Jack se volvió y la miró cabizbajo.
– No lo sé. Piensa en el poder que otorga. Basta un agente de policía deshonesto, simplemente indiscreto, o alguien que busca un favor o se siente insultado. Las posibilidades son infinitas. En principio sería una ley que solo se usaría en caso de que existan sospechas de anarquía o traición, pero luego se empleará para robos, sospecha de malversación de fondos, de conspiración para cometer un fraude o de chantaje a los chantajistas. La policía podrá hacer prácticamente lo que le venga en gana; todos seremos vulnerables.
– Pero nosotros no tenemos nada que… -comenzó a decir Emily.
– ¿Nada que ocultar? -preguntó Jack y enarcó las cejas-. ¿Quién ha dicho que debe ser cierto? ¿Qué sucederá con un criado descontento, con uno al que hayan pillado robando o perezoso, impertinente, que bebe, apuesta, tiene una amante o, simplemente, quiere más dinero? -Su tono de voz se tornó tajante-. ¿Qué ocurrirá con un criado que esté asustado, enamorado, que se deje dominar fácilmente o que esté emparentado con alguien que tiene problemas o…?
– ¡Ya está bien! -gritó Emily-. ¡Lo he entendido! ¡Lo he entendido! Es monstruoso. No hay un solo parlamento en su sano juicio que esté dispuesto a aprobar semejante ley.
– ¡Emily, no se planteará en esos términos! -exclamó su marido, exasperado-. Parecerá muy sensato que la policía interrogue a los criados en privado. El señor o la señora no se enterarán a fin de proteger al criado y evitar que se le presione para que mienta y consiga conservar su puesto.
– Y ahora, ¿no pueden hacerlo? -preguntó Charlotte, desconcertada.
– Por supuesto que la policía puede interrogar a los criados o a quien quiera -contestó Jack-, pero no en secreto. ¡Sería como tener ojos y orejas en tu casa, en la mesa del comedor, en la cocina y en el dormitorio! La excusa es que se intenta protegernos de la anarquía, aquí radica la diferencia. La policía no tendrá que dar razones de su actuación. Ahora debe sospechar que alguien ha cometido determinado delito para interrogarlo abiertamente. Estamos hablando de que sería en secreto y sin dar explicaciones. Comenzaría despacio, pero iría en aumento sin que nos diéramos cuenta.
Emily bajó la mirada y declaró en tono resignado y de aceptación:
– Comprendo. Supongo que tienes que luchar.
– ¿Cuándo te has enterado? -preguntó Charlotte.
– Acabo de saberlo. Después de que Thomas se marchara a… supongo que volvió ala Brigada Especial. Tengo que decírselo. Necesita saberlo. Lo lamento. No queríapreocuparos con este tema.
Se volvió hacia Emily con el rostro fruncido de pesar y una mirada afable-. ¿Te das cuenta de los motivos por los que, cueste lo que cueste, tengo que luchar? De no haberme enterado me podría volver atrás, pero ahora lo sé.
– ¿Quién te lo dijo? -quiso saber Emily.
– Voisey. Es verdad. He visto el borrador.
– ¿Voisey? -repitió Emily, furibunda.
Jack le apoyó las manos en los hombros y la sujetó con firmeza, sin hacerle daño.
– Es verdad. Antes de actuar lo llevaré a las más altas esferas, si es necesario hasta el primer ministro, y te aseguro que seré el hombre más feliz de Westminster si se demuestra que es mentira, pero no sucederá. La propia policía lo ha solicitado. Asegura que la BrigadaEspecial no es suficientemente competentepara acabar con la violencia anarquista y el aumento de losdelitos. -Se estremeció ligeramente-. Con el fin de proteger alpueblo, la policía necesita esa competencia para utilizarla en casonecesario. No le dan importancia y aseguran que casi nunca laaplicarán, pero la cuestión es que en cuanto tengan poder paraactuar no podremos detenerlos, ya que como bien sabemos el podercorrompe y lo hemos planteado de tal manera que no hay forma deimpedirlo.
Emily miró a Charlotte y nuevamente a Jack.
– De acuerdo -accedió-. Pero eso no impide que esté asustada.
– Yo también -reconoció Jack suavemente y le apartó la mano del hombro para acariciarle la mejilla-. Yo también.
Jack permitió a Charlotte que le contara a Vespasia lo que acababa de decirle. Después de comer, Charlotte declinó el ofrecimiento de Emily de utilizar su coche y empezó a recorrer bajo el sol de principios de verano los poco más de dos kilómetros que la separaban de la casa de Vespasia. El paseo le permitió sosegar su acelerada mente y ordenar sus pensamientos. El viento era fresco y cálido a la vez, las hojas de los árboles susurraban y el sol salpicaba el suelo de manchas. A su lado pasaban coches descubiertos en los que viajaban mujeres vestidas a la última moda, con sombreros extravagantes, diminutos y adornados con plumas y con enormes lazos y volantes de raso. Prácticamente no se fijaba en nada.
Llegó en el preciso momento en el que Vespasia, con un vestido de seda gris, estaba a punto de salir a realizar las visitas vespertinas. Tras ver la angustia y la desilusión de su sobrina, canceló sus compromisos.
– ¿Qué ha pasado? -preguntó en cuanto tomaron asiento.
La tranquila estancia estaba orientada al jardín y a la rosaleda; solo el rosal trepador amarillo, que era el primero en florecer, daba un toque de color.
– Estaba hablando con Emily acerca del proyecto de armar a la policía y concederle más competencias -respondió Charlotte-. Jack regresó de Westminster y nos contó la nueva dimensión que ha adquirido el asunto, mucho peor de lo que hasta ahora yo sabía, y que ya era bastante malo. -No se anduvo con rodeos, ya que con Vespasia no solo habría sido innecesario, sino insultante. Se conocían y se comprendían perfectamente-. Al parecer, los ánimos están exacerbados y es posible que se calienten todavía más si se denuncian más delitos de los habituales.
– De eso podemos estar seguros -reconoció Vespasia, muy seria-. Claro que nosotros también tenemos recursos. Supongo que Jack se pondrá firmemente de nuestra parte. El joven ha respondido bastante bien. También podemos contar con Somerset Carlisle. Siempre ha luchado contra cualquier injusticia, sin tener en cuenta el coste personal. -Charlotte tuvo la sensación de que una sombra oscurecía el rostro de Vespasia y esperó, ya que hacerle preguntas habría equivalido a entremeterse-. Hasta hace poco habría asegurado que lord Landsborough se opondría vivamente a este proyecto -prosiguió Vespasia en tono sereno y apesarado-. Su influencia habría bastado para que dos o tres ministros cambiasen de parecer. Pero puesto que quien murió era su único hijo, es posible que ahora opine de otra manera o que prefiera mantenerse al margen. -Adoptó una expresión de contrariedad-. Has dicho que era peor de lo que suponías. ¿Ha habido alguna novedad?
– Sí. Todavía no ha ocurrido, pero Jack se ha enterado y está profundamente asustado. -Charlotte notó el temor en su propio tono de voz-. Se proponen añadir una disposición para que los agentes de policía puedan interrogar a los criados sin el conocimiento o el permiso del señor o la señora de la casa.
Vespasia se quedó de piedra.
– ¿Interrogarlos acerca de qué?
– De lo que quieran. Dado que se realizará en secreto, nadie se enterará.
Charlotte miró a su tía y vio cómo se alteraba su rostro cuando comprendió qué significaba dicha ley.
– No creo que la aprueben. -Vespasia exhaló aire lentamente-. Abrirían la puerta al chantaje. Sería como si… -Ni siquiera se molestó en terminar la frase-. Supongo que es producto del miedo, de no pensar de antemano en lo que sucederá. -De repente parecía agotada-. A veces me desespera lo obtusa que puede ser la gente. Habla con cualquiera que haya tenido que tratar con criados; son seres humanos como todos: buenos, malos e indiferentes. Al igual que nosotros, tienen pasiones y rivalidades, codicias y ambiciones. Es posible manipularlos aunque, en ocasiones, son ellos los que manipulan. Algunos dicen lo que quieres oír simplemente para que estés contenta. Otros corren el riesgo de llamar la atención o se esfuerzan por superar a un rival.