– ¡No sabía que lo conocía!
– Y no lo conozco, pero si esta vez le ha tocado a él, la próxima podría ocurrirme a mí. -Respiró hondo-. A no ser que haya algo acerca de Grover que desconozco.
La expresión impasible de Wetron no reveló nada. Sus manos continuaron inmóviles sobre el escritorio.
– ¿Cree que el sargento Grover es la víctima a la que apuntaron los anarquistas?
– Señor, no tengo ni la más remota idea, pero tampoco estoy dispuesto a correr riesgos. Podría ser una coincidencia que dinamitasen la casa de un policía, pero el señor Grover conoce a muchas personas de esa zona y quizá ha ofendido a algunas porque las ha puesto entre rejas y ha reducido los beneficios de sus negocios. Tal vez esas personas falsificaron un poco de dinero para los anarquistas y comentaron que les harían un favor si colocaban la dinamita en determinada calle, ¿no le parece?
Tellman quedó satisfecho con esa explicación porque tenía sentido.
Wetron lo miró fijamente.
– Sargento, ¿es lo que piensa el señor Pitt?
– No lo sé, señor. -Aunque no lo pareciese, acababa de decir la verdad-. Supongo que está más interesado en atraparlos que en saber si realmente querían colocar la bomba en casa del señor Grover.
Wetron sonrió y mostró sus dientes pequeños y regulares.
– Su querido señor Pitt no es muy rápido, ¿verdad? -preguntó en un tono burlón casi imperceptible-. Los anarquistas no necesitan ayuda para recaudar fondos. Hasta yo lo sé; basta estar atento a lo que se dice. ¡Parece que, pese a sus esfuerzos, el detective Pitt es incapaz de averiguarlo! Y por lo visto usted tampoco lo ha deducido.
La ira incendió las mejillas de Tellman; notó el calor y se imaginó que Wetron se daría cuenta. Por instinto habría defendido a Pitt antes que a sí mismo. Tal vez en eso consistía la provocación de Wetron. Si no saltaba, su jefe sabría que se mostraba deliberadamente cauteloso. ¿Qué esperaba? ¿Un farol? ¿Un doble farol?
Wetron se mantuvo expectante y no dejó de observarlo. Tellman debía reaccionar, ya que cualquier tardanza revelaría su ansiedad y lo haría aparecer deshonesto.
– Quizá sí -coincidió-. Tal vez tras dejar de formar parte del cuerpo ya no se entera de lo que ocurre. Por lo visto, tampoco se lo dijimos.
– Yo no estaría tan seguro. -Wetron no dejó de sonreír-. Supongo que tiene sus propios contactos e informadores, ¿no le parece, sargento?
Tellman notó que a causa de la tensión su voz sonaba ronca y parecía impostada. Sin embargo, no carraspeó.
– Veamos, señor, si usted sabe lo de los anarquistas y el señor Pitt no, hay que pensar que sus informadores no son muy competentes -razonó Tellman.
– Desde luego que hay que pensarlo. Debe de consultar a aquellos en los que sus superiores y los compañeros de sus superiores no confían.
Por fin había aparecido la advertencia indirecta. Tellman podría contárselo a Pitt y ser uno de ellos o abstenerse de decírselo y volverse indigno de su confianza.
Wetron parecía muy satisfecho. Tellman tuvo la impresión de que podía olerla.
– Ha sido muy insensato por su parte -prosiguió Wetron-. Un policía que recorre las calles y no cuenta con la lealtad de los hombres en los que confía se encuentra en una posición muy peligrosa. En Londres hay muchísimos lugares en los que esa situación podría costarle la vida.
Tellman se acordó de cuando estaba en el callejón con Grover y Stubbs. ¿Wetron lo sabía… se lo había dicho alguno de ellos? Solo la llegada accidental de Leggy lo había librado de quedar a merced de Stubbs, estuviera donde estuviese su lealtad.
– Así es, señor -confirmó-. ¿Debemos hacer un favor a la BrigadaEspecial e informarles del modo en que losanarquistas obtienen dinero? Sería conveniente y útil queestuvieran en deuda con nosotros.
– ¿Cree que algún día nos lo devolverán? -preguntó Wetron, sorprendido.
Tellman se sintió ridículo. Pitt lo haría, pero Victor Narraway era otra historia.
Wetron pareció pensárselo.
– Podríamos cambiarlo por otra cosa -comentó, reflexivo-. Si dentro de tres o cuatro días siguen dando palos de ciego los tantearé.
– A Tellman no se le ocurrió una respuesta ni se atrevió a discutir. Wetron se repantigó en el sillón y, como si apenas le interesara, preguntó-: ¿Están investigando a la familia de Magnus Landsborough?
Tellman se sobresaltó.
– Señor, no tengo ni la menor idea.
Wetron volvió a sonreír.
– Deberían buscar por ese lado. Su primo, Piers Denoon, es la persona por la que habría que empezar. Cabe la posibilidad de que, algún día, Pitt lo deduzca.
Miró a Tellman, con los ojos encendidos e inflexibles, como si pudiese leer su mente.
Tellman sabía exactamente qué hacía su jefe, que se divertía mucho con el dilema de su subordinado. ¿Tellman se lo repetiría a Pitt y se traicionaría a sí mismo o guardaría silencio y traicionaría a Pitt? La amenaza del fracaso recaería en Pitt aún más de lo que lo había hecho enla Brigada Especial, yaque la mitad de Londres se quejaba de que solo habían cogido a dosanarquistas y ni siquiera podían dar los nombres de los demás, porno hablar de capturarlos.
– Muy bien, señor -apostilló Tellman quedamente. Temió incluso que su tono lo delatase. Wetron había revelado algo de manera irrevocable. Si alguna vez había pensado que su jefe estaba al servicio del pueblo y no de sus propios intereses, dicha ilusión se había hecho añicos. También era posible que su jefe supiera que, en ese aspecto, hacía años que Tellman no se engañaba. No había perdido nada. Con gran amabilidad preguntó-: ¿Algo más, señor?
– No -contestó Wetron y se enderezó en el sillón-. Solo quería saber por qué está tan interesado, en el falso billete de cinco libras. Parece… parece algo insignificante.
– Señor, no creo que haya solamente un billete. -Tellman sonrió y elevó ligeramente las comisuras de los labios-. Si alguien tiene las planchas puede imprimir tantos como quiera.
– ¿Y ese tal… Jones le proporcionó alguna información útil?
– Todavía no, señor -contestó Tellman-. Pero todo se andará.
Wetron asintió lentamente. Estaba claro que acababa de trazar las líneas de la batalla y que estaba convencido de que ganaría.
– De acuerdo. Puede retirarse.
A Tellman solo le quedaba una salida. Por muy peligroso que fuese, no podía permitir que Pitt desconociera algo que podía ser una información decisiva.
Por otro lado, podía tratarse de una trampa no solo para pillar a Tellman, sino también a Pitt. Wetron y él se habían usado mutuamente. Wetron era el jefe del Círculo Interior solo porque Pitt había destruido definitivamente la reputación de Voisey. Era imposible que alguien hubiese olvidado o pasado por alto las victorias de Pitt sobre el Círculo. Era su enemigo más encarnizado y sus integrantes lo sabían.
Tellman debía averiguar por su cuenta si lo que Wetron había comentado de Piers Denoon era cierto. En caso de ser falso y de que Pitt lo persiguiera por lo que Tellman le hubiera contado, cosa que Wetron obviamente negaría, se ganaría enemigos que no podía permitirse. Tellman debía comprobarlo y darle las pruebas a Pitt en lugar de transmitirle un rumor sin confirmar. Por si eso fuera poco, tenía que averiguarlo en su tiempo libre.
Dos noches después de su conversación con Wetron, Tellman encontró al hombre que necesitaba. Le costó más tiempo y dinero de lo previsto. Dio con él en la Rat and Ha'penny, unataberna situada en la esquina de Hanbury Street, no lejos del lugardonde, cuatro años y medio antes, había aparecido una de lasvíctimas de Jack el Destripador, con el rostro desfigurado y elvientre rajado.
El local estaba lleno a rebosar, la gente reía ruidosamente y era muy intenso el olor a cerveza, a sudor y a cuerpos que no tenían los medios ni el deseo de asearse. Se sentaron frente a frente en una mesa pequeña.