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– ¿Es posible que las esposas convenzan a los parlamentarios de que no pueden ser tan idiotas? -preguntó Charlotte, aunque no se hacía ninguna ilusión-. ¿No te sorprende lo que la gente es capaz de hacer cuando está asustada? De todos modos, me parece que tenemos un aliado.

– ¿Quién?

– Charles Voisey -replicó Charlotte y sintió un escalofrío a pesar de encontrarse en aquella estancia iluminada por el sol.

Vespasia permaneció inmóvil, con el mentón en alto y la mirada perdida.

– Ya veo. ¿Lo hace por amor a la libertad o por odio a la policía, representada en el inspector Wetron?

– Por odio -se apresuró a replicar Charlotte-. De todos modos, no es el odio que siente por Wetron lo que me asusta, sino que Thomas se ha involucrado en la cuestión y están en el mismo bando.

Apenas me ha hablado de ello… en realidad, se muestra esquivo, lo que no es propio de él. Sé que Voisey está implicado. Me lo ha dicho Jack. Tengo miedo de lo que Thomas pueda hacer. Ni siquiera sé si sabe que alguien es capaz de dejarse consumir por el odio, como Voisey.

Charlotte se mordió el labio y tuvo la sensación de que hablar con tanta libertad era traicionar a Pitt, pero si no era franca no podría pedir ayuda a su tía, que probablemente sería lo único que se interpondría entre Pitt y el desastre. Vespasia asintió lentamente.

– Conozco a la gente como Voisey -añadió Charlotte-. Thomas no sabe cómo son. Cree que los caballeros con cierta educación también poseen determinadas cualidades y que hay actos que no se rebajan a realizar, pero no es cierto. -Miró desesperada a la anciana-. Casi siempre Thomas da una segunda oportunidad. No odia… al menos, no siente ese odio implacable que vi en la mirada de Voisey cuando la reina le concedió el título de sir. Sería capaz de todo con tal de vengarse de nosotros.

Vespasia dejó escapar un suave suspiro.

– Por lo que dices, deduzco que no tienes idea de qué es lo que Thomas se propone y que tendría que ver con Voisey.

– No lo sé.

– En ese caso, debemos buscar munición que podamos usar contra Voisey. Podría ser necesaria. Sabemos muy poco de él. Nos convendría recordar la historia de David y Goliat…

– ¿Es realmente un Goliat? -preguntó Charlotte con pena-. Sé que en la Biblia gana David, pero en lavida con demasiada frecuencia son los seres como él los perdedores.Supongo que, si no fuera así, el relato no tendría sentido. -Esbozóuna sonrisa torcida-. Estoy bastante segura de que nuestra causa esla de Dios, pero no tengo tanta fe en nuestra justicia como parapresentarme ante el ejército filisteo al completo, armadaúnicamente con una honda y un par de piedras. Me falla la fe,¿verdad? ¿O acaso soy más modesta y realista? -Bromeó paradisimular el doloroso temor que corroía su interior cada vez quepensaba en Pitt.

– No tengo la menor intención de enfrentarme en solitario a Goliat -aseguró Vespasia con cierta aspereza-. Sólo me refería a que llevaba una armadura impenetrable que, sin embargo, dejaba al descubierto sus sienes… un espacio pequeño pero muy vulnerable para alguien con excelente puntería. ¿Cuál es el punto débil de Charles Voisey? Tenemos que apuntar con precisión.

– ¡No lo sé! -Charlotte tragó saliva y suspiró, temblorosa-. Discúlpame, creo que el miedo se ha apoderado de mí. Thomas está muy trastornado por la corrupción policial. Al menos una parte corresponde a Bow Street, su antiguo distrito. No me gusta verlo tan dolido.

Vespasia suspiró.

– Supongo que, con Wetron al mando, era previsible que existiera corrupción. ¿Estás totalmente segura?

– No, pero es una suposición con fundamento -repuso su sobrina-. Tellman corteja a Gracie…

Vespasia sonrió con súbito y sincero placer.

– Querida, lo sé perfectamente. La echarás muchísimo de menos.

– Tienes toda la razón. No quiero ni pensar cómo será la vida sin los comentarios de Gracie. Me desagrada la idea de tener a otra persona en casa. Daniel y Jemima se quedarán desolados. De todos modos, sé que la vida de Gracie debe seguir adelante.

– ¿Y qué tiene que ver con la corrupción en Bow Street?

– Anoche y esta noche Tellman ha anulado su cita con ella -explicó Charlotte-. Eso significa que está haciendo algo de enorme importancia. De lo contrario, no dejaría de llevarla a pasear. No se lo explicó, por lo que ambas dedujimos que está trabajando para Thomas y, de momento, solo puede estar relacionado con la anarquía y la corrupción.

– Estoy de acuerdo. Parece lo más probable. -Vespasia movió afirmativamente la cabeza-. Por eso es imprescindible que averigüemos cuál es la debilidad de Voisey. Tiene que haber algo que le interesa, una pasión o una necesidad, algo que quiera conseguir o tema perder. Tal vez Thomas se siente limitado por su propio código de honor…

– Así es.

– Lo sospechaba. Y ambas lo queremos más si cabe porque lo tiene -apostilló Vespasia sin vacilaciones-. Tengamos que apelar o no a ella, debemos encontrar la manera de protegerlo. ¿Tienes idea de qué aspira conseguir Voisey con esa maniobra? ¿Es solo vengarse de Wetron?

Charlotte estaba a punto de responder afirmativamente, pero comenzó a cavilar.

– No lo sé. Tal vez se propone utilizar de algún modo a Thomas para destruir a Wetron y sustituirlo. Necesitamos un arma, ¿no es así? El problema es que me temo que, si tengo un arma, llegue a utilizarla.

Observó atentamente a Vespasia, escrutó sus ojos y buscó desesperadamente una respuesta reconfortante que aliviara el miedo que se había instalado en sus entrañas.

– Por supuesto que la usarías -replicó Vespasia con toda certeza-. Cualquier mujer lo haría si sus seres queridos estuvieran en peligro. Cuando se amenaza al marido o a un hijo, la mujer lucha a muerte y solo posteriormente piensa en las consecuencias, cuando ya es demasiado tarde para echar marcha atrás. Aun así, no creo que se arrepienta. De todos modos, seguimos necesitando un arma, aunque lo cierto es que a veces basta con saber que se tiene, no es necesario usarla.

– ¿Estás segura? -preguntó la joven, llena de dudas-. ¿No crees que se dará cuenta de que me marco un farol?

– ¿Qué farol? -preguntó Vespasia en tono quedo. Charlotte optó por cambiar de tema.

– Lamento haberte interrumpido. Espero no haberte causado demasiadas molestias. Te agradezco sinceramente que me hayas concedido tu tiempo. Eres la única persona a quien podía contarle lo que me pasa.

Vespasia sonrió y su mirada reflejó una alegría profunda.

– Los recados que tenía que hacer no eran urgentes -aseguró restándole importancia-. Te ruego que pienses en qué haces con respecto a Voisey. Dado que Jack y él están de acuerdo en lo referente al proyecto de Tanqueray, tienes sobrados motivos para interesarte por él. Ni por un segundo lo tomes por tonto o supongas que te subestimará. -Vespasia se puso en pie-. Analizaré con más profundidad el tema de la anarquía y las razones por las que un joven como Magnus Landsborough estuvo dispuesto a renunciar a una vida cómoda por ella.

Charlotte también se incorporó y concluyó en tono suave:

– Muchas gracias. Te lo agradezco sinceramente.

A última hora de la tarde, cuando Charlotte y su hermana se sentaron en la galería de visitantes de la Cámarade los Comunes, Emily exclamó:

– ¡Te ruego que no digas nada! -Estaba a punto de comenzar el debate sobre el proyecto de ley de Tanqueray. Estaban rodeadas por el frufrú de las sedas y el incesante movimiento de las damas; todas deseaban mirar por encima de la barandilla y vestían a la última moda. Emily se inclinó y susurró con impaciencia-: Allí está.

Charlotte siguió la dirección de su mirada, pero no divisó a Jack, cuya apuesta cabeza habría resultado fácilmente distinguible.