguridad en los hogares y la vuelta del imperio de la ley. Aseguran que la policía no es eficiente porque no la dotamos del poder y de las armas que necesita. -Miró firmemente a Charlotte-. Uno de los principales adversarios al proyecto y uno de los mejores oradores en contra de su aprobación es Charles Voisey.

– Vaya… -Charlotte empezó a pensar a toda velocidad. Se acordó de una oscura noche en Dartmoor, en la que, con la ayuda de Tellman, tuvo que huir con Gracie y sus hijos de la casita que tenían alquilada; de las largas noches que pasó en solitario en Keppel Street porque Pitt estaba en Whitechapel y no sabía cuándo regresaría… si es que volvía alguna vez. Thomas había tenido que vivir en pensiones y deslizarse por los callejones bajo la tenue luz de las farolas de gas, entre las sombras. Todo había sido por culpa de Voisey, por culpa de su odio. Tenía mucho sentido que librase esa batalla, aunque solo fuera para fastidiar a Wetron. Emily la observaba con atención, pese a que sabía relativamente, tal vez intuía mucho más-. No es el aliado que yo habría elegido -comentó Charlotte y sonrió con ironía-, aunque quizá sea mejor que nada.